6 mayo 2019 | Discurso del Santo Padre, Discursos, Reunión, Visita apostólica

VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD EL PAPA FRANCISCO A BULGARIA Y MACEDONIA DEL NORTE [5-7 DE MAYO DE 2019] ENCUENTRO CON LA COMUNIDAD CATÓLICA DISCURSO DEL SANTO PADRE

Iglesia de San Miguel Arcángel de Rakovsky

En este sentido, quiero compartir con vosotros una experiencia reciente. Esta mañana, en el Campo de Refugiados de Vrazhdebna, tuve la alegría de reunirme con refugiados y personas acogidas de varios países del mundo que buscan un contexto de vida mejor que el que dejaron, y también he encontrado a los voluntarios de Cáritas [Aplauso a los voluntarios de Cáritas, que se ponen en pie, todos con la camiseta roja]. Cuando he entrado aquí y he visto a los voluntarios de Cáritas, he preguntado quiénes eran, porque pensaba que eran los bomberos. ¡Vestidos tan rojos! Allí [en el Centro de Vrazhdebna] me dijeron que el corazón del Centro —de este Campo de refugiados— nace de la conciencia de que toda persona es hija de Dios, independientemente de su etnia o confesión religiosa. Para amar a alguien no hay necesidad de exigir o pedirle un curriculum vitae; el amor “primerea”, va siempre por delante, se adelanta. ¿Por qué? Porque el amor es gratuito. En este centro de Cáritas son muchos los cristianos que aprendieron a ver con los mismos ojos del Señor, que no se detiene en adjetivos, sino que busca y espera a cada uno con ojos de Padre. ¿Sabéis una cosa? Tenemos que estar atentos. Hemos caído en la cultura del adjetivo: “esta persona es esto, esta persona es esto, esta persona es esto…”. Y Dios no quiere eso. Es una persona, es imagen de Dios. Nada de adjetivos. Dejemos que Dios ponga los adjetivos; nosotros pongamos el amor, en cada persona. Así, esto sirve también para el chismorreo. Con qué facilidad se da entre nosotros el chismorreo. “Ah, este es eso, este hace esto…”. Siempre “adjetivamos” a la gente. Yo nos estoy hablando de vosotros, porque sé que aquí no hay chismorreo, pero pensemos en el lugar donde se dicen chismes. Esto es el adjetivo: adjetivar a la gente. Tenemos que pasar de la cultura del adjetivo a la realidad del sustantivo. Ver con los ojos de la fe es la invitación a no ir por la vida poniendo etiquetas, clasificando qué persona es digna o no de amor, sino tratar de crear las condiciones para que toda persona pueda sentirse amada, especialmente aquellas que se sienten olvidadas de Dios porque son olvidadas de sus hermanos. Hermanos y hermanas, quien ama no pierde el tiempo en lamentarse, sino que siempre ve lo que puede hacer en concreto. En este centro habéis aprendido a ver los problemas, a reconocerlos, a mirarlos de frente, os dejáis interpelar y buscáis discernir con los ojos del Señor. Como dijo el papa Juan: «No he conocido nunca a un pesimista que haya terminado algo bueno». Los pesimistas no hagan nunca nada bueno. Los pesimistas arruinan todo. Cuando pienso en el pesimista, me viene a la mente una buena tarta: ¿Qué hace el pesimista? Hecha vinagre sobre la tarta, lo arruina todo. Los pesimistas lo arruinan todo. En cambio el amor abre las puertas, ¡siempre! Papa Juan tenía razón: «No he conocido nunca a un pesimista que haya terminado algo bueno». El Señor es el primero en no ser pesimista y continuamente está buscando abrir caminos de Resurrección para todos nosotros. El Señor es un optimista incorregible. Siempre busca pensar bien de nosotros, de llevarnos adelante, de apostar por nosotros. Qué lindas son nuestras comunidades cuando se convierten en talleres de esperanza. El optimista es un hombre o una mujer que crea esperanza en la comunidad.