5 mayo 2019 | Discurso del Santo Padre, Discursos, Reunión, Visita apostólica

VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD EL PAPA FRANCISCO A BULGARIA Y MACEDONIA DEL NORTE [5-7 DE MAYO DE 2019] ENCUENTRO CON LAS AUTORIDADES, LA SOCIEDAD CIVIL Y EL CUERPO DIPLOMÁTICO DISCURSO DEL SANTO PADRE

Plaza Atanas Burov (Sofía)

Ahora, en esta coyuntura histórica, pasados 30 años del final del régimen totalitario que limitaba la libertad y las iniciativas, Bulgaria debe afrontar las consecuencias de la emigración, que se ha producido en los últimos decenios, en la que más de dos millones de connacionales han salido buscando nuevas oportunidades de trabajo. En ese mismo tiempo, Bulgaria —como otros países del viejo continente— tiene que hacer frente a lo que se puede considerar un nuevo invierno demográfico, que ha caído como una cortina de hielo sobre buena parte de Europa, consecuencia de una disminución de la confianza en el futuro. La caída de los nacimientos, por tanto, sumándose al intenso flujo migratorio, ha supuesto la despoblación y el abandono de tantos pueblos y ciudades. Además, Bulgaria debe hacer frente al fenómeno de aquellos que buscan entrar dentro de sus fronteras, para huir de la guerra y los conflictos o la miseria, e intentan alcanzar de cualquier forma las zonas más ricas del continente europeo, para encontrar nuevas oportunidades de existencia o simplemente un refugio seguro. Señor Presidente: Conozco el compromiso con el que, desde hace años, los gobernantes de este país se esfuerzan por crear las condiciones para que, sobre todo los jóvenes, no se vean obligados a emigrar. Quisiera animaros a seguir en este sentido, a realizar todo el esfuerzo posible para promover unas condiciones favorables con vistas a que los jóvenes puedan invertir sus nuevas energías y programar su futuro personal y familiar, encontrando en su patria las condiciones que les permitan llevar una vida digna. Y a vosotros, que conocéis el drama de la emigración, me permito sugeriros que, siguiendo vuestra tradición, no cerréis los ojos, ni el corazón, ni la mano a quien llama a vuestra puerta. Vuestro país se ha distinguido siempre como un puente entre el este y el oeste, capaz de favorecer el encuentro entre culturas, etnias, civilizaciones y religiones diferentes, que, desde hace siglos, han convivido aquí en paz. El desarrollo, también económico y civil, de Bulgaria pasa necesariamente a través del reconocimiento y la valorización de esta específica característica suya. Ojalá que esta tierra, delimitada por el gran río Danubio y las orillas del mar Negro, fertilizada por el trabajo humilde de tantas generaciones y abierta al intercambio cultural y comercial, integrada en la Unión Europea y con sólidos vínculos con Rusia y Turquía, pueda ofrecer a sus hijos un futuro de esperanza. Que Dios bendiga Bulgaria y la conserve pacífica y acogedora, y la haga próspera y feliz.