21 mayo 2021 | Discurso del Santo Padre

PRESENTACIÓN DE LAS CARTAS CREDENCIALES DE LOS EMBAJADORES DE SINGAPUR, ZIMBABUE, BANGLADESH, ARGELIA, SRI LANKA, BARBADOS, SUECIA, FINLANDIA, NEPAL DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO

Sala Clementina

Excelencias,
Señoras y señores:
Me complace recibiros para la presentación de las cartas que os acreditan como
embajadores extraordinarios y plenipotenciarios de vuestros países ante la Santa
Sede: de Singapur, Zimbabue, Bangladesh, Argelia, Sri Lanka, Barbados, Suecia,
Finlandia y Nepal. Dado que los efectos del coronavirus siguen haciéndose sentir,
viajar es todavía difícil, por lo que agradezco sinceramente a cada uno de
vosotros vuestra presencia hoy aquí. Os ruego que transmitáis a los Jefes de
Estado que representáis mis sentimientos de estima y gratitud por ellos y por la
noble misión que cumplen al servicio de sus pueblos.
Debido a la pandemia, la crisis social y económica se ha vuelto aún más grave
en todo el mundo. En lo personal, muchos han perdido a seres queridos y
medios de vida. Las familias, en particular, se enfrentan a graves dificultades
económicas y a menudo carecen de una protección social adecuada. La
pandemia nos ha hecho más conscientes de nuestra interdependencia como
miembros de la única familia humana, así como de la necesidad de prestar
atención a los pobres y a los desamparados entre nosotros. Para salir de la crisis
actual, nuestras sociedades se enfrentan al reto de dar pasos concretos y
verdaderamente valientes para desarrollar una «cultura del cuidado» mundial
(cf. Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2021), que inspire el surgimiento
de nuevas relaciones y estructuras de cooperación al servicio de la solidaridad, el
respeto a la dignidad humana, la ayuda mutua y la justicia social.
Desgraciadamente, la pandemia también nos ha hecho conscientes de que la
comunidad internacional experimenta la creciente «dificultad, por no decir la
incapacidad, de encontrar soluciones comunes y compartidas a los problemas
que aquejan a nuestro planeta» (Discurso al Cuerpo Diplomático acreditado ante
la Santa Sede, 8 de febrero de 2021). En este sentido, pienso en la necesidad de
hacer frente a problemas mundiales urgentes como la migración y el cambio
climático, así como a las crisis humanitarias que a menudo se derivan de ellos.
También pienso en la deuda económica que pesa sobre muchos países que
luchan por sobrevivir, y en la “deuda ecológica” que tenemos con la propia
naturaleza, así como con los pueblos y países afectados por la degradación del
ambiente causada por el ser humano y la pérdida de biodiversidad. Estos
problemas no son simplemente políticos o económicos; son cuestiones de
justicia, una justicia que no puede seguir siendo ignorada o aplazada. De hecho,
es un deber moral intergeneracional, porque la seriedad con la que respondamos
a estas cuestiones determinará el mundo que dejemos a nuestros hijos.
En el desarrollo de un consenso global capaz de responder a estos desafíos
éticos a los que se enfrenta nuestra familia humana, vuestra labor como
diplomáticos es de fundamental importancia. Por su parte, la Santa Sede, a
través de sus representaciones diplomáticas y de su actividad en el seno de la
comunidad internacional, sostiene todos los esfuerzos para construir un mundo
en el que la persona humana esté en el centro, las finanzas estén al servicio del
desarrollo integral y la Tierra, nuestra casa común, sea protegida y cuidada. A
través de sus obras de educación, caridad y asistencia sanitaria en todo el
mundo, la Iglesia trabaja por el bien común, promoviendo el desarrollo de las
personas y de los pueblos, y de este modo trata de contribuir a la causa de la
paz.
A este respecto, mis pensamientos se dirigen a lo que está ocurriendo en estos
días en Tierra Santa. Doy gracias a Dios por la decisión de detener los
enfrentamientos armados y espero que se sigan los caminos del diálogo y la paz.
Mañana por la tarde, los Ordinarios Católicos de Tierra Santa celebrarán con sus
fieles la Vigilia de Pentecostés en la iglesia de San Esteban de Jerusalén,
implorando el don de la paz. Aprovecho la ocasión para pedir a todos los
pastores y fieles de la Iglesia católica que se unan a ellos en la oración. Que la
súplica al Espíritu Santo se eleve en cada comunidad «para que israelíes y
palestinos puedan encontrar el camino del diálogo y del perdón, para ser
pacientes constructores de paz y de justicia, abriéndose, paso a paso, a una
esperanza común, a una convivencia entre hermanos» (Regina Caeli, 16 de
mayo de 2021).
Señores y señoras embajadores, al ofrecerles estas reflexiones, expreso mis
mejores deseos para las responsabilidades que ahora asumís, y os aseguro la
colaboración y la ayuda de las oficinas de la Santa Sede en el cumplimiento de
vuestros deberes. Sobre vosotros y vuestras familias, sobre vuestros colegas y
colaboradores y sobre todos vuestros compatriotas, invoco de corazón a Dios los
dones de la sabiduría, la fortaleza y la paz. Gracias.