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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS MIEMBROS DEL COMITÉ PONTIFICIO DE CIENCIAS HISTÓRICAS

Queridos hermanos y hermanas:

[…] Entre las iniciativas que tenéis programadas, pienso, en especial, en el congreso internacional en la conmemoración del centenario del estallido de la primera guerra mundial. En dicho congreso reflexionaréis sobre las más recientes adquisiciones de la investigación, con especial atención a las iniciativas diplomáticas de la Santa Sede durante ese trágico conflicto y la aportación dada por los católicos y por los demás cristianos al auxilio de los heridos, refugiados, huérfanos y viudas, a la búsqueda de los dispersos, así como también en la reconstrucción de un mundo desgarrado por lo que Benedicto XV definió «inútil carnicería» (Carta a los jefes de los pueblos beligerantes, 1 de agosto de 1917). Y resuena aún hoy, más actual que nunca, el dolorido llamamiento de Pío XII: «Nada se pierde con la paz. Todo puede perderse con la guerra» (Radiomensaje, 24 de agosto de 1939). Cuando volvemos a escuchar esas palabras proféticas, nos damos verdaderamente cuenta de que la historia es magistra vitae. […]

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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS PARTICIPANTES EN LA CONFERENCIA INTERNACIONAL SOBRE LA TRATA DE PERSONAS

Señores cardenales,
queridos hermanos,
ilustres señores y señoras,

Os saludo a todos vosotros que participáis en este encuentro, el segundo convocado en el Vaticano, para colaborar juntos en contra de la trata de seres humanos. Agradezco al cardenal Nichols y a la Conferencia episcopal de Inglaterra y Gales por haberlo promovido, y a la Academia pontificia de ciencias sociales por acogerlo. Es un encuentro, un encuentro importante, pero es además un gesto: es un gesto de la Iglesia, un gesto de las personas de buena voluntad, que quiere gritar «¡Basta!».
La trata de seres humanos es una llaga en el cuerpo de la humanidad contemporánea, una llaga en la carne de Cristo, es un delito contra la humanidad. El hecho de encontrarnos aquí, para unir nuestros esfuerzos, significa que queremos que las estrategias y las competencias estén acompañadas y reforzadas por la compasión evangélica, por la cercanía a los hombres y mujeres que son víctimas de este crimen.[…]

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PAPA FRANCISCO AUDIENCIA GENERAL

[…] No olvidemos que la custodia atenta de la vida del Niño comportó también el exilio en Egipto, la dura experiencia de vivir como refugiados —José fue un refugiado, con María y Jesús— para escapar de la amenaza de Herodes.[…]

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PAPA FRANCISCO ÁNGELUS

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Una palabra va para la Comunidad El Papa Juan XXIII, fundado por Don Oreste Benzi, quien conducirá un «Via Crucis» especial para las mujeres víctimas del tráfico en las calles del centro de Roma el próximo viernes. ¡Estos son buenos!
[…]

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PAPA FRANCISCO AUDIENCIA GENERAL

[…] Vivir en profundidad el Bautismo —he aquí la segunda invitación— significa también no acostumbrarnos a las situaciones de degradación y de miseria que encontramos caminando por las calles de nuestras ciudades y de nuestros países. Existe el riesgo de aceptar pasivamente ciertos comportamientos y no asombrarnos ante las tristes realidades que nos rodean. Nos acostumbramos a la violencia, como si fuese una noticia cotidiana descontada; nos acostumbramos a los hermanos y hermanas que duermen en la calle, que no tienen un techo para cobijarse. Nos acostumbramos a los refugiados en busca de libertad y dignidad, que no son acogidos como se debiera.[…]

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MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LA CAMPAÑA CUARESMAL DE FRATERNIDAD EN BRASIL

Queridos brasileños:
Al recordar siempre el gran corazón y la cálida acogida con la que me habéis abierto los brazos en mi visita a finales de julio pasado, os pido ahora que me permitáis ser vuestro compañero en el camino cuaresmal, que comienza el 5 de marzo, hablándoos de la Campaña de fraternidad que os recuerda la victoria de la Pascua: «Para la libertad nos ha liberado Cristo» (Gál 5, 1). Con su Pasión, Muerte y Resurrección, Jesucristo liberó a la humanidad de las cadenas de la muerte y del pecado. En los próximos cuarenta días, buscaremos cada vez más tomar conciencia de la misericordia infinita que Dios tuvo hacia nosotros y que nos ha pedido también transmitir a los demás, sobre todo, a quienes más sufren: «¡Eres libre! ¡Ve y ayuda a tus hermanos a ser libres!». En este sentido, queriendo movilizar a los cristianos y a las personas de buena voluntad de la sociedad brasileña contra una plaga social como es la trata de seres humanos, nuestros hermanos obispos brasileños os proponen este año el tema «Fraternidad y tráfico humano».
No es posible permanecer indiferentes, sabiendo que existen seres humanos tratados como mercancías. Pensemos en las adopciones de niños para la extracción de órganos, en las mujeres engañadas y obligadas a prostituirse, en los trabajadores explotados, sin derechos ni voz, etc. ¡Esto es tráfico humano! «A este nivel es necesario un profundo examen de conciencia: ¿cuántas veces, en efecto, toleramos que un ser humano sea considerado como un objeto, expuesto para vender un producto o para satisfacer deseos inmorales? La persona humana nunca se debería ni vender ni comprar como una mercancía. Quien la usa y la explota, incluso indirectamente, se hace cómplice de este abuso» (Discurso a los nuevos embajadores, 12 de diciembre de 2013: L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 27 de diciembre de 2013, p. 3). Si después pasamos al nivel familiar y entramos en las casas, ¡cuántas veces reina allí el abuso! Padres que esclavizan a sus hijos, hijos que esclavizan a sus padres; cónyuges que, olvidados de su llamada a la donación, se explotan como si fueran un producto para consumir, que se usa y se tira; ancianos sin un lugar, niños y adolescentes sin voz. ¡Cuántos ataques a los valores básicos del tejido social y de la convivencia social misma! Sí, se necesita un profundo examen de conciencia. ¿Cómo se puede anunciar la alegría de la Pascua sin ser solidarios con aquellos a quienes aquí en la tierra se les niega su libertad?
Queridos brasileños, de esto podemos estar seguros: yo ofendo la dignidad humana del otro sólo porque antes vendí la mía. ¿A cambio de qué? Del poder, de la fama, de los bienes materiales. Y esto —¡sorprendeos!— a cambio de mi dignidad de hijo e hija de Dios, rescatada al precio de la sangre de Cristo en la Cruz y garantizada por el Espíritu Santo que clama dentro de nosotros: «¡Abba, Padre!» (cf. Gál 4, 6). La dignidad humana es la misma en todo ser humano: cuando la pisoteo en el otro, estoy pisoteando la mía. ¡Para la libertad nos liberó Cristo! El año pasado, cuando estuve con vosotros, afirmé que el pueblo brasileño daba una gran lección de solidaridad; seguro de esto, espero que los cristianos y las personas de buena voluntad se comprometan para que jamás ningún hombre o mujer, joven o niño, sea víctima de la trata de personas. Y la base más eficaz para restaurar la dignidad humana es anunciar el Evangelio de Cristo en los campos y en las ciudades, porque Jesús quiere derramar por doquier vida en abundancia (cf. Evangelii gaudium, n. 75). […]

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PAPA FRANCISCO ÁNGELUS

Queridos hermanos y hermanas:
Hoy se celebra la Jornada mundial del emigrante y el refugiado, con el tema «Emigrantes y refugiados: hacia un mundo mejor», que desarrollé en el Mensaje publicado hace ya un tiempo. Dirijo un saludo especial a las representaciones de diversas comunidades étnicas aquí reunidas, en especial a las comunidades católicas de Roma. Queridos amigos, vosotros estáis cerca del corazón de la Iglesia, porque la Iglesia es un pueblo en camino hacia el Reino de Dios, que Jesucristo trajo en medio de nosotros. No perdáis la esperanza de un mundo mejor. Deseo que viváis en paz en los países que os acogen, custodiando los valores de vuestras culturas de origen. Quisiera agradecer a quienes trabajan con los inmigrantes para acogerles y acompañarles en sus momentos difíciles, para defenderles de aquello que el beato Scalabrini definía como «los mercaderes de carne humana», que quieren esclavizar a los inmigrantes. De modo particular, quiero dar las gracias a la congregación de los Misioneros de San Carlos, los padres y las hermanas scalabrinianos que tanto bien hacen a la Iglesia, y se hacen inmigrantes con los inmigrantes.
En este momento pensamos en los numerosos inmigrantes y refugiados, en sus sufrimientos, en su vida, muchas veces sin trabajo, sin documentos, en mucho dolor; y podemos todos dirigir una oración por los inmigrantes y los refugiados que viven situaciones más graves y más difíciles: Ave María.[…]

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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS MIEMBROS DEL CUERPO DIPLOMÁTICO ACREDITADO ANTE LA SANTA SEDE

[…] Con esta confianza, deseo mirar al año que nos espera. No dejo, por tanto, de esperar que se acabe finalmente el conflicto en Siria. La solicitud por esa querida población y el deseo de que no se agravara la violencia me llevaron en el mes de septiembre pasado a convocar una jornada de ayuno y oración. Por vuestro medio, agradezco de corazón a las autoridades públicas y a las personas de buena voluntad que en vuestros países se asociaron a esa iniciativa. Se necesita una renovada voluntad política de todos para poner fin al conflicto. En esa perspectiva, confío en que la Conferencia «Ginebra 2», convocada para el próximo 22 de enero, marque el comienzo del deseado camino de pacificación. Al mismo tiempo, es imprescindible que se respete plenamente el derecho humanitario. No se puede aceptar que se golpee a la población civil inerme, sobre todo a los niños. Animo, además, a todos a facilitar y garantizar, de la mejor manera posible, la necesaria y urgente asistencia a gran parte de la población, sin olvidar el encomiable esfuerzo de aquellos países, sobre todo el Líbano y Jordania, que con generosidad han acogido en sus territorios a numerosos prófugos sirios. […]

[…] También en otras partes de África, los cristianos están llamados a dar testimonio del amor y la misericordia de Dios. No hay que dejar nunca de hacer el bien, aún cuando resulte arduo y se sufran actos de intolerancia, por no decir de verdadera y propia persecución. En grandes áreas de Nigeria no se detiene la violencia y se sigue derramando mucha sangre inocente. Mi pensamiento se dirige especialmente a la República Centroafricana, donde la población sufre a causa de las tensiones que el país atraviesa y que repetidamente han sembrado destrucción y muerte. Aseguro mi oración por las víctimas y los numerosos desplazados, obligados a vivir en condiciones de pobreza, y espero que la implicación de la Comunidad internacional contribuya al cese de la violencia, al restablecimiento del estado de derecho y a garantizar el acceso de la ayuda humanitaria también a las zonas más remotas del país. La Iglesia católica por su parte seguirá asegurando su propia presencia y colaboración, esforzándose con generosidad para procurar toda ayuda posible a la población y, sobre todo, para reconstruir un clima de reconciliación y de paz entre todas las partes de la sociedad. Reconciliación y paz son una prioridad fundamental también en otras partes del continente africano. Me refiero especialmente a Malí, donde incluso se observa el positivo restablecimiento de las estructuras democráticas del país, como también a Sudán del Sur, donde, por el contrario, la inestabilidad política del último período ha provocado ya muchos muertos y una nueva emergencia humanitaria. […]

[…] La paz además se ve herida por cualquier negación de la dignidad humana, sobre todo por la imposibilidad de alimentarse de modo suficiente. No nos pueden dejar indiferentes los rostros de cuantos sufren el hambre, sobre todo los niños, si pensamos a la cantidad de alimento que se desperdicia cada día en muchas partes del mundo, inmersas en la que he definido en varias ocasiones como la «cultura del descarte». Por desgracia, objeto de descarte no es sólo el alimento o los bienes superfluos, sino con frecuencia los mismos seres humanos, que vienen «descartados» como si fueran «cosas no necesarias». Por ejemplo, suscita horror sólo el pensar en los niños que no podrán ver nunca la luz, víctimas del aborto, o en los que son utilizados como soldados, violentados o asesinados en los conflictos armados, o hechos objeto de mercadeo en esa tremenda forma de esclavitud moderna que es la trata de seres humanos, y que es un delito contra la humanidad.
No podemos ser insensibles al drama de las multitudes obligadas a huir por la carestía, la violencia o los abusos, especialmente en el Cuerno de África y en la Región de los Grandes Lagos. Muchos de ellos viven como prófugos o refugiados en campos donde no vienen considerados como personas sino como cifras anónimas. Otros, con la esperanza de una vida mejor, emprenden viajes aventurados, que a menudo terminan trágicamente. Pienso de modo particular en los numerosos emigrantes que de América Latina se dirigen a los Estados Unidos, pero sobre todo en los que de África o el Oriente Medio buscan refugio en Europa.
Permanece todavía viva en mi memoria la breve visita que realicé a Lampedusa, en julio pasado, para rezar por los numerosos náufragos en el Mediterráneo. Por desgracia hay una indiferencia generalizada frente a semejantes tragedias, que es una señal dramática de la pérdida de ese «sentido de la responsabilidad fraterna»,[9] sobre el que se basa toda sociedad civil. En aquella circunstancia, sin embargo, pude constatar también la acogida y dedicación de tantas personas. Deseo al pueblo italiano, al que miro con afecto, también por las raíces comunes que nos unen, que renueve su encomiable compromiso de solidaridad hacia los más débiles e indefensos y, con el esfuerzo sincero y unánime de ciudadanos e instituciones, venza las dificultades actuales, encontrando el clima de constructiva creatividad social que lo ha caracterizado ampliamente. […]

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MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO AL PRESIDENTE EJECUTIVO DEL FORO ECONÓMICO MUNDIAL CON OCASIÓN DE SU REUNIÓN ANUAL EN DAVOS-KLOSTER (SUIZA)

[…] Con respecto a vuestra reunión, me gustaría hacer hincapié en la importancia que tienen los distintos sectores políticos y económicos en la promoción de un enfoque inclusivo que tenga en cuenta la dignidad de toda persona humana y el bien común. Me refiero a la atención que debería plasmar cualquier decisión política y económica, pero que, de momento, parece ser poco más que un replanteamiento. Los que trabajan en estos sectores tienen una responsabilidad precisa para con los demás, especialmente con los más frágiles, débiles y vulnerables. Es intolerable que todavía miles de personas mueran cada día de hambre, a pesar de las grandes cantidades de alimentos disponibles y, a menudo, simplemente desperdiciados. Del mismo modo, no pueden dejar de impresionarnos los innumerables refugiados que buscando condiciones de vida con un mínimo de dignidad, no sólo no consiguen encontrar hospitalidad, sino que a menudo mueren trágicamente mientras se desplazan de un lugar a otro. Sé que estas son palabras fuertes, incluso dramáticas, pero al mismo tiempo quieren reafirmar y desafiar la capacidad de este Foro para marcar la diferencia. De hecho, los que han demostrado la capacidad para innovar y mejorar la vida de muchas personas a través de su creatividad y experiencia profesional, pueden ofrecer una contribución adicional poniendo sus capacidades al servicio de los que aún viven en medio de una terrible pobreza. […]

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MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LA CELEBRACIÓN DE LA XLVII JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ LA FRATERNIDAD, FUNDAMENTO Y CAMINO PARA LA PAZ

[…] En muchas partes del mundo, continuamente se lesionan gravemente los derechos humanos fundamentales, sobre todo el derecho a la vida y a la libertad religiosa. El trágico fenómeno de la trata de seres humanos, con cuya vida y desesperación especulan personas sin escrúpulos, representa un ejemplo inquietante. A las guerras hechas de enfrentamientos armados se suman otras guerras menos visibles, pero no menos crueles, que se combaten en el campo económico y financiero con medios igualmente destructivos de vidas, de familias, de empresas.[…]

[…] Muchos son los conflictos armados que se producen en medio de la indiferencia general. A todos cuantos viven en tierras donde las armas imponen terror y destrucción, les aseguro mi cercanía personal y la de toda la Iglesia. Ésta tiene la misión de llevar la caridad de Cristo también a las víctimas inermes de las guerras olvidadas, mediante la oración por la paz, el servicio a los heridos, a los que pasan hambre, a los desplazados, a los refugiados y a cuantos viven con miedo. Además la Iglesia alza su voz para hacer llegar a los responsables el grito de dolor de esta humanidad sufriente y para hacer cesar, junto a las hostilidades, cualquier atropello o violación de los derechos fundamentales del hombre[15].[…]

[…] Pienso en el drama lacerante de la droga, con la que algunos se lucran despreciando las leyes morales y civiles, en la devastación de los recursos naturales y en la contaminación, en la tragedia de la explotación laboral; pienso en el blanqueo ilícito de dinero así como en la especulación financiera, que a menudo asume rasgos perjudiciales y demoledores para enteros sistemas económicos y sociales, exponiendo a la pobreza a millones de hombres y mujeres; pienso en la prostitución que cada día cosecha víctimas inocentes, sobre todo entre los más jóvenes, robándoles el futuro; pienso en la abominable trata de seres humanos, en los delitos y abusos contra los menores, en la esclavitud que todavía difunde su horror en muchas partes del mundo, en la tragedia frecuentemente desatendida de los emigrantes con los que se especula indignamente en la ilegalidad. Juan XXIII escribió al respecto: «Una sociedad que se apoye sólo en la razón de la fuerza ha de calificarse de inhumana. En ella, efectivamente, los hombres se ven privados de su libertad, en vez de sentirse estimulados, por el contrario, al progreso de la vida y al propio perfeccionamiento»[17]. Sin embargo, el hombre se puede convertir y nunca se puede excluir la posibilidad de que cambie de vida. Me gustaría que esto fuese un mensaje de confianza para todos, también para aquellos que han cometido crímenes atroces, porque Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva (cf. Ez 18,23).[…]