[…] Esta Palabra de Dios expresa bien la experiencia que hemos vivido en las semanas del sínodo: ha sido un tiempo de consolación y de esperanza. Lo ha sido sobre todo como momento de escucha: escuchar, de hecho, exige tiempo, atención, apertura de la mente y del corazón. Pero este compromiso se transformaba cada día en consuelo, sobre todo porque teníamos en medio de nosotros la presencia vivaz y estimulante de los jóvenes, con sus historias y sus contribuciones. A través del testimonio de los padres sinodales, la realidad multiforme de las nuevas generaciones ha entrado en el Sínodo, por decirlo así, de todas partes, de cada continente y de muchas situaciones humanas y sociales diferentes. Con esta actitud fundamental de escucha, hemos tratado de leer la realidad, de captar los signos de nuestro tiempo. Un discernimiento comunitario hecho a la luz de la Palabra de Dios y del Espíritu Santo. Este es uno de los dones más hermosos que el Señor da a la Iglesia católica, es decir, el de reunir voces y rostros de las realidades más variadas y así obtener una interpretación que tenga en cuenta la riqueza y la complejidad de los fenómenos, siempre a la luz del Evangelio. Así, en estos días, nos hemos confrontado sobre cómo caminar juntos a través de tantos desafíos, como el mundo digital, el fenómeno de las migraciones, el sentido del cuerpo y de la sexualidad, el drama de las guerras y de la violencia. […]