[…] Hoy, quizás más que nunca, nuestro mundo cada vez más globalizado
requiere urgentemente un diálogo y una colaboración sinceros y respetuosos,
capaces de unirnos para hacer frente a las graves amenazas que se ciernen
sobre nuestro planeta e hipotecan el futuro de las generaciones más jóvenes. En
mi reciente encíclica, Fratelli tutti expresaba el deseo de que «en esta época que
nos toca vivir, reconociendo la dignidad de cada persona humana, podamos
hacer renacer entre todos un deseo mundial de hermandad» (n. 8). La presencia
de la Santa Sede en la comunidad internacional está al servicio del bien común
mundial, llamando la atención sobre los aspectos antropológicos, éticos y
religiosos de las diversas cuestiones que afectan a la vida de las personas, los
pueblos y las naciones enteras.
Espero que vuestra actividad diplomática como representantes de vuestras
naciones ante la Santa Sede favorezca la «cultura del encuentro» (Fratelli tutti,
215), tan necesaria para superar las diferencias y divisiones que tan a menudo
obstaculizan la realización de los altos ideales y objetivos propuestos por la
comunidad internacional. Cada uno de nosotros está invitado, en efecto, a
trabajar diariamente para la construcción de un mundo cada vez más justo,
fraternal y unido. […]