COVID-19: ¡NADIE DEBE SER OLVIDADO! #29

COVID-19: ¡NADIE DEBE SER OLVIDADO! #29

COVID-19 | BOLETÍN #29 | 24 de noviembre de 2020

“Que el Señor pueda devolvernos la vista para redescubrir
qué significa ser miembros de la familia humana” (Papa Francisco)

Asistencia local a los migrantes

La red eclesial Migrantes con Derechos ha denunciado reiteradamente las condiciones desesperadas en las que viven los migrantes en Melilla, una ciudad autónoma española situada en la costa noreste de Marruecos. Viven hacinados, en alojamientos que disponen de un único baño y dos duchas para más de 100 personas. “Cuanto más tiempo pasa, las instalaciones más se deterioran”, afirmó Marisa Amaro, una de las religiosas que pertenece a la comunidad intercongregacional formada por las Apostólicas del Corazón de Jesús y las hermanas del Santo Ángel de la Guarda, y que gestiona la Asociación Geum Dodou a través de la que acompañan y acogen a los migrantes que llegan a la ciudad. En colaboración con el SJM y Cáritas, sostienen en estos momentos a cerca de 80 personas. Ayudan a los migrantes a solicitar asilo, o el permiso de residencia, asilo, les enseñan el idioma, trabajan con ellos en la integración y les proporcionan información real sobre cuál es la situación actual en Europa. Dado que el COVID-19, se propagó en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI), cientos de personas tuvieron que ser aisladas y confinadas en el propio centro, en espacios mal iluminados y con una ventilación insuficiente. Esta situación generó tensiones y revueltas en el propio centro, que provocaron la detención y el traslado de varios internos a un centro penitenciario.

Gracias a los fondos procedentes de la Catholic Near East Welfare Association, la Social Service Society (SEVA) de la eparquía católica siro-malankara de San Efrén, en la India, ha prestado apoyo a un gran número de personas vulnerables durante la pandemia del COVID-19 (EN). La iniciativa se ha centrado en los migrantes, los trabajadores del sector informal y las personas con necesidades especiales. La eparquía ha estado repartiendo alimentos entre los más necesitados, y se han instalado comedores comunitarios, prestando la debida atención a la implementación de medidas de distanciamiento social y cumpliendo las normas de higiene. SEVA también se encargó de distribuir kits de alimentos sin cocinar, medicamentos y artículos de higiene, al tiempo que organizó sesiones de sensibilización sobre el distanciamiento social y las medidas básicas de higiene.

La diócesis de Londres, en Canadá, a través de sus oficinas de pastoral, ha estado respondiendo a las necesidades esenciales de grupos de migrantes y refugiados extremadamente vulnerables (EN). Las solicitudes de patrocinio de refugiados siguieron tramitándose virtualmente durante la pandemia, en el marco del programa anual de reubicación de unos 300 refugiados, llevado a cabo por la oficina nacional de inmigración. La pastoral de refugiados logró completar el envío de las solicitudes, por teléfono y correo electrónico, pudiendo efectuar más llamadas de revisión y mantener más conversaciones con familias vulnerables de las que solían hacer en situación de normalidad. En colaboración con Community Refugee Fund (CRF), la Pastoral para Trabajadores Migrantes presta ayuda a los trabajadores agrícolas migrantes afectados por el COVID19, proporcionándoles la ayuda financiera necesaria para pagar las tasas para obtener o renovar sus permisos de trabajo. Asimismo, distribuyeron paquetes de ayuda a más de 120 personas necesitadas. El CRF también financió una iniciativa para distribuir ordenadores portátiles reacondicionados a más de 40 solicitantes de asilo, para que puedan mantenerse conectados y acceder a información en línea. Por último, la diócesis de Londres publicó un documento (EN) para los feligreses, en el que se indican las formas de acoger, proteger, promover e integrar a los migrantes y refugiados, tal como promueve el Papa Francisco.

Promover una acogida para migrantes, no su detención

En algunos países, los centros de detención de inmigrantes tuvieron que cerrar sus puertas en la primavera de 2020 debido a la pandemia, ya que el hacinamiento y las deficientes condiciones higiénicas y sanitarias convirtieron a dichas estructuras en lugares vulnerables, donde se pueden generar brotes de COVID-19. Estos cierres fueron recibidos con satisfacción por los católicos que participan activamente en la acogida de migrantes y solicitantes de asilo. De hecho, su esperanza era que surgiera la necesidad de encontrar alternativas a largo plazo a la detención. Desafortunadamente, algunos países han reabierto estos centros y grupos católicos están alzando la voz.

El director del Servicio Jesuita a Refugiados en Europa, José Ignacio García SJ, en una entrevista concedida a la agencia ECCLESIA (PT), afirmó que las políticas comunitarias de acogida para migrantes y solicitantes de asilo deben tener un enfoque humano y solidario. “Los Estados tienen derecho a ejercer un control sobre sus fronteras […]. Lo importante es cómo tratamos a las personas, las condiciones en las que se les retiene y si el procedimiento es correcto”, dijo. En este contexto, el P. García destacó la importancia de la nueva encíclica, Fratelli Tutti, texto que muestra “lo mal que funciona” esta humanidad y cuán necesaria es una visión profética, que promueva una sociedad “fraterna y humana”. Claudia Bonamini, responsable de políticas e incidencia pública del JRS-Europa, cuestiona el Pacto sobre Migración y Asilo de la Unión Europea, al identificar en éste una filosofía centrada en las “fronteras” y no en una auténtica solidaridad entre los Estados miembros y un proceso compartido de acogida de estas personas. A este respecto, la oficina del JRS en el Reino Unido elaboró recientemente un informe titulado “Detained and Dehumanized: The Impact of Immigration Detention” (EN) (Detenidos y deshumanizados: el impacto de la detención migratoria), en el que se documentan los efectos de la detención en los inmigrantes y se denuncia el fomento de una “cultura de la muerte” por parte del sistema de detención de inmigración del Reino Unido.

El Ministerio del Interior ha decidido reactivar los centros de internamiento de extranjeros (CIE). En una entrevista concedida a  Alfa y Omega, Iván Lendrino, coordinador del área CIE del Servicio Jesuita a Migrantes, expresó su preocupación por la decisión de volver a poner en funcionamiento los centros sin estar preparados, ni haber elaborado un protocolo de prevención ante la pandemia del COVID-19. “En estos siete meses sin CIE nadie los ha echado de menos. Tiene poco sentido volver a abrirlos e internar a migrantes”, explicó. En un comunicado conjunto, más de 200 organizaciones, muchas de ellas católicas, expresaron su oposición frontal a los CIE por ser un instrumento “desproporcionado e injusto”. En el comunicado se denuncia que estos centros privan de libertad a muchas personas “por el simple hecho de migrar, en busca del legítimo derecho a una vida mejor o huyendo de situaciones de persecución o peligro real, y que conlleva, el encarcelamiento en unas instalaciones absolutamente inadecuadas y que atentan contra la dignidad del ser humano”.

Uno de los tres documentos sobre cuestiones de migración elaborados por la Comisión Vaticana COVID-19, está dedicado a las medidas alternativas a la detención (EN; IT). En dicho documento se recoge que “toda persona que desee solicitar protección internacional, o que muestre signos de problemas de salud física o mental, o que haya sido víctima de la trata de seres humanos no debe ser detenida nunca en relación al propio estatus migratorio”. En tiempos de pandemia, es preocupante que la propagación del virus “haya aumentado drásticamente y multiplicado los desafíos, las debilidades y los abusos que caracterizan a la mayoría de los centros de detención en todo el mundo: violencia crónica, hacinamiento, acceso limitado a los servicios básicos, incluida la atención de la salud, y una falta de respeto generalizada y deshumanizadora”. Razón por la cual, la Sección Migrantes y Refugiados de la Santa Sede, autora del documento, recomienda la adopción sistemática de medidas no privativas de la libertad como alternativa a la detención de los migrantes. A la espera de la adopción de procedimientos administrativos definitivos, estas medidas temporales podrían incluir programas de atención con familias de acogida, centros comunitarios de acogida o viviendas autogestionadas.

Fratelli Tutti: la visión de la Encíclica sobre las personas vulnerables en movimiento 

El Papa Francisco dedica toda una sección de Fratelli Tutti, subtitulada “Sin dignidad humana en las fronteras”, a la actual crisis migratoria. “Lo ideal sería evitar las migraciones innecesarias”, afirma, “y para ello el camino es crear en los países de origen la posibilidad efectiva de vivir y de crecer con dignidad. Pero nos corresponde respetar el derecho de todo ser humano de encontrar un lugar donde pueda satisfacer sus necesidades“. Añade: “Los migrantes no son considerados suficientemente dignos para participar en la vida social como cualquier otro, y se olvida que tienen la misma dignidad intrínseca de cualquier persona […]. Nunca se dirá que no son humanos pero, en la práctica, con las decisiones y el modo de tratarlos, se expresa que se los considera menos valiosos, menos importantes, menos humanos”. El Santo Padre está seguro de que “las migraciones constituirán un elemento determinante del futuro del mundo” y por esta razón pide a todos que vayan más allá de nuestro “instinto natural de autodefensa”. Concluye afirmando que: “El problema es cuando esas dudas y esos miedos condicionan nuestra forma de pensar y de actuar hasta el punto de convertirnos en seres intolerantes, cerrados y quizás, sin darnos cuenta, incluso racistas. El miedo nos priva así del deseo y de la capacidad de encuentro con el otro”.

Sarah Teather, directora del Jesuit Refugee Service UK (JRS UK), dijo que las palabras del Papa en la encíclica Fratelli Tutti son “de suma importancia en el actual clima político, especialmente en el Reino Unido”. En una entrevista concedida a Crux (EN) afirmó que el Santo Padre “exhorta a los migrantes y refugiados a ser protagonistas de su propio rescate, por lo que se les debe ofrecer la oportunidad de participar activamente en ello y la misma dignidad y valor que a cualquier otro ciudadano. Destaca también que nuestra forma de tratar a los migrantes y refugiados es un ejemplo más de una falta evidente de fraternidad humana y nos recuerda que las personas solo podrán dar frutos y ser productivas si están abiertas a los demás”. Parece que el menosprecio de los derechos humanos está aumentando, a juzgar por el cruel y perjudicial proceso de solicitud de asilo que experimentan en el Reino Unido quienes reciben la asistencia del JRS. Teather destaca también el uso que hace el Papa Francisco de la parábola del Buen Samaritano, como marco de referencia para Fratelli Tutti: “El Papa Francisco nos recuerda cómo debemos tratar a nuestro prójimo, incluidos a nuestros hermanos y hermanas refugiados, con amor fraterno”. Una actitud de acogida hacia los solicitantes de asilo y otras personas marginadas, es algo bueno para la sociedad en su conjunto, dado que aumenta “la amistad social y la consolidación de la paz”. Y añade: “Es necesario que trabajemos para recuperar la dignidad de las personas que han sido empujadas a las periferias de la sociedad. La paz no es posible donde hay desigualdad y falta de desarrollo humano integral”.

Fratelli Tutti ha recibido el elogio de numerosos actores, dentro y fuera de la Iglesia. Esto favorece el encuentro ecuménico y la cooperación con diferentes sectores en los temas que plantea. Ejemplo de ello es el encuentro del Santo Padre con Peter Maurer (IT; FR; EN; PT), Presidente del Comité Internacional de la Cruz Roja. Maurer señaló que el título de la encíclica se hace eco de la declaración que algunas mujeres, personal médico voluntario, hicieron en un campo de batalla en 1859. Éstas ayudaron a “tutti i fratelli” (todos los hermanos y hermanas) independientemente del bando de pertenencia, dando lugar, algunos años más tarde, a la creación de la Cruz Roja Internacional. Para Maurer, la Santa Sede y la Cruz Roja están unidas por la necesidad común de “luchar contra la fragmentación de las sociedades, las divisiones cuyas consecuencias son tan dolorosas para las poblaciones civiles, para los vulnerables, para los migrantes y los desplazados por la guerra y la violencia, para las personas afectadas por la militarización de las sociedades, el cambio climático, el subdesarrollo, la marginación, la pobreza y la injusticia”. Por lo tanto, es de fundamental importancia desarrollar una contra-narrativa, para proponer una visión de una sociedad diferente, inclusiva, capaz de tender puentes allí donde la realidad divide a las sociedades. “Considero que todo ello es el núcleo de nuestro punto de vista común y de nuestros compromisos comunes. Nos enorgullece poder estar cerca de la Santa Sede y del Santo Padre, acompañando sus esfuerzos en este sentido”, declaró el presidente de la Cruz Roja.

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