26 noviembre 2015 | Discurso del Santo Padre, Discursos, Visita, Visita apostólica

VIAJE APOSTÓLICO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A KENIA, UGANDA Y REPÚBLICA CENTROAFRICANA (25-30 DE NOVIEMBRE DE 2015) VISITA A LA OFICINA DE LAS NACIONES UNIDAS EN NAIROBI (U.N.O.N.) DISCURSO DEL SANTO PADRE

Kenia

[…] Son muchos los rostros, las historias, las consecuencias evidentes en miles de personas que la cultura del degrado y del descarte ha llevado a sacrificar bajo los ídolos de las ganancias y del consumo. Debemos cuidarnos de un triste signo de la «globalización de la indiferencia, que nos va “acostumbrando” lentamente al sufrimiento de los otros, como si fuera algo normal» (Mensaje para la Jornada Mundial de la Alimentación 2013, 16 octubre 2013, 2), o peor aún, a resignarnos ante las formas extremas y escandalosas de “descarte” y de exclusión social, como son las nuevas formas de esclavitud, el tráfico de personas, el trabajo forzado, la prostitución, el tráfico de órganos. «Es trágico el aumento de los migrantes huyendo de la miseria empeorada por la degradación ambiental, que no son reconocidos como refugiados en las convenciones internacionales y llevan el peso de sus vidas abandonadas sin protección normativa alguna» (Carta enc. Laudato si’, 25). Son muchas vidas, son muchas historias, son muchos sueños que naufragan en nuestro presente. No podemos permanecer indiferentes ante esto. No tenemos derecho.
En paralelo al descuido del ambiente, desde hace tiempo somos testigos de un rápido proceso de urbanización, que por desgracia conduce con frecuencia a un «crecimiento desmedido y desordenado de muchas ciudades que se han hecho insalubres [e …] ineficientes» (ibíd., 44). Y son también lugares donde se difunden síntomas preocupantes de una trágica rotura de los vínculos de integración y de comunión social, que lleva al «crecimiento de la violencia y [al] surgimiento de nuevas formas de agresividad social, [al] narcotráfico y [al] consumo creciente de drogas entre los más jóvenes, [a] la pérdida de identidad» (ibíd., 46), al desarraigo y al anonimato social (cf. ibíd, 149). […]

[…]África ofrece al mundo una belleza y una riqueza natural que nos lleva a alabar al Creador. Este patrimonio africano y de toda la humanidad sufre un constante riesgo de destrucción, causado por egoísmos humanos de todo tipo y por el abuso de situaciones de pobreza y exclusión. En el contexto de las relaciones económicas entre los Estados y los pueblos no se puede dejar de hablar de los tráficos ilegales que crecen en un ambiente de pobreza y que, a su vez alimentan la pobreza y la exclusión. El comercio ilegal de diamantes y piedras preciosas, de metales raros o de alto valor estratégico, de maderas y material biológico, y de productos animales, como el caso del tráfico de marfil y la consecuente matanza de elefantes, alimenta la inestabilidad política, alimenta el crimen organizado y el terrorismo. También esta situación es un grito de los hombres y de la tierra que tiene que ser escuchado por la Comunidad Internacional. […]