16 octubre 2021 | Mensaje

VIDEOMENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LOS MOVIMIENTOS POPULARES

[…] Y si de pandemia se trata, no podemos dejar de cuestionarnos por el flagelo
de la crisis alimentaria. Pese a los avances de la biotecnología millones de
personas fueron privadas de alimentos, aunque estos estén disponibles. Este
año, 20 millones de personas más se han visto arrastradas a niveles extremos
de inseguridad alimentaria, ascendiendo a [muchos] millones de personas; la
indigencia grave se multiplicó, el precio de los alimentos escaló un altísimo
porcentaje. Los números del hambre son horrorosos, y pienso, por ejemplo, en
países como Siria, Haití, Congo, Senegal, Yemen, Sudán del Sur pero el hambre
también se hace sentir en muchos otros países del mundo pobre y, no pocas
veces, también en el mundo rico. Es posible que las muertes por año por causas
vinculadas al hambre puedan superar a las del COVID (“El virus del hambre se
multiplica”, Informe de Oxfam del 9 de julio de 2021, en base al Global Report
on Food Crises (GRFC) del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones
Unidas). Pero eso no es noticia, eso no genera empatía.
Quiero agradecerles porque ustedes sintieron como propio el dolor de los otros.
Ustedes saben mostrar el rostro de la verdadera humanidad, esa que no se
construye dando la espalda al sufrimiento del que está al lado sino en el
reconocimiento paciente, comprometido y muchas veces hasta doloroso de que
el otro es mi hermano (cf. Lc 10,25-37) y que sus dolores, sus alegrías y sus
sufrimientos son también los míos (cf. GS 1). Ignorar al que está caído es
ignorar nuestra propia humanidad que clama en cada hermano nuestro.
Cristianos o no, han respondido a Jesús, que dijo a sus discípulos frente al
pueblo hambriento: «Denles ustedes de comer» (Mt 14,16). Y donde había
escasez, el milagro de la multiplicación se repitió en ustedes que lucharon
incansablemente para que a nadie le faltase el pan (cf. Mt 14,13-21). ¡Gracias!
Al igual que los médicos, enfermeros y el personal de salud en las trincheras
sanitarias, ustedes pusieron su cuerpo en la trinchera de los barrios marginados.
Tengo presente muchos, entre comillas, “mártires” de esa solidaridad sobre
quienes supe por medio de muchos de ustedes. El Señor se los tendrá en
cuenta.
Si todos los que por amor lucharon juntos contra la pandemia pudieran también
soñar juntos un mundo nuevo, ¡qué distinto sería todo! Soñar juntos. …)
En Fratelli tutti utilicé la parábola del Buen Samaritano como la representación
más clara de esta opción comprometida en el Evangelio. Me decía un amigo que
la figura del Buen Samaritano está asociada por cierta industria cultural a un
personaje medio tonto. Es la distorsión que provoca el hedonismo depresivo con
el que se pretende neutralizar la fuerza transformadora de los pueblos y en
especial de la juventud.
¿Saben lo que me viene a la mente a mí ahora, junto a los movimientos
populares, cuando pienso en el Buen Samaritano? ¿Saben lo que me viene a la
mente? Las protestas por la muerte de George Floyd. Está claro que este tipo de
reacciones contra la injusticia social, racial o machista pueden ser manipuladas o
instrumentadas para maquinaciones políticas y cosas por el estilo; pero lo
esencial es que ahí, en esa manifestación contra esa muerte, estaba el
“samaritano colectivo” —¡que no era ningún bobeta!—. Ese movimiento no pasó
de largo cuando vio la herida de la dignidad humana golpeada por semejante
abuso de poder. Los movimientos populares son, además de poetas sociales,
“samaritanos colectivos”.
En estos procesos hay tantos jóvenes que yo siento esperanza…; pero hay
muchos otros jóvenes que están tristes, que tal vez para sentir algo en este
mundo necesitan recurrir a las consolaciones baratas que ofrece el sistema
consumista y narcotizante. Y otros, es triste, pero otros optan por salir del
sistema. Las estadísticas de suicidios juveniles no se publican en su total
realidad. Lo que ustedes realizan es muy importante, pero también es
importante que logren contagiar a las generaciones presentes y futuras lo mismo
que a ustedes les hace arder el corazón. Tienen en esto un doble trabajo o
responsabilidad. Seguir atentos, como el buen Samaritano, a todos aquellos que
están golpeados por el camino pero, a su vez, buscar que muchos más se sumen
en este sentir: los pobres y oprimidos de la tierra se lo merecen, nuestra casa
común nos lo reclama.
Quiero ofrecer algunas pistas. La Doctrina social de la Iglesia no tiene todas las
respuestas, pero sí algunos principios que pueden ayudar a este camino a
concretizar las respuestas y ayudar tanto a los cristianos como a los no
cristianos. A veces me sorprende que cada vez que hablo de estos principios
algunos se admiran y entonces el Papa viene catalogado con una serie de
epítetos que se utilizan para reducir cualquier reflexión a la mera adjetivación
degradatoria. No me enoja, me entristece. Es parte de la trama de la
post-verdad que busca anular cualquier búsqueda humanista alternativa a la
globalización capitalista, es parte de la cultura del descarte y es parte del
paradigma tecnocrático.
Los principios que expongo son mesurados, humanos, cristianos, compilados en
el Compendio elaborado por el entonces Pontificio Consejo “Justicia y Paz” [3].
Es un manualito de la Doctrina social de la Iglesia. Y a veces cuando los Papas,
sea yo, o Benedicto, o Juan Pablo II decimos alguna cosa, hay gente que se
extraña, ¿de dónde saca esto? Es la doctrina tradicional de la Iglesia. Hay mucha
ignorancia en esto. Los principios que expongo, están en ese libro, en el capítulo
cuarto. Quiero aclarar una cosa, están compilados en este Compendio y este
Compendio fue encargado por san Juan Pablo ll. Les recomiendo a ustedes y a
todos los líderes sociales, sindicales, religiosos, políticos y empresarios que lo
lean.
En el capítulo cuarto de este documento encontramos principios como la opción
preferencial por los pobres, el destino universal de los bienes, la solidaridad, la
subsidiariedad, la participación, el bien común, que son mediaciones concretas
para plasmar a nivel social y cultural la Buena Noticia del Evangelio. Y me
entristece cuando algunos hermanos de la Iglesia se incomodan si recordamos
estas orientaciones que pertenecen a toda la tradición de la Iglesia. Pero el Papa
no puede dejar de recordar esta doctrina, aunque muchas veces le moleste a la
gente, porque lo que está en juego no es el Papa sino el Evangelio.
Y en este contexto, quisiera rescatar brevemente algunos principios con los que
contamos para llevar adelante nuestra misión. Mencionaré dos o tres, no más.
Uno es el principio de solidaridad. La solidaridad no sólo como virtud moral sino
como un principio social, principio que busca enfrentar los sistemas injustos con
el objetivo de construir una cultura de la solidaridad que exprese —literalmente
dice el Compendio— «una determinación firme y perseverante de empeñarse por
el bien común» (n. 193).
Otro principio es estimular y promover la participación y la subsidiariedad entre
movimientos y entre los pueblos capaz de limitar cualquier esquema autoritario,
cualquier colectivismo forzado o cualquier esquema estado céntrico. El bien
común no puede utilizarse como excusa para aplastar la iniciativa privada, la
identidad local o los proyectos comunitarios. Por eso, estos principios promueven
una economía y una política que reconozca el rol de los movimientos populares,
«la familia, los grupos, las asociaciones, las realidades territoriales locales; en
definitiva, aquellas expresiones agregativas de tipo económico, social, cultural,
deportivo, recreativo, profesional y político, a las que las personas dan vida
espontáneamente y que hacen posible su efectivo crecimiento social». Esto en el
número 185 del Compendio.