15 mayo 2014 | Discurso del Santo Padre, Discursos

DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO CON MOTIVO DE LA PRESENTACIÓN DE LAS CARTAS CREDENCIALES DE LOS EMBAJADORES DE SUIZA, LIBERIA, ETIOPÍA, SUDÁN, JAMAICA, SUDÁFRICA, INDIA

Sala Clementina

[…] Contemplando los desafíos que en este tiempo nuestro es urgente afrontar para construir un mundo más pacífico, quisiera destacar dos: el comercio de armas y las migraciones forzadas. […]

[…] Otro desafío a la paz que está al alcance de nuestros ojos, y que lamentablemente asume en algunas regiones y en ciertos momentos el carácter de auténtica tragedia humana, es el de las migraciones forzadas. Se trata de un fenómeno muy complejo, y es necesario reconocer que se están realizando esfuerzos considerables por parte de las Organizaciones internacionales, los Estados, las fuerzas sociales, así como de las comunidades religiosas y del voluntariado, para tratar de dar respuesta de modo civil y organizado a los aspectos más críticos, a las emergencias, a las situaciones de mayor necesidad. Pero, también aquí, nos damos cuenta de que no nos podemos limitar a resolver las emergencias. Ahora el fenómeno se ha manifestado en toda su amplitud y en su carácter, por decirlo así, epocal. Ha llegado el momento de afrontarlo con una mirada política seria y responsable, que implique a todos los niveles: global, continental, de macro-regiones, de relaciones entre Naciones, incluso a nivel nacional y local.

[…] El fenómeno de las migraciones forzadas está estrechamente vinculado a los conflictos y a las guerras, y, por lo tanto, también al problema de la proliferación de las armas, del que hablaba antes. Son heridas de un mundo que es nuestro mundo, en el cual Dios nos ha puesto para vivir hoy y nos llama a ser responsables de nuestros hermanos y de nuestras hermanas, para que no se viole la dignidad de ningún ser humano. Sería una absurda contradicción hablar de paz, negociar la paz y, al mismo tiempo, promover o permitir el comercio de armas. Podríamos también pensar que sería una actitud en cierto sentido cínica proclamar los derechos humanos y, al mismo tiempo, ignorar o no hacerse cargo de hombres y mujeres que, obligados a dejar su tierra, mueren en el intento o no son acogidos por la solidaridad internacional. […]