[…] La tarea primaria que corresponde a la Iglesia es la de testimoniar la misericordia de Dios y alentar respuestas generosas de solidaridad para abrir a un futuro de esperanza; porque allí donde crece la esperanza se multiplican también las energías y el compromiso para la construcción de un orden social y civil más humano y más justo, y surgen nuevas potencialidades para un desarrollo sostenible y sano.
Están impresas en mi mente las primeras visitas pastorales que he podido realizar en Italia. A Lampedusa, ante todo, donde he podido encontrar de cerca el sufrimiento de quienes, a causa de las guerras o de la miseria, se dirigen hacia la emigración en condiciones a menudo desesperantes; y donde he visto el encomiable testimonio de solidaridad de tantos que se prodigan en la obra de acogida.[…]