[…] Es el primer anuncio: “Ha resucitado”. Y después la confusión, el corazón cerrado, las apariciones. Pero los discípulos permanecieron encerrados todo el día en el Cenáculo, porque tenían miedo de que les ocurriera lo mismo que le sucedió a Jesús. Y la Iglesia no cesa de decir a nuestras derrotas, a nuestros corazones cerrados y temerosos: “Parad, el Señor ha resucitado”. Pero si el Señor ha resucitado, ¿cómo están sucediendo estas cosas? ¿Cómo suceden tantas desgracias, enfermedades, tráfico de personas, trata de personas, guerras, destrucciones, mutilaciones, venganzas, odio? ¿Pero dónde está el Señor?[…]