Boletín post-COVID: Crisis alimentaria y desplazamiento

Boletín post-COVID: Crisis alimentaria y desplazamiento


“Trabajemos todos juntos para avanzar hacia un nuevo horizonte de amor y paz, de fraternidad y solidaridad, de apoyo mutuo y acogida”. Papa Francisco


BOLETÍN M&R #5 | Junio de 2021 

Crisis alimentaria y desplazamiento

 

El número de personas que padecen los estragos del hambre y de la inseguridad alimentaria ha crecido constantemente debido a una combinación de factores adversos como los conflictos armados, el cambio climático y la pobreza. La pandemia del COVID-19 ha contribuido aún más a la fragilidad del sistema alimentario mundial. “Unos 270 millones de personas, en 79 países, este año no tienen acceso a una alimentación adecuada, de ellos, 34 millones se enfrentan a niveles de emergencia de inseguridad alimentaria aguda y corren un alto riesgo de hambruna”, denuncia la ICMC (Comisión Católica Internacional para las Migraciones).  

Millones de civiles, que viven en zonas de conflicto, se enfrentan al espectro de la hambruna. Los fenómenos meteorológicos extremos también agravan la situación, pues traen consigo hambre y destrucción de tierras, ganado y cultivos. A esta difícil situación se le suma el brote del COVID-19, que ha llevado a períodos largos de confinamiento y a una recesión económica, con importantes pérdidas de ingresos entre los trabajadores pobres. Debido al deterioro de la producción y distribución de productos agrícolas, el problema de la seguridad alimentaria ha empeorado. Por último, pero no por ello menos importante, debido al cierre de las escuelas millones de niños se han visto privados de su única comida al día.

La Sección Migrantes y Refugiados considera que la comunidad mundial debe actuar de forma conjunta para construir sistemas alimentarios más sostenibles, como base de sociedades que sean estables y pacíficas a largo plazo. Es igualmente importante proteger a las personas más vulnerables y mantenerlas a salvo del peligro de sufrir hambrunas. En este boletín se presentarán los últimos análisis realizados por la Comisión vaticana COVID-19 (VCC-19), que incluyen también posibles soluciones a la crisis alimentaria mundial; asimismo, se compartirán las mejores prácticas adoptadas por algunos agentes católicos, que intentan ayudar a las personas empobrecidas y vulnerables a no morir de inanición.


Trabajar por una soberanía alimentaria post-COVID-19


El Papa Francisco considera que todos somos responsables del hambre en el mundo. La falta de inversión en el sector agrícola y una distribución desigual de los frutos de la tierra, así como el cambio climático y el aumento de los conflictos, son problemas ante los cuales no podemos permanecer indiferentes y resignados. El desperdicio cotidiano de toneladas de alimentos es intolerable, considerando los millones de personas que mueren de hambre. Con motivo de la Jornada Mundial de la Alimentación 2019, el Papa Francisco afirmó que “lo que acumulamos y desperdiciamos es el pan de los pobres”. En
Fratelli tutti, el Papa Francisco sugiere establecer un ‘fondo mundial’, a través del cual todo el dinero que se emplea ahora para armas y otros gastos militares, se reasigne para “acabar de una vez con el hambre y para el desarrollo de los países más pobres, de tal modo que sus habitantes no acudan a soluciones violentas o engañosas ni necesiten abandonar sus países para buscar una vida más digna”.  

La VCC-19 prestó especial atención a los alimentos en la planificación para el futuro, ya que la incidencia del hambre ha aumentado notablemente. El Grupo de Trabajo que se centra en la Economía elaboró un resumen ejecutivo sobre la crisis alimentaria durante la pandemia del COVID-19 (EN). En el documento se evidencia una crisis alimentaria preexistente, agravada durante la pandemia, debido a los fracasos económicos y políticos. Una nueva sociedad post-COVID-19 debe garantizar el acceso universal a los alimentos y alcanzar la soberanía alimentaria para las personas y las comunidades. Para ello, “debemos, en primer lugar, reducir el desperdicio de alimentos y mejorar la eficiencia en la producción de alimentos”. A continuación, debemos tomar medidas contra la concentración del poder del mercado y los monopolios, recalcó el Grupo de Trabajo. 

Paralelamente, el Grupo de Trabajo centrado en la Seguridad de la VCC-19 (EN) hizo hincapié en que los más vulnerables son quienes sufren los peores efectos de la hambruna. De hecho, las primeras regiones afectadas por la hambruna han sido las que ya estaban atrapadas en la “trampa del conflicto”. En el documento se utiliza el término ‘sensibilidad al conflicto’ para describir aquellos “programas de desarrollo que responden a las necesidades de las víctimas de los conflictos armados”, como las iniciativas de salud y alimentarias, en línea con la opción preferencial de la Iglesia por los pobres. Las Iglesias y los grupos religiosos están llamados a ayudar a los gobiernos a incorporar estas políticas sensibles a los conflictos en la ayuda humanitaria y en la reducción de la deuda, con el objetivo de garantizar la seguridad alimentaria. 

Por último, en su tercer boletín (EN), el Grupo de Trabajo centrado en la Seguridad de la VCC-19 examinó cómo el coronavirus está causando un enorme sufrimiento en todo el mundo, sobre todo en las zonas de conflicto, puesto que también ha provocado hambrunas, incrementando así el número de conflictos. La inseguridad alimentaria es, por tanto, no sólo causa sino también consecuencia del conflicto. Los conflictos persistentes y la inseguridad alimentaria son, en su conjunto, responsables de que millones de personas emigren de sus comunidades. En conclusión, el hambre y el desplazamiento no pueden evitarse si no se produce un alto el fuego a nivel mundial.  

El viernes 16 de octubre, el arzobispo Gabriele Caccia, Observador Permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, presentó en Nueva York una declaración sobre desarrollo agrícola, seguridad alimentaria y nutrición (EN). Afirmó que poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria, mejorar la nutrición y promover la agricultura sostenible, deben seguir siendo una prioridad fundamental para la comunidad internacional. La pobreza y el hambre, dijo, deben abordarse conjuntamente, mediante un enfoque que combine la inclusión económica, la protección social y el apoyo a los medios de vida sostenibles. Describió cómo la pandemia ha exacerbado la desnutrición y la inseguridad alimentaria de múltiples formas, y reafirmó el compromiso de la Santa Sede de trabajar para que todos tengan acceso a su “pan de cada día”.

Medidas concretas para mitigar el hambre


En una
carta abierta a las naciones del mundo, las organizaciones religiosas de ayuda instaron a los gobiernos a hacer frente a la hambruna mundial: 34 millones de personas mueren de hambre. “No podemos permitir que se pierda la esperanza”, escribieron. De hecho, gracias a la labor que desempeñan cada día los agentes católicos, que ayudan a las personas a alimentarse a sí mismas y a sus familias, se han evitado algunas de las peores consecuencias. Sin embargo, “todos tenemos un papel que desempeñar”. A continuación, recogemos algunos ejemplos representativos de estas obras de caridad cristiana.

Los grupos católicos que trabajan en el campamento de refugiados de Palabek, Uganda, distribuyeron la poca comida que tenían entre los refugiados, para ayudarles a sobrevivir a la hambruna. El P. Bosco Palabek repartió paquetes de alimentos y aceite de cocina entre los refugiados. Sin embargo, la Hna. Lucy Akera, de las Hermanas de María Inmaculada de Gulu, comprendió enseguida la necesidad de hallar una solución a largo plazo para luchar contra el hambre. Comenzó a formar a los refugiados, distribuir herramientas y semillas entre ellos para que pudieran plantar y cosechar cultivos con el objetivo de ayudar a mitigar la escasez de alimentos en medio de la pandemia del COVID-19 (EN). La formación incluye técnicas para preparar el terreno, la selección de semillas, la siembra, el manejo de malezas, la gestión de la fertilidad del suelo, la cosecha y el manejo y almacenamiento de la cosecha. La mayoría de los refugiados poseen ahora pequeños huertos alrededor de sus chozas, que les garantizan los productos necesarios para que sus hijos dispongan de suficientes alimentos nutritivos.    

El actual conflicto ha privado a millones de yemeníes de un hogar, a esto se le debe sumar que padecen también una situación extrema de desnutrición. El hambre afecta a 14 millones de yemeníes y cinco millones de personas están en peligro de muerte por inanición. CAFOD trabaja con comunidades afectadas por el conflicto en el sur de Yemen (EN), junto con un socio que no puede ser identificado por razones de seguridad. Su proyecto se centra en la distribución de dinero de emergencia entre las familias más vulnerables, dado que éstas simplemente no pueden permitirse comprar alimentos. Además, han podido prestar servicios esenciales de nutrición, como exámenes para identificar los casos agudos de malnutrición en niños menores de cinco años y madres lactantes. También han formado a voluntarios de la comunidad para detectar los peores casos de malnutrición que se registran en sus comunidades, y han organizado todo lo necesario para que las madres y los bebés puedan recibir los tratamientos oportunos en los centros de salud disponibles o en el propio hogar. 

Cáritas Colombia ha lanzado un proyecto, que se implementará en cinco municipios de Caquetá, para garantizar la seguridad alimentaria de las familias campesinas, promoviendo prácticas agroecológicas y diseñando modelos de negocio sostenibles. Con su proyecto SADER, Cáritas Colombia enfoca sus esfuerzos en procesos de reconciliación, la reconstrucción del tejido social y la promoción de las condiciones de desarrollo rural, en un territorio que se ha visto afectado por el conflicto armado, contribuyendo así a la seguridad alimentaria y el mejoramiento de los ingresos por parte de la población rural. Los principales retos se centran en la permanencia y continuidad de los procesos por parte de las comunidades que permita mantener durante el tiempo la capacidad de condiciones de buena alimentación, independientemente de factores externos que puedan afectar a los más vulnerables.

En la India, una vez concluido el período de confinamiento impuesto por la pandemia, muchas de las personas que se habían beneficiado de las ayudas concedidas, han seguido buscando asistencia, especialmente los migrantes, los indigentes, las personas en situación de calle y quienes no pueden alimentarse por sí mismos. En Nerul se puso en marcha un proyecto de ‘frigorífico comunitario’ llamado Don Bosco Cares (EN), para ayudar a quienes pasan días enteros sin comer o se van hambrientos a la cama, ya que no logran encontrar trabajo o conseguir limosnas para alimentarse a sí mismos y a sus hijos. La comida y las bebidas se conservan en un frigorífico y quienes están necesitados y hambrientos solo tienen que abrir la nevera y tomar lo que necesitan para saciar su apetito; al lado del frigorífico se ha colocado una caja que contiene tentempiés, ropa de segunda mano y mascarillas hechas a mano para los más necesitados.


Voces de la Iglesia: somos responsables los unos de los otros


El Papa Francisco señaló que “para la humanidad, el hambre no es sólo una tragedia sino una vergüenza”. En su
vídeo mensaje con ocasión de la celebración del Día Mundial de la Alimentación 2020, el Papa dijo que el hambre se debe en gran medida a “una distribución desigual de los frutos de la tierra, a lo que se añade la falta de inversiones en el sector agrícola, las consecuencias del cambio climático y el aumento de los conflictos en distintas zonas del planeta”, así como a las toneladas de alimentos que se desechan. El Santo Padre destacó “la necesidad de actuar conjuntamente y con la voluntad firme para poder generar iniciativas que mejoren nuestro entorno y promuevan la esperanza de muchas personas y de muchos pueblos”. El progreso en el campo de la producción y el consumo de alimentos es algo valioso y justo, cuando se trata de adoptar soluciones innovadoras que se esfuerzan por lograr la sostenibilidad y el bienestar de nuestro planeta y de sus habitantes.  

La VCC-19 participó en el evento Food for Earth, para celebrar el Día de la Tierra 2021 y reflexionar sobre la ecología integral y el poder regenerativo de los sistemas alimentarios, junto con representantes de la FAO y el Future Food Institute. La Subsecretaria, la Hna. Alessandra Smerilli, presentó su ponencia en un panel titulado “Retos y soluciones para un futuro mejor”. Señaló que “todos los aspectos de la seguridad alimentaria se ven potencialmente afectados por el cambio climático, incluyendo el acceso a los alimentos, su utilización y la estabilidad de los precios”. Como coordinadora del Grupo de Trabajo centrado en la Economía de la VCC-19, explicó cómo “la pandemia ha puesto especialmente de manifiesto la difícil situación de los pobres y la gran desigualdad que reina en el mundo”. Y sugirió tres importantes cambios para luchar contra el hambre y la desnutrición: reforzar las cadenas de suministro y distribución de alimentos resistentes, reducir la concentración del poder del mercado y transformar nuestros sistemas alimentarios hacia vías más sostenibles. El P. Joshtrom Isaac Kureethadam, Coordinador del Grupo de Trabajo centrado en la Ecología de la VCC-19, destacó la importancia de los alimentos desde la perspectiva de la Laudato si’. Dado que en la Laudato si’ se habla de la Tierra como nuestra “casa común”, dijo, vivimos en una “familia común” y no podemos permitir que tantos millones de nuestros hermanos y hermanas que son miembros de nuestra familia común se acuesten con hambre. El cardenal Turkson animó a todos a transformar, profundamente, el sistema alimentario mundial. Esto será una enorme contribución para garantizar la seguridad alimentaria para todos y para desarrollar una agricultura resiliente, que responda a la crisis climática y de la biodiversidad. Para hacer esto, dijo, es vital poner en el centro del debate las necesidades de las comunidades más vulnerables del mundo.

El obispo Pablo Virgilio David, de la diócesis de Kalookan, en la región de Metro Manila, habló con la Agencia Fides para presentar la iniciativa de las “despensas comunitarias”, que recogen alimentos para ayudar a las personas necesitadas. “El egoísmo, el egocentrismo, rebaja nuestro nivel de humanidad. El instinto de supervivencia y el principio darwiniano de selección natural son propios del mundo animal. Nuestra tarea como seres humanos es velar por la supervivencia de los más débiles y necesitados porque así nos distinguimos de los animales”, dijo Mons. David. Y añadió: “La tendencia a acumular, a obtener más de lo que se necesita, caracteriza a las sociedades modernas motivadas por el consumo y la producción excesivos en todo el mundo, donde sólo unos pocos se benefician de los bienes de la tierra”. Debemos corregir esta tendencia mediante acciones de bondad, preocupación, compasión, generosidad y un sentido de solidaridad y corresponsabilidad.

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