COVID-19: ¡NADIE DEBE SER OLVIDADO! #28

COVID-19: ¡NADIE DEBE SER OLVIDADO! #28

COVID-19 | BOLETÍN #28 | 17 de noviembre de 2020

“Que el Señor pueda devolvernos la vista para redescubrir
qué significa ser miembros de la familia humana” Papa Francisco

Respuestas a la situación de emergencia de los desplazados internos a pesar de la pandemia

El desplazamiento interno nunca ha cesado de producirse durante la crisis provocada por la pandemia del COVID-19. Factores desencadenantes como las guerras civiles, los enfrentamientos entre comunidades y los desastres naturales han seguido causando desplazamientos forzados dentro de los estados y, probablemente, el cierre de las fronteras ha contribuido a incrementar los números de desplazamientos. Pero, a pesar de esta situación de emergencia sanitaria, los agentes católicos no se han echado atrás, sino todo lo contrario, han seguido brindando asistencia a los desplazados internos (PDI) mientras la pandemia ha seguido causando estragos.

Colombia ocupa el segundo lugar en el mundo, después de Siria, en cuanto al número de desplazados internos. El conflicto y la violencia que se ha registrado en Colombia en los últimos 50 años, ha causado el desplazamiento interno de 5,5 millones de personas. Ocho millones corren el riesgo de ser desplazadas como resultado de la violencia actual. En su mayoría, se trata de familias campesinas obligadas a abandonar sus hogares y campos de cultivo y a trasladarse a la ciudad, donde viven en un estado de extrema pobreza. La Iglesia local está comprometida con la promoción del diálogo y la prestación de asistencia a las víctimas de la violencia (IT). En primer lugar, la Iglesia se dedica a la protección de los derechos humanos de los desplazados internos y migrantes. La respuesta que se ofrece a estas personas desplazadas es concreta e integral: alimentos, dinero, agua potable, pero también evangelización, instrucción e información. En segundo lugar, la Iglesia promueve a las comunidades locales y ayuda a proteger a sus líderes a través de acciones específicas como la erradicación de los cultivos de coca y la protección de los recursos hídricos. Por último, tiene como objetivo promover el desarrollo local y crear oportunidades de reintegración social para los excombatientes que han aceptado deponer las armas. Un ejemplo es la creación de una granja con acuicultura en Caquetá, que permite a unos 90 ex-guerrilleros de las FARC pasar página y empezar una nueva vida, dejando atrás la violencia.

El enfrentamiento que comenzó a finales de octubre entre dos facciones de una tribu de Sudán del Sur, se ha cobrado la vida de numerosos civiles, ha reducido a cenizas casas enteras y ha obligado a cientos de personas a desplazarse. La contienda se originó por la escasez de agua y de pastos. Los hombres siguen en las zonas boscosas luchando por el ganado, el agua y las tierras de pastoreo, mientras que más de 700 mujeres, niños y ancianos desplazados, se han refugiado en una escuela misionera católica (EN) situada en la archidiócesis de Juba, en Sudán del Sur. Las escuelas permanecen cerradas en todo el país. Los desplazados también reciben ayuda humanitaria, incluyendo alimentos y ropa, por parte de la Legión de María, una asociación apostólica laica de católicos que realiza obras de caridad. 

En Burkina Faso, el recrudecimiento de la violencia a manos de grupos armados y yihadistas en la región del Sahel, ha desplazado a casi un millón de personas dentro de las fronteras del país. Esto se suma a la extrema vulnerabilidad causada por la crisis del COVID-19. En respuesta, la Comisión Católica Internacional de Migración (ICMC) y la Comisión Episcopal para la Pastoral de Migrantes y Refugiados (CEPMR) de Burkina Faso han puesto en marcha un programa conjunto para proteger a los niños desplazados (EN). Dicho programa tiene como objetivo brindar instrucción, asistencia sanitaria, atención psicosocial y asistencia para obtener documentos de identificación a los niños desplazados. Las actividades educativas proporcionan una educación no formal a los niños, hasta que éstos puedan incorporarse al sistema escolar formal. En la actualidad, unos 30 niños han recibido becas para asistir a escuelas locales. Otras áreas del proyecto tienen por objeto las actividades recreativas, la promoción de la higiene y el saneamiento, las campañas de vacunación y las revisiones médicas. La iniciativa ha sido posible gracias a la Raskob Foundation, que apoya programas de orientación católica en los EE.UU. y en todo el mundo.

El diálogo interreligioso

El diálogo entre religiones contribuye a unir a los creyentes de diferentes confesiones, que adoptan principios comunes de solidaridad y de amor por los demás seres humanos, evitando o superando los conflictos. En este tiempo de pandemia, encontrar puntos de encuentro y de diálogo entre religiones es más necesario que nunca para adoptar una visión de futuro común, cuya finalidad sea la realización del bien común y evitar los conflictos.

Líderes y representantes de las principales religiones e instituciones de la política mundial participaron, del 13 al 17 de octubre, en el Foro Interconfesional del G-20 (EN), que se celebra anualmente. Los participantes católicos destacaron la necesidad de que las personas se preparen para el futuro, como consecuencia de la pandemia del COVID-19. Los líderes religiosos tienen la oportunidad de garantizar la inclusión de los más vulnerables del mundo, como por ejemplo, las personas en movimiento. El Padre Augusto Zampini Davies, Secretario Adjunto del Dicasterio Vaticano para el Desarrollo del Servicio Humano Integral, explicó durante el Foro, que el COVID-19 está empeorando las desigualdades e injusticias ya existentes. Por esta razón, el diálogo interreligioso y la cooperación intercultural son cruciales en tiempos de crisis. Los funcionarios del Vaticano, junto con sus homólogos de otras Iglesias y confesiones, están escuchando “lo que ocurre sobre el terreno” y proporcionando asistencia. También trabajan, en colaboración con los gobiernos, en áreas relacionadas con la atención médica, el empleo, la seguridad alimentaria y la crisis ecológica. Puesto que el COVID-19 es algo nuevo, la religión debería aportar algo nuevo para “ayudar a curar”, trabajando juntos por una familia global y un planeta más saludable, dijo el P. Zampini.

La pandemia “ha exacerbado los prejuicios raciales y ha provocado un aumento de la violencia” contra las personas que viven al margen de la sociedad, “especialmente los migrantes, los refugiados y los presos, son las más afectadas”. De esta constatación nace el llamamiento conjunto lanzado por el Consejo Mundial de Iglesias y el Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso (CPDI), “Al servicio de un mundo herido en solidaridad interreligiosa: un llamado cristiano a la reflexión y a la acción durante y después de la pandemia del COVID-19” (IT; FR; EN; PT), en el que se anima a los cristianos a reflexionar sobre la importancia de la solidaridad interreligiosa, en este momento en el que el mundo se enfrenta a la crisis del COVID-19. Este llamamiento se dirige también a los practicantes de otras religiones, “que ya han respondido a la crisis del COVID-19”. El documento (EN) señala que todos los seres humanos pertenecen a una única familia, creada por Dios. Esto sirve como base para la solidaridad universal, siguiendo el ejemplo de Cristo en el servicio a los demás. En su introducción al documento, el cardenal Miguel Ángel Ayuso Guixot, Presidente del PCDI, señala que la pandemia “ha expuesto las heridas y la fragilidad de nuestro mundo, revelando que nuestras intervenciones deben enmarcarse en una solidaridad inclusiva, abierta a los fieles de otras tradiciones religiosas y a todas las personas de buena voluntad, dada la preocupación por toda la familia humana”.

El cardenal Charles Maung Bo de Yangon, presidente de la Federación de Conferencias Episcopales Asiáticas, dijo: “Considero que el diálogo es absolutamente esencial para la consolidación de la paz y la resolución de conflictos” (EN). Durante el encuentro celebrado en línea de la Freedom of Religion or Belief Network del Sudeste Asiático, afirmó que la religión no debe ser causa de conflicto. El Cardenal condenó la campaña emprendida por el ejército de Myanmar contra la minoría musulmana Rohingya en el estado de Rakhine. “Los crímenes cometidos contra los musulmanes en Myanmar, no solo en Rakhine sino en todo el país, atentan directamente contra la dignidad humana y todos nosotros, sea cual sea nuestra religión, debemos clamar justicia”, explicó. “[…] El diálogo interreligioso y la libertad de religión o de creencias van a la par, pero la una no debe verse comprometida por la otra”. Para que el diálogo interreligioso marque la diferencia, “debe replicarse a nivel de base; en las aldeas, en los vecindarios, entre las personas que conviven día a día, y no simplemente entre los líderes religiosos que se reúnen de vez en cuando”.

Voces de la Iglesia

El Padre John Luke Gregory, vicario general de la archidiócesis de Rodas y fraile franciscano de la Custodia de Tierra Santa, lleva viviendo y trabajando desde 2004 en la isla griega de Rodas. Rodas tiene un centro de acogida para refugiados y solicitantes de asilo procedentes de África y Oriente Medio. Desde que comenzaran a llegar los refugiados, el Vicariato de Rodas ha cuidado de estas personas (IT) y ha actuado como puente entre éstos y la comunidad local. “Además de las necesidades materiales, una sonrisa puede hacer mucho. Y, como nos dice el Papa Francisco, ‘el diálogo lleva a la amistad’”, nos recuerda el P. Luke. La Custodia de Tierra Santa, a través de la ONG Pro Terra Sancta, apoya este centro desde 2015, financiando la compra de alimentos, ropa y artículos de higiene personal. Cuando estalló la pandemia, las dificultades comenzaron a crecer. La aparición de algunos casos positivos de COVID-19 en el centro de acogida provocó su cierre, dejando a los refugiados aún más solos y aislados. Sin embargo, el P. Luke y dos hermanos franciscanos siguieron prestando su ayuda, proporcionando alimentos y artículos de primera necesidad, así como juguetes y álbumes para colorear para los niños. “Estos refugiados son el rostro de Cristo. No podría celebrar la Eucaristía y vivir mi fe si no reconociera a Cristo en el rostro de los pobres, si no les acogiera y compartiera con ellos lo que tengo” explica el P. Luke.

La hermana Neide Lamperti es una misionera scalabriniana con un carisma de servicio evangélico y misionero para los migrantes y refugiados más vulnerables (PT). “Para ser misioneros con los migrantes hay que tener el coraje necesario para arriesgar la propia vida mientras se proclama el Evangelio y una gran fe y confianza en Dios. Es Él quien nos guía en nuestro camino. Debemos cultivar la humildad y estar dispuestos a aprender de las personas. Debemos dejarnos formar y evangelizar por los pobres, abrir el corazón a la inculturación, aprender nuevos idiomas y comunicar mejor con los migrantes, aceptando las diferencias sin prejuicios ni discriminaciones”. Para la hermana Lamperti su misión es una llamada a poner en práctica formas concretas de aumentar el reconocimiento de los migrantes y refugiados por parte de la humanidad, para que puedan sentirse acogidos como personas e integrados con dignidad. Pero estar en misión con los migrantes nos recuerda también lo que significa luchar contra la construcción de muros, la propagación del miedo al otro y la denegación de asistencia a quienes buscan solo forjar vidas mejores para ellos y para sus familias. “Tenemos que salir a las periferias”, afirma el Papa Francisco, donde vive la gente, incluyendo a los migrantes y refugiados, en condiciones inhumanas. “Nos pide que seamos caminantes evangélicos, sin demasiado equipaje, sin medios, pero con la misma intención de Jesús de caminar con las personas, codo con codo, ayudándoles a mantener su fe y su esperanza en un mundo mejor”, concluye la Hna. Lamperti.

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