10 junio 2021 | Mensaje

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO CON MOTIVO DEL EVENTO DE SOLIDARIDAD EN EL 30o ANIVERSARIO DEL SISTEMA DE LA INTEGRACIÓN CENTROAMERICANA

Costa Rica

Excelencias,
señoras y señores:
Saludo cordialmente a los participantes en el Evento de Solidaridad, promovido
con ocasión del 30o aniversario del Sistema de la Integración Centroamericana,
en el que la Santa Sede participa como Observador extra-regional desde el año
2012. Esta iniciativa pretende movilizar apoyos para mejorar la situación de los
desplazados forzados y las comunidades que los acogen en la región de
Centroamérica y México.
La palabra solidaridad, que está en el centro de este evento, adquiere un
significado aún mayor en esta época de crisis pandémica, una crisis que ha
puesto a prueba al mundo entero, tanto a los países pobres como a los ricos.
La crisis sanitaria, económica y social provocada por el Covid-19 ha recordado a
todos que los seres humanos son como el polvo. Pero polvo valioso a los ojos de
Dios (Cf. Benedicto XVI, Audiencia General, 17 febrero 2010), que nos constituyó
como una única familia humana (Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen
gentium, 13).Y así como la familia natural educa a la fidelidad, la sinceridad, la
cooperación y el respeto, promoviendo la planificación de un mundo habitable y
a creer en las relaciones de confianza, incluso en condiciones difíciles, también la
familia de las naciones está llamada a dirigir su atención común a todos,
especialmente a los miembros más pequeños y vulnerables, sin ceder a la lógica
de la competencia y los intereses particulares (Cf. Audiencia General, 7 octubre
2015).
En estos últimos largos meses de la pandemia, la región centroamericana ha
visto el deterioro de las condiciones sociales que ya eran precarias y complejas a
causa de un sistema económico injusto. Este sistema desgasta a la familia (Cf.
Encuentro con los Obispos centroamericanos (SEDAC), 24 enero 2019), célula
básica de la sociedad. Y así, las personas, «sin hogar, sin familia, sin comunidad,
sin pertenencia» (Cf. Encuentro con los Obispos centroamericanos (SEDAC), 24
enero 2019), se encuentran desarraigadas y huérfanas, a merced de
«situaciones altamente conflictivas y de no rápida solución: violencia doméstica,
feminicidios— […]—, bandas armadas, criminales, tráfico de droga, explotación
sexual de menores y de no tan menores» (Cf. Encuentro con los Obispos
centroamericanos (SEDAC), 24 enero 2019). Estos factores, mezclados con la
pandemia y con una crisis climática caracterizada por una sequía cada vez más
intensa y huracanes cada vez más frecuentes, han dado a la movilidad humana
la connotación de un fenómeno forzado de masa, de manera que adquiere la
apariencia de un éxodo regional.
A pesar del innato sentido de hospitalidad inherente a los pueblos de
Centroamérica, las restricciones sanitarias han influido en el cierre de muchas
fronteras. Muchos se quedaron a mitad de camino, sin posibilidad de avanzar ni
de retroceder.
La pandemia también ha puesto de manifiesto la fragilidad de los desplazados
internos, que todavía «no entran en el sistema internacional de protección que
brinda la legislación internacional en materia de refugiados» (Dicasterio para el
Servicio del Desarrollo Humano Integral – Sección Migrantes y Refugiados,
Orientaciones pastorales sobre los desplazados internos, 2020) y a menudo se
quedan sin la protección adecuada.
Además, en las distintas fases del desplazamiento, tanto interno como externo,
hay un número creciente de casos de trata de seres humanos, trata que «es una
llaga en el cuerpo de la humanidad contemporánea, una llaga en la carne de
Cristo, es un delito contra la humanidad» (Discurso a los participantes en la
Conferencia Internacional sobre la trata de personas, 10 abril 2014).
Excelencias, señoras y señores:
Lo que he presentado aquí son algunos de los retos más relevantes que afectan
a la movilidad humana, un fenómeno que ha caracterizado la historia del ser
humano y que «trae consigo grandes promesas» (Mensaje con ocasión del
coloquio México – Santa Sede sobre movilidad humana y desarrollo, 14 julio
2014) para el futuro de la humanidad.
En este contexto, la Santa Sede, al tiempo que reafirma el derecho exclusivo de
los Estados a gestionar sus propias fronteras, espera un compromiso regional
común, sólido y coordinado, destinado a situar a la persona y su dignidad en el
centro de todo ejercicio político. En efecto, «el principio de la centralidad de la
persona humana […] nos obliga a anteponer siempre la seguridad personal a la
nacional. […] Las condiciones de los emigrantes, los solicitantes de asilo y los
refugiados, requieren que se les garantice la seguridad personal y el acceso a los
servicios básicos» (Mensaje para la 104.a Jornada Mundial del Migrante y del
Refugiado, 14 enero 2018).
Además de estas protecciones, es necesario adoptar mecanismos internacionales
específicos que den una protección concreta y reconozcan el «drama a menudo
invisible» de los desplazados internos, relegados «a un segundo plano en las
agendas políticas nacionales» (Mensaje para la 106.a Jornada Mundial del
Migrante y del Refugiado, 13 mayo 2020).
Deben tomarse medidas similares con respecto a nuestros numerosos hermanos
y hermanas que se ven obligados a huir debido a la aparición de la grave crisis
climática (Cf. Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral –
Sección Migrantes y Refugiados, Orientaciones pastorales sobre desplazados
climáticos, 2021). Estas medidas deben ir acompañadas de políticas regionales
de protección de nuestra “Casa común” destinadas a paliar el impacto tanto de
los fenómenos climáticos como de las catástrofes medioambientales provocadas
por el hombre en su labor de acaparamiento de tierras, deforestación y
apropiación del agua. Estas violaciones atentan gravemente contra los tres
ámbitos fundamentales del desarrollo humano integral: la tierra, la vivienda y el
trabajo (Cf. Discurso a los participantes en el Encuentro Mundial de Movimientos
Populares, 28 octubre 2014).
En cuanto a la trata de personas, hay que prevenir esta lacra mediante el apoyo
a las familias y la educación, y proteger a las víctimas con programas que
garanticen su seguridad, «la protección de la intimidad, un alojamiento seguro y
una adecuada asistencia social y psicológica» (Dicasterio para el Servicio del
Desarrollo Humano Integral – Sección Migrantes y Refugiados, Orientaciones
Pastorales sobre la Trata de Personas, 2019). Los niños más pequeños y las
mujeres merecen una atención especial: «Las mujeres son fuente de vida. Sin
embargo, son continuamente ofendidas, golpeadas, violadas, inducidas a
prostituirse y a eliminar la vida que llevan en el vientre. Toda violencia infligida a
la mujer es una profanación de Dios, nacido de una mujer» (Homilía, 1 enero
2020). Como dijo san Juan Pablo II, «la mujer no puede convertirse en “objeto”
de “dominio” y de “posesión” masculina» (Carta ap. Mulieris dignitatem, 15
agosto 1988). Todos estamos llamados a apoyar una educación que promueva la
igualdad fundamental, el respeto y el honor que merecen las mujeres.
La pandemia ha provocado una «crisis educativa sin precedentes»
(Vídeomensaje para el lanzamiento de la Misión 4.7 y el Pacto Educativo, 16
diciembre 2020), agravada por las restricciones y el aislamiento forzoso que han
puesto de manifiesto las desigualdades existentes y han aumentado el riesgo de
que los más vulnerables caigan en las traicioneras redes de tráfico dentro y fuera
de las fronteras nacionales. Ante los nuevos retos, debe intensificarse la
colaboración internacional para prevenir la trata, proteger a las víctimas y
perseguir a los delincuentes. Esta acción sinérgica se beneficiará en gran medida
con la participación de las organizaciones religiosas y las Iglesias locales, que
ofrecen no sólo asistencia humanitaria sino también acompañamiento espiritual
a las víctimas.
En tiempos de inconmensurable sufrimiento causado por la pandemia, la
violencia y los desastres ambientales, la dimensión espiritual no puede ni debe
ser relegada a una posición secundaria con respecto a la protección de la salud
física.«La condición para construir sociedades inclusivas está en una
comprensión integral de la persona humana, que se siente verdaderamente
acogida cuando se le reconocen y aceptan todas las dimensiones que conforman
su identidad, incluida la religiosa» (Discurso a los miembros del Cuerpo
Diplomático acreditado ante la Santa Sede, 8 enero 2018).
Excelencias, señoras y señores:
Frente a tantos desafíos apremiantes, también se aplica a esta región el
llamamiento sincero a construir una sociedad «humana y fraterna […] capaz de
preocuparse para garantizar de modo eficiente y estable que todos sean
acompañados en el recorrido de sus vidas» (Carta enc. Fratelli tutti, 3 octubre
2020). Se trata de un esfuerzo conjunto que va más allá de las fronteras
nacionales para permitir el intercambio regional: «La integración cultural,
económica y política con los pueblos cercanos debería estar acompañada por un
proceso educativo que promueva el valor del amor al vecino, primer ejercicio
indispensable para lograr una sana integración universal» (Carta enc. Fratelli
tutti, 3 octubre 2020).
La cooperación multilateral es una herramienta valiosa para promover el bien
común, prestando especial atención a las profundas y nuevas causas de los
desplazamientos forzados, de modo que «las fronteras no sean zonas de
tensión, sino brazos abiertos de reconciliación» (S. Juan Pablo II, Homilía, 6
marzo 1983). Hoy «nos enfrentamos […]a la elección entre uno de los dos
caminos posibles: uno conduce al fortalecimiento del multilateralismo […]; el
otro, da preferencia a las actitudes de autosuficiencia, nacionalismo,
proteccionismo, individualismo y aislamiento, dejando afuera los más pobres, los
más vulnerables, los habitantes de las periferias existenciales» (Vídeomensaje
con ocasión de la 75.a Asamblea General de las Naciones Unidas, 25 septiembre
2020).
La Iglesia camina junto a los pueblos de Centroamérica, que han sabido afrontar
las crisis con valentía y ser comunidades que acogen (Cf. Mensaje para la 107.a
Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, 3 mayo 2021), y los exhorta a
perseverar en la solidaridad con confianza mutua y esperanza audaz.
Les doy las gracias de corazón e invoco sobre todos ustedes y sobre las naciones
que representan la bendición del Señor.