Después del Ángelus:
Queridos hermanos y hermanas:
En Ucrania corren ríos de sangre y de lágrimas. No se trata solo de una operación
militar, sino de guerra, que siembra muerte, destrucción y miseria. El número de
víctimas aumenta, al igual que las personas que huyen, especialmente las madres y
los niños. En ese país atormentado crece dramáticamente a cada hora la necesidad
de ayuda humanitaria.
Hago un llamamiento apremiante para que se aseguren realmente los corredores
humanitarios y se garantice y facilite el acceso de la ayuda a las zonas asediadas,
con el fin de proporcionar un alivio vital a nuestros hermanos y hermanas oprimidos
por las bombas y el miedo.
Agradezco a todos los que acogen a los prófugos. Por encima de todo, imploro que
cesen los ataques armados, para que prevalezcan las negociaciones —y prevalezca
el sentido común— y para que se vuelva a respetar el derecho internacional.
Y también quiero dar las gracias a los periodistas que, para garantizar la
información, arriesgan sus propias vidas. Gracias, hermanos y hermanas, por este
servicio. Un servicio que nos permite estar cerca del drama de esa población y nos
permite evaluar la crueldad de una guerra. Gracias, hermanos y hermanas.
Recemos juntos por Ucrania: tenemos sus banderas frente a nosotros. Recemos
juntos, como hermanos, a Nuestra Señora, Reina de Ucrania. Ave María…
La Santa Sede está dispuesta a todo, a ponerse al servicio de esta paz. En estos
días, dos cardenales han partido a Ucrania, para servir a la gente, para ayudar. El
Cardenal Krajewski, Limosnero, para llevar ayuda a los necesitados, y el Cardenal
Czerny, Prefecto ad interim del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano
Integral. La presencia de los dos cardenales allí es la presencia no solo del Papa,
sino de todo el pueblo cristiano que quiere acercarse y decir: «¡La guerra es una
locura! ¡Deténganse, por favor! ¡Miren qué crueldad!». […]