3 octubre 2020 | Encíclicas

CARTA ENCÍCLICA FRATELLI TUTTI SOBRE LA FRATERNIDAD Y LA AMISTAD SOCIAL

SIN DIGNIDAD HUMANA EN LAS FRONTERAS

37. Tanto desde algunos regímenes políticos populistas como desde
planteamientos económicos liberales, se sostiene que hay que evitar a toda
costa la llegada de personas migrantes. Al mismo tiempo se argumenta que
conviene limitar la ayuda a los países pobres, de modo que toquen fondo y
decidan tomar medidas de austeridad. No se advierte que, detrás de estas
afirmaciones abstractas difíciles de sostener, hay muchas vidas que se
desgarran. Muchos escapan de la guerra, de persecuciones, de catástrofes
naturales. Otros, con todo derecho, «buscan oportunidades para ellos y para sus
familias. Sueñan con un futuro mejor y desean crear las condiciones para que se
haga realidad» (Exhort. ap. postsin. Christus vivit, 25 marzo 2019, 91).

38. Lamentablemente, otros son «atraídos por la cultura occidental, a veces con
expectativas poco realistas que los exponen a grandes desilusiones. Traficantes
sin escrúpulos, a menudo vinculados a los cárteles de la droga y de las armas,
explotan la situación de debilidad de los inmigrantes, que a lo largo de su viaje
con demasiada frecuencia experimentan la violencia, la trata de personas, el
abuso psicológico y físico, y sufrimientos indescriptibles» (Exhort. ap. postsin.
Christus vivit, 25 marzo 2019, 92). Los que emigran «tienen que separarse de
su propio contexto de origen y con frecuencia viven un desarraigo cultural y
religioso. La fractura también concierne a las comunidades de origen, que
pierden a los elementos más vigorosos y emprendedores, y a las familias, en
particular cuando emigra uno de los padres o ambos, dejando a los hijos en el
país de origen» (Exhort. ap. postsin. Christus vivit, 25 marzo 2019, 93). Por
consiguiente, también «hay que reafirmar el derecho a no emigrar, es decir, a
tener las condiciones para permanecer en la propia tierra» (Benedicto XVI,
Mensaje para la 99.ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, 12 octubre
2012).

39. Para colmo «en algunos países de llegada, los fenómenos migratorios
suscitan alarma y miedo, a menudo fomentados y explotados con fines políticos.
Se difunde así una mentalidad xenófoba, de gente cerrada y replegada sobre sí
misma» (Exhort. ap. postsin. Christus vivit, 25 marzo 2019, 92). Los migrantes
no son considerados suficientemente dignos para participar en la vida social
como cualquier otro, y se olvida que tienen la misma dignidad intrínseca de
cualquier persona. Por lo tanto, deben ser «protagonistas de su propio rescate»
(Mensaje para la 106.ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado 2020, 13
mayo 2020). Nunca se dirá que no son humanos pero, en la práctica, con las
decisiones y el modo de tratarlos, se expresa que se los considera menos
valiosos, menos importantes, menos humanos. Es inaceptable que los cristianos
compartan esta mentalidad y estas actitudes, haciendo prevalecer a veces
ciertas preferencias políticas por encima de hondas convicciones de la propia fe:
la inalienable dignidad de cada persona humana más allá de su origen, color o
religión, y la ley suprema del amor fraterno.

40. «Las migraciones constituirán un elemento determinante del futuro del
mundo» (Discurso al Cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, 11
enero 2016). Pero hoy están afectadas por una «pérdida de ese “sentido de la
responsabilidad fraterna”, sobre el que se basa toda sociedad civil» (Discurso al
Cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, 13 enero 2014). Europa, por
ejemplo, corre serios riesgos de ir por esa senda. Sin embargo, «inspirándose en
su gran patrimonio cultural y religioso, tiene los instrumentos necesarios para
defender la centralidad de la persona humana y encontrar un justo equilibrio
entre el deber moral de tutelar los derechos de sus ciudadanos, por una parte, y,
por otra, el de garantizar la asistencia y la acogida de los emigrantes» (Discurso
al Cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, 11 enero 2016).

41. Comprendo que ante las personas migrantes algunos tengan dudas y sientan
temores. Lo entiendo como parte del instinto natural de autodefensa. Pero
también es verdad que una persona y un pueblo sólo son fecundos si saben
integrar creativamente en su interior la apertura a los otros. Invito a ir más allá
de esas reacciones primarias, porque «el problema es cuando esas dudas y esos
miedos condicionan nuestra forma de pensar y de actuar hasta el punto de
convertirnos en seres intolerantes, cerrados y quizás, sin darnos cuenta, incluso
racistas. El miedo nos priva así del deseo y de la capacidad de encuentro con el
otro» (Mensaje para la 105.ª Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, 27
mayo 2019).