LLAMAMIENTO
Durante mi viaje a Chipre y Grecia pude tocar con la mano, una vez más, la
humanidad herida de los refugiados y de los migrantes. También constaté que
solo algunos países europeos están soportando la mayor parte de las
consecuencias del fenómeno migratorio en la zona mediterránea, mientras que
en realidad esto requiere una responsabilidad compartida por todos, de la cual
ningún país puede eximirse, porque es un problema de humanidad.
En particular, gracias a la generosa apertura de las autoridades italianas, he
podido traer a Roma un grupo de personas, que conocí durante mi viaje: hoy
están aquí en medio de nosotros algunos de ellos. ¡Bienvenidos! Nos haremos
cargo, como Iglesia, en los próximos meses. Es un pequeño signo, que espero
sirva de estímulo para otros países europeos, para que permitan a las realidades
eclesiales locales a hacerse cargo de otros hermanos y hermanas que deben ser
urgentemente ubicados, acompañados, promovidos e integrados.
Son muchas las Iglesias locales, las congregaciones religiosas y las
organizaciones católicas que están preparadas para acogerlos y acompañarlos
hacia una integración fecunda. ¡Solo es necesario abrir una puerta, la puerta del
corazón! ¡No dejemos de hacerlo en esta Navidad!