20 marzo 2022 | Angelus

PAPA FRANCISCO ÁNGELUS

Plaza de San Pedro

Después del Ángelus:
Queridos hermanos y hermanas:
No se detiene, lamentablemente, la violenta agresión contra Ucrania, una masacre
insensata en la que todos los días se repiten estragos y atrocidades. ¡No existe
justificación para esto! Suplico a todos los actores de la comunidad internacional
que se esfuercen de verdad para hacer que cese esta guerra repugnante.
También esta semana, misiles y bombas se han abatido sobre civiles, ancianos,
niños y madres embarazadas. He ido a visitar a los niños heridos que están aquí en
Roma: a uno le falta un brazo, otro está herido en la cabeza… Niños inocentes.
Pienso en los millones de refugiados ucranios que deben huir dejando atrás todo, y
siento un gran dolor por cuantos no tienen ni siquiera la posibilidad de escapar.
Muchos abuelos, enfermos y pobres, separados de sus familiares, tantos niños y
personas frágiles deben quedarse y morir bajo las bombas sin poder recibir ayuda y
sin encontrar seguridad ni siquiera en los refugios antiaéreos. ¡Todo esto es
inhumano! Aún más, ¡es también sacrílego, porque va contra la sacralidad de la
vida humana, sobre todo contra la vida humana indefensa, que ha de ser respetada
y protegida, no eliminada, y que está por encima de cualquier estrategia! No lo
olvidemos: ¡es una crueldad inhumana y sacrílega! Oremos en silencio por todos los
que sufren.
Me consuela saber que a la población que se ha quedado bajo las bombas no le
falta la cercanía de los Pastores, que en estos días trágicos están viviendo el
Evangelio de la caridad y de la fraternidad. Estos días he hablado por teléfono con
algunos de ellos: ¡qué cerca están del pueblo de Dios! ¡Gracias, queridos hermanos,
queridas hermanas, por este testimonio y por la ayuda concreta que estáis
ofreciendo con valentía a tanta gente desesperada! Pienso en el Nuncio Apostólico,
recién nombrado, Mons. Visvaldas Kulbokas, que desde el inicio de la guerra se ha
quedado en Kiev junto con sus colaboradores, y que con su presencia cada día me
hace estar cerca del martirizado pueblo ucranio. Permanezcamos junto este pueblo,
abracémoslo con afecto, con el compromiso concreto y con la oración. Y, por favor,
¡no nos acostumbremos a la guerra y a la violencia! No nos cansemos de acoger
con generosidad, como ya se está haciendo: no solo ahora, en la emergencia, sino
también en las semanas y los meses que vendrán. Porque vosotros sabéis que en el
primer momento todos nos esforzamos por acoger, pero luego la costumbre nos
enfría un poco el corazón y nos olvidamos. Pensemos en estas mujeres, en estos
niños, que, con el tiempo, sin trabajo, separadas de sus maridos, serán asediadas
por los “buitres” de la sociedad. Protejámoslas, por favor. […]