[…] Jesús es la bendición para aquellos que están oprimidos por el yugo de la esclavitud, la esclavitud moral y la esclavitud material. Él libera con amor. A los que han perdido la autoestima por permanecer prisioneros de círculos viciosos, Jesús les dice: el Padre os ama, no os abandona, espera con una paciencia inquebrantable vuestro regreso (cf. Lucas 15, 20). A los que son víctimas de la injusticia y la explotación y no ven la salida, Jesús les abre la puerta de la fraternidad, donde pueden encontrar rostros, corazones y manos acogedores, donde pueden compartir la amargura y la desesperación, y recuperar algo de dignidad. A los que están gravemente enfermos y se sienten abandonados y desanimados, Jesús se acerca, toca con ternura las heridas, derrama el aceite del consuelo y transforma la debilidad en fuerza del bien para desatar los nudos más enredados. A los que están encarcelados y son tentados a encerrarse en sí mismos, Jesús les vuelve a abrir un horizonte de esperanza, empezando por un pequeño rayo de luz. […]