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CELEBRACIÓN DE LAS PRIMERAS VÍSPERAS DE LA SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS Y TE DEUM DE ACCIÓN DE GRACIAS HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO

[…] Roma es una ciudad de una belleza única. Su patrimonio espiritual y cultural es extraordinario. Sin embargo, también en Roma hay muchas personas marcadas por miserias materiales y morales, personas pobres, infelices, que sufren, que interpelan la conciencia de cada ciudadano. En Roma tal vez sentimos más fuerte este contraste entre al ambiente majestuoso y lleno de belleza artística, y el malestar social de quien tiene mayor dificultad.
Roma es una ciudad llena de turistas, pero también llena de refugiados. Roma está llena de gente que trabaja, pero también de personas que no encuentran trabajo o hacen trabajos mal pagados y a veces indignos; y todos tienen derecho a ser tratados con la misma actitud de acogida y equidad, porque cada uno es portador de dignidad humana. […]

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FIESTA DE LA SAGRADA FAMILIA DE NAZARET PAPA FRANCISCO ÁNGELUS

[…] Y hoy el Evangelio nos presenta a la Sagrada Familia por el camino doloroso del destierro, en busca de refugio en Egipto. José, María y Jesús experimentan la condición dramática de los refugiados, marcada por miedo, incertidumbre, incomodidades (cf. Mt 2, 13-15.19-23). Lamentablemente, en nuestros días, millones de familias pueden reconocerse en esta triste realidad. Casi cada día la televisión y los periódicos dan noticias de refugiados que huyen del hambre, de la guerra, de otros peligros graves, en busca de seguridad y de una vida digna para sí mismos y para sus familias.
En tierras lejanas, incluso cuando encuentran trabajo, no siempre los refugiados y los inmigrantes encuentran auténtica acogida, respeto, aprecio por los valores que llevan consigo. Sus legítimas expectativas chocan con situaciones complejas y dificultades que a veces parecen insuperables. Por ello, mientras fijamos la mirada en la Sagrada Familia de Nazaret en el momento en que se ve obligada a huir, pensemos en el drama de los inmigrantes y refugiados que son víctimas del rechazo y de la explotación, que son víctimas de la trata de personas y del trabajo esclavo. Pero pensemos también en los demás «exiliados»: yo les llamaría «exiliados ocultos», esos exiliados que pueden encontrarse en el seno de las familias mismas: los ancianos, por ejemplo, que a veces son tratados como presencias que estorban. Muchas veces pienso que un signo para saber cómo va una familia es ver cómo se tratan en ella a los niños y a los ancianos.[…]

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MENSAJE URBI ET ORBI DEL SANTO PADRE FRANCISCO NAVIDAD 2013

[…] Tú, Señor de la vida, protege a cuantos sufren persecución a causa de tu nombre. Alienta y conforta a los desplazados y refugiados, especialmente en el Cuerno de África y en el este de la República Democrática del Congo. Haz que los emigrantes, que buscan una vida digna, encuentren acogida y ayuda. Que no asistamos de nuevo a tragedias como las que hemos visto este año, con los numerosos muertos en Lampedusa.
Niño de Belén, toca el corazón de cuantos están involucrados en la trata de seres humanos, para que se den cuenta de la gravedad de este delito contra la humanidad. Dirige tu mirada sobre los niños secuestrados, heridos y asesinados en los conflictos armados, y sobre los que se ven obligados a convertirse en soldados, robándoles su infancia.[…]

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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A UN GRUPO DE NUEVOS EMBAJADORES CON MOTIVO DE LA PRESENTACIÓN DE SUS CARTAS CREDENCIALES

[…] Al encontraros, mi primer pensamiento se dirige a la comunidad internacional, a las múltiples iniciativas que se llevan adelante para promover la paz, el diálogo, las relaciones culturales, políticas, económicas, y para socorrer a las poblaciones probadas por diversas dificultades. Hoy deseo afrontar con vosotros una cuestión que me preocupa mucho y que amenaza actualmente la dignidad de las personas: es la trata de personas. Es una verdadera forma de esclavitud, lamentablemente cada vez más difundida, que atañe a cada país, incluso a los más desarrollados, y que afecta a las personas más vulnerables de la sociedad: las mujeres y las muchachas, los niños y las niñas, los discapacitados, los más pobres, a quien proviene de situaciones de disgregación familiar y social. En ellos, de modo especial nosotros cristianos, reconocemos el rostro de Jesucristo, quien se identificó con los más pequeños y necesitados. Otros, que no se remiten a una fe religiosa, en nombre de la humanidad común comparten la compasión por su sufrimiento, con el compromiso de liberarles y de aliviar sus heridas. Juntos podemos y debemos comprometernos para que sean liberados y se pueda poner fin a este horrible comercio. Se habla de millones de víctimas del trabajo forzoso, trabajo esclavo, de la trata de personas con el fin de la mano de obra y la explotación sexual. Todo esto no puede continuar: constituye una grave violación de los derechos humanos de las víctimas y una ofensa a su dignidad, además de un desafío para la comunidad mundial. Quienes tienen buena voluntad, quienes se profesan religiosos o no, no pueden permitir que estas mujeres, estos hombres, estos niños sean tratados como objetos, engañados, violentados, con frecuencia vendidos más de una vez, para fines diversos, y al final asesinados o, de cualquier modo, arruinados física y mentalmente, para acabar descartados y abandonados. Es una vegüenza.
La trata de personas es un crimen contra la humanidad. Debemos unir las fuerzas para liberar a las víctimas y para detener este crimen cada vez más agresivo, que amenaza, además de las personas, los valores fundamentales de la sociedad y también la seguridad y la justicia internacionales, además de la economía, el tejido familiar y la vida social misma.
Sin embargo, es necesaria una toma de responsabilidad común y una más firme voluntad política para lograr vencer en este frente. Responsabilidad hacia quienes cayeron víctimas de la trata, para tutelar sus derechos, para asegurar su incolumidad y la de sus familiares, para impedir que los corruptos y criminales se sustraigan a la justicia y tengan la última palabra sobre las personas. Una adecuada intervención legislativa en los países de proveniencia, en los países de tránsito y en los países de llegada, también en orden a facilitar la regularidad de las migraciones, puede reducir el problema.
Los gobiernos y la comunidad internacional, a quien compete en primer lugar prevenir e impedir tal fenómeno, no han dejado de adoptar medidas a varios niveles para detenerlo y para proteger y asistir a las víctimas de este crimen, no raramente vinculado al comercio de las drogas, de las armas, al transporte de emigrantes irregulares, a la mafia. Lamentablemente, no podemos negar que tal vez se han contagiado con todo ello incluso agentes públicos y miembros de contingentes comprometidos en misiones de paz. Pero para obtener buenos resultados es necesario que la acción de contraste incida también a nivel cultural y de comunicación. A este nivel es necesario un profundo examen de conciencia: ¿cuántas veces, en efecto, toleramos que un ser humano sea considerado como un objeto, expuesto para vender un producto o para satisfacer deseos inmorales? La persona humana nunca se debería ni vender ni comprar como una mercancía. Quien la usa y la explota, incluso indirectamente, se hace cómplice de este abuso.
Señora y señores, quise compartir con vosotros estas reflexiones acerca de una plaga social de nuestro tiempo, porque creo en el valor y en la fuerza de un compromiso concertado para combatirla. Exhorto, por lo tanto, a la comunidad internacional a hacer aún más concorde y eficaz la estrategia contra la trata de personas, para que, en todas las partes del mundo, los hombres y las mujeres no sean jamás usados como medios, sino que sean respetados siempre en su dignidad inviolable.[…]

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PAPA FRANCISCO AUDIENCIA GENERAL

[…] La aparición de la imagen de la Virgen en la tilma de Juan Diego fue un signo profético de un abrazo, el abrazo de María a todos los habitantes de las vastas tierras americanas, a los que ya estaban allí y a los que llegarían después.
Este abrazo de María señaló el camino que siempre ha caracterizado a América: ser una tierra donde pueden convivir pueblos diferentes, una tierra capaz de respetar la vida humana en todas sus fases, desde el seno materno hasta la vejez, capaz de acoger a los emigrantes, así como a los pueblos y a los pobres y marginados de todas las épocas. America es una tierra generosa.[…]

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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LA PEREGRINACIÓN DE LA IGLESIA GRECO-MELQUITA

[…] Repito también a vosotros: no nos resignemos a pensar en Oriente Medio sin los cristianos. Sin embargo, muchos de vuestros hermanos y hermanas emigraron, y una numerosa representación de las comunidades en la diáspora está aquí presente. La aliento a mantener firmes las raíces humanas y espirituales de la tradición melquita, custodiando en todas partes la identidad greco-melquita, porque toda la Iglesia necesita del patrimonio del Oriente cristiano, del cual también vosotros sois herederos. […]

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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS PARTICIPANTES EN LA PLENARIA DEL CONSEJO PONTIFICIO PARA EL DIÁLOGO INTERRELIGIOSO

[…] La Iglesia católica es consciente del valor que reviste la promoción de la amistad y del respeto entre los hombres y las mujeres de diversas tradiciones religiosas. Comprendemos cada vez más su importancia, ya sea porque el mundo ha llegado a ser, en cierto modo, «más pequeño», ya sea porque el fenómeno de las migraciones aumenta los contactos entre personas y comunidades de tradición, cultura y religión diferentes. Esta realidad interpela nuestra conciencia de cristianos y es un desafío para la comprensión de la fe y para la vida concreta de las Iglesias locales, de las parroquias, de muchísimos creyentes.[…]

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AEXHORTACIÓN APOSTÓLICA EVANGELII GAUDIUM DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS OBISPOS A LOS PRESBÍTEROS Y DIÁCONOS A LAS PERSONAS CONSAGRADAS Y A LOS FIELES LAICOS SOBRE EL ANUNCIO DEL EVANGELIO EN EL MUNDO ACTUAL

75. No podemos ignorar que en las ciudades fácilmente se desarrollan el tráfico de drogas y de personas, el abuso y la explotación de menores, el abandono de ancianos y enfermos, varias formas de corrupción y de crimen. Al mismo tiempo, lo que podría ser un precioso espacio de encuentro y solidaridad, frecuentemente se convierte en el lugar de la huida y de la desconfianza mutua. Las casas y los barrios se construyen más para aislar y proteger que para conectar e integrar. La proclamación del Evangelio será una base para restaurar la dignidad de la vida humana en esos contextos, porque Jesús quiere derramar en las ciudades vida en abundancia (cf. Jn 10,10). El sentido unitario y completo de la vida humana que propone el Evangelio es el mejor remedio para los males urbanos, aunque debamos advertir que un programa y un estilo uniforme e inflexible de evangelización no son aptos para esta realidad. Pero vivir a fondo lo humano e introducirse en el corazón de los desafíos como fermento testimonial, en cualquier cultura, en cualquier ciudad, mejora al cristiano y fecunda la ciudad. […]

210. Es indispensable prestar atención para estar cerca de nuevas formas de pobreza y fragilidad donde estamos llamados a reconocer a Cristo sufriente, aunque eso aparentemente no nos aporte beneficios tangibles e inmediatos: los sin techo, los toxicodependientes, los refugiados, los pueblos indígenas, los ancianos cada vez más solos y abandonados, etc. Los migrantes me plantean un desafío particular por ser Pastor de una Iglesia sin fronteras que se siente madre de todos. Por ello, exhorto a los países a una generosa apertura, que en lugar de temer la destrucción de la identidad local sea capaz de crear nuevas síntesis culturales. ¡Qué hermosas son las ciudades que superan la desconfianza enfermiza e integran a los diferentes, y que hacen de esa integración un nuevo factor de desarrollo! ¡Qué lindas son las ciudades que, aun en su diseño arquitectónico, están llenas de espacios que conectan, relacionan, favorecen el reconocimiento del otro!

211. Siempre me angustió la situación de los que son objeto de las diversas formas de trata de personas. Quisiera que se escuchara el grito de Dios preguntándonos a todos: «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9). ¿Dónde está tu hermano esclavo? ¿Dónde está ese que estás matando cada día en el taller clandestino, en la red de prostitución, en los niños que utilizas para mendicidad, en aquel que tiene que trabajar a escondidas porque no ha sido formalizado? No nos hagamos los distraídos. Hay mucho de complicidad. ¡La pregunta es para todos! En nuestras ciudades está instalado este crimen mafioso y aberrante, y muchos tienen las manos preñadas de sangre debido a la complicidad cómoda y muda. […]

253. […] Los cristianos deberíamos acoger con afecto y respeto a los inmigrantes del Islam que llegan a nuestros países, del mismo modo que esperamos y rogamos ser acogidos y respetados en los países de tradición islámica. […]

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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS PARTICIPANTES EN LA PLENARIA DE LA CONGREGACIÓN PARA LAS IGLESIAS ORIENTALES

[…] Gran preocupación despiertan las condiciones de vida de los cristianos, que en muchas partes del Oriente Medio sufren de forma particularmente difícil las consecuencias de las tensiones y de los conflictos actuales. Siria, Irak, Egipto, y otras zonas de Tierra Santa, a veces derraman lágrimas. El Obispo de Roma no descansará mientras haya hombres y mujeres, de cualquier religión, ofendidos en su dignidad, privados de lo necesario para la supervivencia, sin futuro, forzados a la condición de desplazados y refugiados. Hoy, junto con los Pastores de las Iglesias de Oriente, hacemos un llamamiento para que se respete el derecho de todos a una vida digna y se profese libremente la propia fe. No nos resignemos a pensar el Oriente Medio sin los cristianos, que desde hace dos mil años confiesan allí el nombre de Jesús, insertados como ciudadanos a pleno título en la vida social, cultural y religiosa de las naciones a las que pertenecen.[…]

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VISITA OFICIAL DEL SANTO PADREAL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA ITALIANA S.E. SR. D. GIORGIO NAPOLITANO DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO

[…] La tarea primaria que corresponde a la Iglesia es la de testimoniar la misericordia de Dios y alentar respuestas generosas de solidaridad para abrir a un futuro de esperanza; porque allí donde crece la esperanza se multiplican también las energías y el compromiso para la construcción de un orden social y civil más humano y más justo, y surgen nuevas potencialidades para un desarrollo sostenible y sano.
Están impresas en mi mente las primeras visitas pastorales que he podido realizar en Italia. A Lampedusa, ante todo, donde he podido encontrar de cerca el sufrimiento de quienes, a causa de las guerras o de la miseria, se dirigen hacia la emigración en condiciones a menudo desesperantes; y donde he visto el encomiable testimonio de solidaridad de tantos que se prodigan en la obra de acogida.[…]