24 enero 2019 | Discursos, Reunión, Visita apostólica

VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD FRANCISCO A PANAMÁ CON OCASIÓN DE LA XXXIV JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD (23-28 DE ENERO DE 2019) ENCUENTRO CON LOS OBISPOS CENTROAMERICANOS (SEDAC) DISCURSO DEL SANTO PADRE

Iglesia de San Francisco de Asís

Despues del angelus […] Hay muchos jóvenes que lamentablemente han sido seducidos por respuestas inmediatas que hipotecan la vida. Y muchos otros a quienes se les ha dado una ilusión de respiración corta en algunos movimientos, y que luego los hacen pelagianos o convencidos de que son suficientes para ellos mismos, y luego los abandonan a la mitad. Los Padres sinodales nos dijeron: a través de la restricción o la falta de alternativas, los jóvenes se encuentran inmersos en situaciones altamente conflictivas y sin una solución rápida: violencia doméstica, feminicidio, ¡qué plaga está experimentando nuestro continente en esto! – pandillas armadas y criminales, tráfico de drogas, explotación sexual de menores y ya no menores, etc. y duele ver que, en la base de muchas de estas situaciones, hay experiencias de orfandad, el fruto de una cultura y una sociedad que se ha «vuelto loca» [si fue «desmadrando»] – sin una madre, las ha dejado huérfanas. Las familias muy a menudo desgastadas por un sistema económico que no pone en primer lugar a las personas y al bien común, y que han hecho de la especulación su «paraíso», en el que seguir aumentando de peso no importa a costa de quién. Y así, nuestros jóvenes sin el calor de un hogar, sin familia, sin comunidad, sin pertenencia, quedan a merced del primer estafador. […] […] Muchos de los migrantes tienen rostros jóvenes, buscan algo mejor para sus familias, no tienen miedo de arriesgarse y dejan todo para ofrecer las condiciones mínimas que garantizan un futuro mejor. No solo la queja es suficiente sobre esto, sino que también debemos anunciar concretamente una «buena noticia». La Iglesia, gracias a su universalidad, puede ofrecer esa hospitalidad fraterna y acogedora para que las comunidades de origen y las de la llegada dialoguen y contribuyan a superar miedos y desconfianzas y a reforzar los vínculos que la migración, en la imaginación colectiva, amenaza con romper. «Acoger, proteger, promover e integrar» a la gente puede ser los cuatro verbos con los que la Iglesia, en esta situación migratoria, combina su maternidad en la historia de hoy (ver Sínodo sobre la juventud, Documento final, 147). El vicario general de París, mons. Benoist de Sinety, acaba de publicar un libro con el subtítulo: «Acogiendo con beneplácito a los migrantes, un llamado a la valentía» (ver Il faut que des voix s’élèvent. Accueil des migrants, appel au courage, París 2018). Este libro es una alegría. Él está aquí en el día. Todos los esfuerzos que pueden hacer al construir puentes entre las comunidades eclesiales, parroquiales y diocesanas, así como a través de las Conferencias de los Obispos, serán un gesto profético de la Iglesia que en Cristo es «un signo e instrumento de la unión íntima con Dios y la unidad de todo el género. humano «(Constitución dogmática Lumen gentium, 1). Y así, la tentación de limitarse a una mera denuncia se desvanece y se produce el anuncio de la nueva Vida que el Señor nos da. […]