1 diciembre 2022 | Mensaje

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS PARTICIPANTES EN LA OCTAVA CONFERENCIA «DIÁLOGOS ROMA MED»

¡Distinguidos damas y caballeros!
Un cordial saludo a todos con motivo de la VIII Conferencia de Diálogos Roma MED,
que desde hace varios años es una cita promovida por el Ministerio italiano de
Asuntos Exteriores y Cooperación Internacional y por el Instituto de Estudios
Políticos Internacionales, con el fin de promover políticas compartidas en el área
mediterránea.
El método de esta Conferencia es significativo e importante en sí mismo, a saber, el
compromiso con el diálogo, la discusión, la reflexión común, la búsqueda de
soluciones o incluso solo enfoques coordinados hacia aquellos que son, y solo
pueden ser, los intereses comunes de los pueblos que, en la diversidad de sus
respectivas culturas, pasan por alto el mare nostrum. Un mar que, en su historia
como medium terrarum, tiene una vocación de progreso, desarrollo y cultura que
lamentablemente parece haber perdido en el pasado reciente y que es necesario
recuperar con plenitud y convicción.
De hecho, el Mediterráneo tiene el gran potencial de poner en contacto a tres
continentes: un vínculo que históricamente, también a través de las migraciones,
ha sido sumamente fructífero. África, Asia y Europa la bordean, pero con demasiada
frecuencia olvidamos que las líneas que delimitan son también las que conectan, y
que la ambivalencia del término «frontera» también puede aludir a un objetivo
común: cum-finis. Este es un aspecto del que eran muy conscientes las
civilizaciones que nos precedieron y de las que el Mediterráneo fue cuna. Con pesar
tenemos que constatar que este mismo mar, hoy, cuesta vivirlo como lugar de
encuentro, de intercambio, de compartir y de colaboración. Sin embargo, al mismo
tiempo, es precisamente en esta encrucijada de la humanidad donde nos esperan
muchas oportunidades. Por tanto, debemos retomar la cultura del encuentro de la
que tanto nos hemos beneficiado, y no sólo en el pasado. De esta manera será
posible reconstruir un sentido de fraternidad, desarrollando, además de relaciones
económicas más justas, también más relaciones humanas, incluso con los
migrantes.

Esta Conferencia tiene la ventaja de relanzar la centralidad del Mediterráneo, a
través de discusiones sobre una agenda particularmente rica en temas, que van
desde cuestiones geopolíticas y de seguridad, a la protección de las libertades
humanas fundamentales, al desafío de la migración, al clima y crisis ambiental.
La importancia y multiplicidad de los temas sometidos a vuestra reflexión exige una
consideración fundamental. Esta variedad es en sí misma significativa de cómo los
temas ético-sociales no pueden desvincularse de las múltiples situaciones de crisis
geopolítica y también de los propios problemas ambientales. La idea de abordar
temas individuales de forma sectorial, por separado e independientemente de los
demás es, en este sentido, un pensamiento engañoso. De hecho, implica el riesgo
de llegar a soluciones parciales, defectuosas, que no sólo no solucionan los
problemas sino que los cronifican.
Pienso en particular en la incapacidad de encontrar soluciones comunes a la
movilidad humana en la región, que sigue provocando una pérdida de vidas
humanas inaceptable y casi siempre evitable, especialmente en el Mediterráneo. La
migración es esencial para el bienestar de esta zona y no se puede detener. Por lo
tanto, es del interés de todas las partes encontrar una solución que incluya los
diversos aspectos y las instancias correctas, que sea beneficiosa para todos, que
garantice tanto la dignidad humana como la prosperidad compartida.
La interconexión de los problemas exige que se examinen en conjunto, en una
visión coordinada y lo más amplia posible, como surgió abrumadoramente ya
durante la crisis de la pandemia, otra clara confirmación de que nadie se salva solo.
Esta globalización de los problemas reaparece hoy a propósito del dramático
conflicto bélico que se desarrolla en Europa, entre Rusia y Ucrania, del cual,
además de los incalculables daños de cada guerra en términos de víctimas civiles y
militares, la crisis energética, la crisis financiera, la crisis humanitaria de tantas
personas inocentes obligadas a abandonar sus hogares y perder sus bienes más
preciados y, finalmente, la crisis alimentaria, que afecta a un número creciente de
personas en todo el mundo, especialmente en los países más pobres. De hecho, el
conflicto ucraniano está produciendo enormes repercusiones en los países del norte
de África, que dependen en un 80% del trigo procedente de Ucrania o Rusia. Esta
crisis nos insta a considerar la totalidad de la situación real desde una perspectiva
global, así como sus efectos son globales. Por tanto, así como no se puede pensar
en abordar la crisis energética al margen de la política, no se puede al mismo
tiempo solucionar la crisis alimentaria al margen de la persistencia de los conflictos,
o la crisis climática sin tener en cuenta el problema migratorio, o el rescate de las
economías más frágiles o incluso la protección de las libertades fundamentales.
Tampoco se puede tener en cuenta restar valor a la inmensidad del sufrimiento

humano sin tener en cuenta la crisis social, en la que, por rédito económico o
político, se devalúa la persona humana y se pisotean los derechos humanos.
Todos debemos tomar cada vez más conciencia de que el grito de nuestro
maltrecho planeta es inseparable del grito de la humanidad doliente. En este
sentido, resuenan tan actuales como siempre las palabras dictadas hace cerca de
dos mil años por San Pablo en la Carta a los Romanos, donde presenta el destino
común de la humanidad y de la creación, que -dice el Apóstol- alimenta la
esperanza de ser liberados de la esclavitud de la corrupción, para entrar en la
libertad de la gloria de los hijos de Dios, por la cual toda la creación gime y sufre
dolores de parto hasta el día de hoy (ver 8:21-22).
Esta no es sólo una meta sobrenatural, sino también el horizonte del compromiso
de los hombres y mujeres de buena voluntad. ¡Que sea también el horizonte de
vuestros diálogos! Con este augurio os deseo un trabajo sereno y fecundo,
asegurándonos mi oración por ello e invocando la bendición de Dios sobre todos
vosotros.