Boletín post-COVID: Conflictos, desplazamiento y pandemia

Boletín post-COVID: Conflictos, desplazamiento y pandemia


“Trabajemos todos juntos para avanzar hacia un nuevo horizonte de amor y paz, de fraternidad y solidaridad, de apoyo mutuo y acogida”. Papa Francisco


BOLETÍN M&R #3 | Abril de 2021 

El aumento de los conflictos contribuyen a un mayor
desplazamiento y exacerban la pandemia


A pesar de las actuales restricciones de la movilidad impuestas por la pandemia, los conflictos y las persecuciones siguen provocando
desplazamientos en todo el mundo. Según ACNUR, a  junio de 2020 se registraron 79,5 millones de desplazados forzosos en todo el mundo (de los cuales, 45,7 millones eran desplazados internos, 26 millones eran refugiados, 4,2 millones eran solicitantes de asilo y 3,6 millones eran venezolanos desplazados en el extranjero). 

A lo largo de 2020, los conflictos y la pandemia se han afectado mutuamente y es probable que esto continúe en el futuro inmediato. Por una parte, la emergencia del COVID-19 ha propiciado el aislamiento, impidiendo que las comunidades desplazadas por la fuerza tengan acceso a servicios básicos y a otras formas de asistencia, y exponiéndolas al riesgo de sufrir más violencia. Por la otra, la violencia no se detuvo con el estallido de la crisis sanitaria, que por el contrario generó nuevas causas  de  conflictos. Estamos incluso presenciando una escalada de los enfrentamientos y las tensiones en algunas regiones, debido a la falta de recursos y a las dificultades que experimentan a la hora de acceder a los servicios como consecuencia de la pandemia. 

Por su parte, la Iglesia católica ha asumido el compromiso de promover la paz entre los pueblos y las naciones. A tal efecto, la Santa Sede estima que el fomento de una cultura del encuentro y de la solidaridad es uno de los principales instrumentos para construir una paz sostenible y abordar el problema del desplazamiento forzoso. El principal objetivo de este boletín es el de compartir ideas e ilustrar aquellas acciones que se pueden adoptar para erradicar la violencia y paliar la dramática situación de las personas desplazadas por los conflictos en estos tiempos de pandemia, acciones inspiradoras e inspiradas por agentes católicos a  todos los niveles.


Conflictos y desplazamiento


En la Carta Encíclica
Populorum progressio del Papa Pablo VI de 1967, que afirma el concepto de desarrollo humano integral, el Magisterio de la Iglesia reflejó el cambio significativo que se produjo después de la II Guerra Mundial, es decir, se dejó atrás un enfoque basado en la seguridad nacional para adoptar un enfoque centrado en una preocupación por la seguridad humana en todo el mundo. Sin embargo, más de medio siglo después, en su Encíclica Fratelli tutti, el Papa Francisco describe la situación actual de violencia generalizada como “una tercera guerra mundial a pedazos”. Lo que todos estos abusos contra la dignidad humana conllevan, como señala el Papa, es una negación de “la vocación innata de la familia humana a la fraternidad”. 

Por lo tanto, “no hay paz sin la cultura del cuidado”, como el Santo Padre nos recordó el 1 de enero de 2021, durante la celebración de la 54ª Jornada Mundial de la Paz. La paz es un bien superior y un don de Dios, y se fundamenta en el cuidado del otro y en el diálogo y la cooperación entre los pueblos. “La paz está en la vida: no es solo ausencia de guerra, sino que es vida rica de sentido, configurada y vivida en la realización personal y en el compartir fraterno con los otros. Entonces esa paz tan ansiada y puesta siempre en peligro por la violencia, el egoísmo y la maldad, esa paz puesta en peligro se convierte en posible y realizable”, dijo.  

La Comisión vaticana COVID-19 (VCC-19) ha prestado gran atención al incremento del número de los conflictos relacionados con el desplazamiento y la pandemia.

Durante la conferencia de prensa titulada “Preparando el futuro, construyendo la paz en el momento del COVID-19” (EN, IT, ES), el Cardenal Peter K.A. Turkson comenzó afirmando que: “Mientras que hoy en día se dedican sumas sin precedentes a gastos militares (incluyendo los mayores programas de modernización nuclear [masiva]), los enfermos, los pobres, los marginados, y las víctimas de los conflictos están siendo afectados desproporcionadamente por la crisis actual”. Las crisis actuales están interconectadas y están ampliando la brecha entre ricos y pobres, pero también entre “las zonas de paz, prosperidad y justicia ambiental y las zonas de conflicto, privación y devastación ecológica”, destacó la VCC-19. A la luz de esto, “no puede haber sanación verdadera si no hay paz. La reducción de los conflictos es la única posibilidad de reducir las injusticias y las desigualdades”. Por ello, la VCC-19 pide la aplicación multilateral de los Objetivos de Desarrollo Sostenible a fin de pasar “de la seguridad nacional por medios militares a la seguridad humana como principal preocupación de la política y las relaciones internacionales”.

En su primer boletín (EN), el Grupo de Trabajo de Seguridad del VCC-19 analizó el efecto que tuvo el COVID-19 en los conflictos. Si el virus socava nuestra capacidad de resolver conflictos y complica los esfuerzos por restablecer la paz, al mismo tiempo “los conflictos socavan la implementación y eficacia de las medidas de lucha contra el COVID-19”. Pero no todos estamos en el mismo barco en este caso y los países pobres y las poblaciones vulnerables pagan el precio más alto. “La violencia armada y los conflictos y la pobreza están absolutamente vinculados en un ciclo que impide la paz, fomenta los abusos contra los derechos humanos y obstaculiza el desarrollo”, explica la Comisión, que concluye el boletín detallando puntos de acción para prevenir los conflictos y fomentar el desarme.


La respuesta fraterna de la Iglesia 


El COVID-19 no ha puesto fin a los conflictos y a la violencia, aun así los agentes católicos no cesarán en su misión de ayudar a las personas desplazadas por la fuerza, donde quiera que exista una necesidad.

El pueblo sirio vive una guerra que dura ya 10 años. Las sanciones económicas, la inflación y ahora el COVID-19 han exacerbado su situación. A pesar de los numerosos retos que plantea la pandemia, CAFOD está trabajando (EN) en campamentos de desplazados y en zonas urbanas donde las necesidades humanitarias son mayores, proporcionando ayuda de emergencia básica  (alimentos, refugio y atención médica) a las familias vulnerables afectadas por el coronavirus. La organización caritativa católica también se ha comprometido a construir nuevos baños, instalaciones para el lavado de manos y de ropa en los campamentos del noroeste de Siria, para las familias que han huido del conflicto, y a distribuir artículos de protección personal e higiene, además de ofrecer consejos para protegerse del COVID-19.

En Armenia, Cáritas está ayudando a las familias (EN) a superar el trauma de la guerra y del desplazamiento que algunos de ellos han experimentado reiteradamente. Además de proporcionar alojamiento y alimentos, Cáritas ofrece algunos servicios médicos y distribuye botiquines de primeros auxilios, artículos de higiene y ropa. Para frenar la propagación del coronavirus, cada familia se aloja en una unidad separada con su propio baño y ha recibido mascarillas y desinfectante de manos. Se ha prestado especial atención a los niños, a quienes se han entregado juguetes y juegos educativos, mientras que psicólogos y sacerdotes visitan a menudo a las familias para prestarles apoyo.

Catholic Relief Services puso en marcha un proyecto (EN) para ayudar a las personas que regresaban a la llanura de Nínive, Iraq, a recuperar la confianza y a reconstruir sus vidas y comunidades, desgarradas por la violencia perpetrada por militantes del Estado Islámico. No sólo el COVID, sino también los bajos precios del petróleo y la devaluación de la moneda iraquí han hecho que estos objetivos sean aún más difíciles de alcanzar. El programa tiene como finalidad promover la consolidación de la paz y la cohesión social, impulsando el entendimiento mutuo, la tolerancia y la confianza dentro de las comunidades, al tiempo que promueve las oportunidades económicas y los medios de vida para adultos jóvenes.

La pandemia del COVID-19 va en aumento en Etiopía, un país que se ve afectado por sus propios conflictos internos, y que también acoge a más de 800.000 refugiados de diferentes nacionalidades. El riesgo de infección de esta última población es particularmente elevado debido a las condiciones en las que viven las personas en los campamentos. Como resultado, la Comisión “Justicia y Paz” de la Conferencia Episcopal de Etiopía  y el Vicariato de Gambela han distribuido mascarillas, jabón y desinfectante de manos en escuelas primarias y secundarias ubicadas en campamentos de refugiados de Jewi, Itang y Kule. Mientras tanto, la Iglesia católica también está prestando apoyo a las personas afectadas por la guerra en la región de Tigray. La Conferencia Episcopal Italiana (IT) destinó unos 500.000 euros para satisfacer necesidades básicas, adquirir y distribuir botiquines de salud y material escolar, ayudar en la reconstrucción de las instalaciones sanitarias de la región y suministrar medicamentos y dispositivos médicos, a través de los esfuerzos realizados por Cáritas Italiana.

La Diócesis católica de Yola (Nigeria) está completando la construcción de casas para alojar a las víctimas del grupo terrorista Boko Haram que llevan viviendo más de cinco años en campamentos dentro de la diócesis. El proyecto de vivienda diocesano consta de 43 apartamentos, que se dividen en dos viviendas cada uno, para albergar a  86 familias. Quienes deseen dedicarse a la agricultura tendrán acceso a tierras suficientes en las instalaciones de los alojamientos. Con el apoyo de Missio Alemania, la principal fuente de financiación, la Diócesis también ha construido una escuela que admitirá a los niños desplazados internos que asisten a la escuela primaria, así como a los niños de las aldeas vecinas. La residencia también incluye una iglesia y una mezquita para atender las necesidades espirituales de los desplazados internos.

Los ataques registrados en el norte de Cabo Delgado, Mozambique, siguen obligando a las personas a huir de sus hogares, provocando así numerosos desplazamientos. El Centro Misionero Archidiocesano de Braga (CMAB) lanzó un proyecto misionero (PT) en colaboración con la diócesis de Pemba, en Mozambique, que contó con la ayuda de voluntarios portugueses que se desplazaron hasta a la Parroquia de Santa Cecilia de Ocua, donde se acoge a muchas personas desplazadas. El Consejo Parroquial de Asuntos Económicos asignó a cada familia un kit de cultivo, que incluye semillas de maíz, frijoles, guisantes, una azada, un machete y un cubo, para que puedan disponer, a largo plazo, de una fuente de sustento. Hasta ahora, 22 familias han recibido apoyo, dice el CMAB.


Voces de la Iglesia: nuestros pensamientos están con los oprimidos


El histórico viaje apostólico que el Papa Francisco realizó a
Irak (EN) ha de contemplarse desde la perspectiva de la construcción de la paz y no desde una perspectiva política, al ser un punto de inflexión positivo, y un ejemplo del cambio positivo que la religión puede aportar. Fue a Irak “como peregrino de paz, en nombre de Cristo, Príncipe de la Paz”. Durante un encuentro interreligioso celebrado en el lugar de nacimiento de Abraham, trató de recordarnos a todos nuestro origen común, nuestra hermandad. “El pueblo iraquí tiene derecho a vivir en paz, tiene derecho a encontrar la dignidad que le pertenece”, declaró el Papa Francisco en la Audiencia General después de regresar de Irak. El COVID-19, las tensiones políticas, las dificultades económicas y los continuos ataques terroristas aumentan la inseguridad en el país, mientras que en las últimas décadas los cristianos iraquíes han sido víctimas de discriminación y martirio debido a su identidad, tanto étnica como religiosa. La visita del Papa estaba destinada a animarles a quedarse y a asegurarles que no se les ha olvidado, pero en el discurso del Pontífice se recoge también un llamamiento directo a la comunidad mundial. “Que callen las armas, que se evite su proliferación, aquí y en todas partes”, exhortó. “Que se dé voz a los constructores, a los artesanos de la paz, a los pequeños, a los pobres, a la gente sencilla, que quiere vivir, trabajar y rezar en paz”. Dijo que la “fraternidad” supone un reto para Irak y el mundo entero. La fraternidad es la única respuesta posible a la guerra y a las armas.

“Siria, devastada por la guerra y asfixiada por las sanciones económicas, es como un barco que se hunde en una tormenta. Y a los discípulos de Cristo que se encuentran en Siria, en este estado, les vienen en mente las mismas palabras angustiadas que los Apóstoles dirigieron a Jesús, que dormía en la popa, mientras su barca era arrollada por las olas en el lago de Tiberíades”. Estas son las palabras de Samir Nassar, arzobispo maronita de Damasco, en su mensaje de Cuaresma. “Dentro de esta desolación”, continúa el mensaje, “los pequeños y los pobres claman al Señor […]: ‘Maestro, ¿no te importa que nos muramos?’”. Jesús que se despierta, calma la tormenta y luego pregunta a sus discípulos: ‘¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?’ (Mc, 4,40). “En la situación actual”, concluye el arzobispo Nassar, «la Iglesia en Siria continúa su camino y su labor de servicio en los campos de la salud y la educación, en el acompañamiento de las familias, en el apoyo de la caridad a los más débiles” y subraya: “Si el mundo se olvida de Siria, el Señor lo ve y no deja que la barca se hunda”.

Los católicos que viven en la provincia de Cabo Delgado de Mozambique, como se señaló anteriormente, han vivido una “experiencia de cruz” debido a la escalada de la violencia terrorista que se ha registrado en los últimos tres años, afirmó su antiguo obispo, Mons. Luiz Fernando Lisboa. Una insurgencia militante islámica lanzó cientos de ataques en la provincia septentrional, desde octubre de 2017. La violencia alcanzó su punto máximo en 2020 con decapitaciones, secuestros y ataques a iglesias. El arzobispo Lisboa dijo que esta guerra le había mostrado la grandeza de estas personas, que son pobres pero que tienen un profundo sentido de la solidaridad. “Durante ese tiempo de guerra, cada familia que no ha huido ha acogido a una o dos o incluso tres familias desplazadas en su casa, en su patio trasero, y ha compartido lo poco que tiene con los que no tienen nada y vagaban desesperados sin norte”, dijo.

“La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo” (Jn 14,27, Biblia de la Conferencia Episcopal Española).

Para números anteriores, por favor consulte la página: migrants-refugees.va/es/boletin-c-19

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