Trabajo para todos, incluidos migrantes y refugiados

Trabajo para todos, incluidos migrantes y refugiados


BOLETÍN 2022 | #1

Trabajo para todos, incluidos migrantes y refugiados

 

Este momento decisivo de la historia social y económica del mundo plantea una serie de retos, serios y enormes, y a su vez representa una oportunidad para determinar el futuro de nuestra sociedad. En esta coyuntura crítica, debemos prestar especial atención al mundo del trabajo. 

Para construir un futuro más justo, en el que se sitúe al ser humano en el centro, se necesita abandonar la visión actual del trabajo como medio de producción y devolverle el lugar que le corresponde, es decir, como un actus personae, un acto de la persona. El trabajo es para los seres humanos y no a la inversa. En este contexto, la doctrina social de la Iglesia Católica reconoce tanto el deber de trabajar, para contribuir al desarrollo humano, como el derecho al trabajo, para que un individuo pueda mantenerse a sí mismo y a su familia. 

Las personas que carecen de empleo corren el peligro de quedarse relegadas a los márgenes de la sociedad. Teniendo esto en cuenta, nuestro Boletín examinará los principales retos a los que se enfrentan los migrantes y los refugiados cuando acceden al mundo del trabajo. Se prestará especial atención a las repercusiones de la pandemia en sus vidas, así como su exclusión laboral o la obligación a trabajar, bajo coacción, de manera irregular o precaria. El Boletín también presentará buenas prácticas destinadas a facilitar el acceso de los migrantes y los refugiados al empleo y proteger a quienes se incorporan al mercado laboral.


La Comisión vaticana COVID-19 


Dada la extrema importancia del trabajo para la promoción de la dignidad humana y el desarrollo humano integral, la Comisión vaticana COVID-19 (VCC-19) lanzó, en noviembre de 2021, el proyecto
Trabajo para Todos. La VCC-19 se propone emprender un camino de discernimiento, con las comunidades católicas locales de todo el mundo, sobre el futuro del mundo laboral y los cambios estructurales necesarios para construir un futuro en el que haya trabajo para todos. 

Las comunidades católicas locales han expresado su profunda preocupación por la exacerbación de las preexistentes desigualdades socioeconómicas y ecológicas en el sector laboral durante la pandemia, y cómo el virus mismo ha ido transformando tales desigualdades en una red de injusticias que se refuerzan recíprocamente. Por lo tanto, estas comunidades locales han hecho hincapié en la necesidad de un cambio radical tras el COVID-19. 

A la luz de estas preocupaciones y testimonios, especialmente de quienes provienen de los márgenes de la sociedad, la VCC-19 conectará a los artífices del cambio con las mejores prácticas en todo el mundo para proponer un camino inclusivo hacia el futuro, empezando por la creación de empleos decentes, sostenibles y resilientes. Estas soluciones están concebidas para desarrollarse y traducirse en recursos pastorales diseñados localmente, que se basan en la mejor reflexión científica y teológica disponible, y son capaces de inspirar la acción colectiva y la esperanza en un futuro mejor. 


Papa Francisco


“En una sociedad realmente desarrollada, el trabajo es una dimensión irrenunciable de la vida social, ya que no sólo es un modo de ganarse el pan, sino también un cauce para el crecimiento personal, para establecer relaciones sanas, para expresarse a sí mismo, para compartir dones, para sentirse corresponsable en el perfeccionamiento del mundo, y en definitiva para vivir como pueblo”. Con estas palabras de la Encíclica
Fratelli tutti (n. 162), el Papa Francisco nos transmite un mensaje claro sobre la importancia del trabajo para el futuro de la humanidad. 

Para salir de esta crisis y soñar con un futuro diferente, el Papa Francisco nos pide, como Pueblo de Dios, “elegir la fraternidad por encima del individualismo”, escuchar el “grito que se eleva desde las periferias de la sociedad” y llevar al centro a quienes son marginados, como participantes activos en el proceso de cambio. Como afirmó el Santo Padre en Laudato si’ (n. 128), “ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias. El gran objetivo debería ser siempre permitirles una vida digna a través del trabajo”.

En su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2022, el Papa Francisco señaló que “el impacto de la crisis sobre la economía informal, que a menudo afecta a los trabajadores migrantes, ha sido particularmente devastador. A muchos de ellos las leyes nacionales no los reconocen, es como si no existieran. Tanto ellos como sus familias viven en condiciones muy precarias, expuestos a diversas formas de esclavitud y privados de un sistema de asistencia social que los proteja”. 

El Santo Padre destacó que, gracias al trabajo de muchos migrantes, se satisfacen las necesidades básicas de las sociedades más desarrolladas. Otros, en cambio, intentan sobrevivir sin un trabajo estable y a menudo son víctimas de la explotación. Asimismo, en el libro Soñemos juntos, el Papa Francisco afirma que estas periferias existenciales albergan también “movimientos sociales, parroquiales, educativos, capaces de nuclear a las personas, volverlas protagonistas de sus propias historias […] [ellos] se nuclean buscando transformar la injusticia en una posibilidad: los llamo poetas sociales”. El Papa considera que su búsqueda de dignidad y su negativa a resignarse a las injusticias, es la fuente de la que debe fluir el cambio. Este Boletín nace de la inspiración del Papa y pretende dar voz a estos “poetas sociales”.


Testimonios y Reflexiones


Los refugiados se ven obligados a abandonar sus respectivos países, trayendo consigo sólo lo indispensable e historias de sufrimiento. Deben reconstruir sus vidas desde cero en un país extranjero, donde es muy difícil acceder a los servicios básicos y disponer de la documentación necesaria para trabajar. Sin embargo, los refugiados demuestran a menudo una notable resiliencia y fuerza de voluntad. Esa es
la historia de Gahizi, una refugiada congoleña en Malawi que tuvo que abandonar su país debido a la violencia intertribal. Huyó con su hermana después de que los soldados mataran a sus padres y quemaran su casa. Como refugiada en Malawi, Gahizi no permitió que el sufrimiento de su pasado condicionara su esperanza para el futuro. Gracias a su participación en el Programa de Inclusión Digital del JRS, Gahizi consiguió un trabajo. La oportunidad de trabajar y ser autosuficientes es una de las formas más eficaces para que los refugiados reconstruyan sus vidas y contribuyan de manera positiva a la vida de sus comunidades.

En el lugar de trabajo, informal es a menudo sinónimo de invisibilidad. Durante la pandemia y el confinamiento, el trabajo informal a menudo se ha visto excluido de las políticas de bienestar. El diálogo con los movimientos populares constituye un pilar fundamental en el Magisterio del Papa Francisco. Son asociaciones autogestionadas, utilizadas por los trabajadores de la “economía informal” para hacer frente a los principales problemas que se derivan de su precariedad extrema. En un artículo publicado en la revista jesuita Aggiornamenti Sociali (IT), el Card. Michael Czerny, Prefecto ad interim del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, colaboró con el editor Paolo Foglizzo para reflexionar juntos sobre las palabras del Papa Francisco en el IV Encuentro Mundial de Movimientos Populares (EMMP). En su discurso, el Santo Padre reconoció la doble identidad de los miembros de los movimientos populares: son víctimas de un sistema injusto y son los protagonistas de su propia redención y los artífices de alternativas creativas. Por lo tanto, el artículo hace hincapié en el énfasis que el Papa atribuye a las periferias, como puntos de observación privilegiados desde los que contemplar la realidad del mundo. Por esta razón, los movimientos populares tienen “la responsabilidad […] de no permanecer en silencio, para que el anuncio de lo que se ve desde las periferias pueda llegar a toda la sociedad”. 

La esclavitud moderna es un fenómeno creciente y alarmante, incluso en las regiones más desarrolladas y democráticas del mundo. A personas en condiciones desesperadas se les da un trabajo no remunerado o se les promete un trabajo que en realidad no existe. La pandemia ha exacerbado la vulnerabilidad de las víctimas y los traficantes son más difíciles de perseguir, debido a que recurren cada vez más a la tecnología digital. Ejemplo de ellos es Aranya, no creía que la esclavitud existiera en la Australia moderna (EN). Fue engañada por personas que consideraba amigas. En lugar de una habitación donde quedarse y un trabajo como ama de llaves, terminó pagando $ 100 por semana para dormir en el suelo de la cocina de la casa de un desconocido, casa que debía limpiar sin ser retribuida por ello. Más tarde, Aranya fue reclutada para trabajar en un salón de masajes, que también era un burdel; cobraba por cliente y tenía que trabajar un mínimo de 10 horas al día, todo ello sin tener ni idea de cómo poder escapar. Las víctimas de la esclavitud moderna son a menudo amenazadas o chantajeadas. “Me sentía perdida y era vulnerable. Estaba bajo shock y no sabía qué hacer, así que simplemente lo acepté”, dijo Aranya.

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