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PAPA FRANCISCO AUDIENCIA GENERAL

APELACIONES

[…] Hoy es el Día Internacional de los Niños Desaparecidos. Es un deber de todos proteger a los niños, especialmente a aquellos expuestos a un alto riesgo de explotación, tráfico y comportamiento desviado. Espero que las autoridades civiles y religiosas puedan sacudir y sensibilizar las conciencias, evitar la indiferencia frente a la incomodidad de los niños solos, explotados y alejados de sus familias y su contexto social, niños que no pueden crecer serenamente y mirar con esperanza el futuro. Invito a todos a orar para que cada uno de ellos sea devuelto al afecto de sus seres queridos. […]

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MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCIS AL SECRETARIO GENERAL DE O.N.U. CON MOTIVO DE LA 1ª «CUMBRE HUMANITARIA MUNDIAL» [ESTAMBUL, 23 AL 24 DE MAYO DE 2016]

[…] No podemos negar que demasiados intereses impiden las soluciones de los conflictos de hoy, y que las estrategias militares, económicas y geopolíticas cambian a las personas y los pueblos e imponen al dios dinero, el dios del poder. Al mismo tiempo, los esfuerzos humanitarios a menudo están condicionados por imposiciones comerciales e ideológicas.

Por esta razón, lo que se necesita hoy es un compromiso renovado para proteger a cada persona en su vida diaria y salvaguardar su dignidad y sus derechos humanos, su seguridad y sus necesidades integrales. Al mismo tiempo, es necesario preservar la libertad y la identidad cultural y social de los pueblos; sin que esto conduzca al cierre, sino que fomente la cooperación, el diálogo y, especialmente, la paz.

«No deje a nadie atrás» y «haga lo mejor» pídanos que no nos resignamos, que asumamos la responsabilidad de las decisiones y acciones que enfrentan las mismas víctimas. Primero, personalmente, luego juntos, coordinando las fuerzas y la acción en el respeto mutuo de las diferentes habilidades y áreas de competencia, no discriminando, sino aceptando. En otras palabras: no debe haber familia sin hogar, ningún refugiado sin hospitalidad, ninguna persona sin dignidad, ningún herido sin cuidado, ningún niño sin infancia, ningún joven, niño o niña, sin futuro, sin ancianos sin una vejez decente.

Que esta sea también una oportunidad para reconocer el trabajo de aquellos que sirven a otros y ayuda a aliviar el sufrimiento de las víctimas de la guerra y el desastre, de refugiados y refugiados, y cuida de la sociedad, especialmente a través de valientes decisiones de paz, respeto, rehabilitación y perdón. De esta forma, las vidas de las personas se salvan. […]

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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS EMBAJADORES DE SEYCHELLES, TAILANDIA, ESTONIA, MALAWI, ZAMBIA Y NAMIBIA DURANTE LA PRESENTACIÓN DE LAS CARTAS CREDENCIALES

Excelencias:

[…] Vuestra presencia hoy aquí es una fuerte llamada al hecho que, no obstante nuestras nacionalidades, culturas y confesiones religiosas puedan ser distintas, estamos unidos por la humanidad común y por la misión que compartimos de ocuparnos de la sociedad y de la creación. Este servicio ha asumido una particular urgencia, desde el momento que muchas personas en el mundo están sufriendo conflictos y guerras, migraciones y traslados forzados, e incertezas causadas por las dificultades económicas. Estos problemas requieren no sólo que reflexionemos y discutamos sobre ellos, sino que expresemos también signos concretos de solidaridad con nuestros hermanos y hermanas que se encuentran en grave necesidad. Para que este servicio de solidaridad sea eficaz, nuestros esfuerzos deben estar orientados a buscar la paz, en la cual todo derecho natural individual y todo desarrollo humano integral pueda ser ejercido y garantizado. Esa tarea pide que trabajemos juntos de modo eficaz y coordinado, alentando a los miembros de nuestras comunidades a convertirse ellos mismos en artífices de paz, promotores de justicia social y defensores del auténtico respeto por nuestra casa común. Esto se hace siempre más difícil, porque nuestro mundo se presenta cada vez más fragmentado y polarizado. Muchas personas tienden a aislarse ante la dureza de la realidad. Tienen miedo del terrorismo y que la creciente afluencia de inmigrantes cambie radicalmente su cultura, su estabilidad económica y su estilo de vida. Estos son temores que comprendemos y que no podemos descuidar con superficialidad; sin embargo se deben afrontar con sabiduría y compasión, de modo que los derechos y las necesidades de todos se respeten y se apoyen. Para quienes se ven afligidos por la tragedia de la violencia y de las migraciones forzadas, debemos ser decididos en hacer conocer al mundo su condición crítica, de modo que, a través de nuestra voz, pueda ser escuchada su voz, demasiado débil e incapaz de hacer percibir su grito. La vía de la diplomacia nos ayuda a amplificar y transmitir este grito a través de la búsqueda de soluciones a las múltiples causas que están en la base de los actuales conflictos. Esto se realiza especialmente en los esfuerzos para privar de armas a quienes usan la violencia, así como de poner fin a la plaga del tráfico humano y del comercio de droga que a menudo acompaña este mal. Mientras que nuestras iniciativas en nombre de la paz deberían ayudar a las poblaciones a permanecer en su patria, el momento presente nos llamar a asistir a los inmigrantes y a quienes se hacen cargo de ellos. No debemos permitir que malos entendidos y miedos debiliten nuestra determinación. Más bien, estamos llamados a construir una cultura del diálogo «que nos permita reconocer al otro como un interlocutor válido; que nos permita mirar al extranjero, al emigrante, al que pertenece a otra cultura como sujeto digno de ser escuchado, considerado y apreciado» (Discurso con ocasión de la entrega del Premio Carlomagno, 6 de mayo de 2016). De este modo promoveremos una integración que respete la identidad de los inmigrantes y preserve la cultura de la comunidad que los acoge, y que al mismo tiempo enriquezca a ambos. Esto es esencial. Si incomprensión y miedo prevalecen, algo de nosotros mismos está dañado, nuestras culturas, la historia y las tradiciones se debilitan, y la paz misma se ve comprometida. Cuando por otra parte favorecemos el diálogo y la solidaridad, a nivel tanto individual como colectivo, es entonces que experimentamos lo mejor de la humanidad y aseguramos una paz duradera para todos, según el designio del Creador.[…]

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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS PARTICIPANTES EN LA CONFERENCIA INTERNACIONAL DE LA FUNDACIÓN «CENTESIMUS ANNUS PRO PONTIFICE»

Queridos amigos:

Os dirijo mi calurosa bienvenida y agradezco al presidente sus corteses palabras. En estos días de reflexión y de diálogo, habéis tomado en consideración la aportación de la comunidad económica en la lucha contra la pobreza, con particular referencia a la actual crisis de refugiados.
Os agradezco la prontitud con la que aportáis vuestras capacidades y experiencia en la discusión sobre estas delicadas cuestiones humanitarias y sobre las obligaciones morales que conllevan.
La crisis de los refugiados, cuyas proporciones están creciendo cada día, es una de aquellas con la que me siento muy cercano.
En mi reciente visita a Lesbos, fui testigo de experiencias de sufrimiento humano desgarradoras, sobre todo de familias y niños. Era mi intención, junto con mis hermanos ortodoxos el patriarca Bartolomé y el arzobispo Jerónimo, ofrecer al mundo una mayor toma de conciencia de estas «escenas de trágica y desesperada necesidad», y hacer que a las se «responda de un modo digno de nuestra humanidad común» (Visita al campo de refugiados de Moria, 16 de abril de 2016).
Más allá del aspecto inmediato y práctico de ofrecer ayuda material a nuestros hermanos y hermanas, la comunidad internacional está llamada a encontrar respuestas políticas, sociales y económicas de larga duración a problemáticas que superan los confines nacionales y continentales e involucran a toda la familia humana. […]

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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LA UNIÓN INTERNACIONAL de SUPERIORES GENERALES (UISG)

Papa Francesco

[…] Es verdad que a las mujeres se las excluye de los procesos en los que se toman decisiones en la Iglesia: excluidas no, pero es muy débil la inserción de las mujeres allí, en los procesos durante los cuales se toman decisiones. Tenemos que seguir adelante. Por ejemplo —de verdad, yo no veo dificultad—, creo que en el Consejo pontificio Justicia y paz quien lleva la secretaría es una mujer, una religiosa. Se había propuesto otra y yo la nombré, pero ella prefirió no aceptar, porque tenía que ir a otro sitio a realizar otros trabajos de su congregación. Se debe mirar más allá, porque en muchos aspectos de los procesos de toma de decisiones no es necesaria la ordenación. No es necesaria. En la reforma de la constitución apostólica Pastor Bonus, en lo referido a los dicasterios, cuando no existe la jurisdicción que viene de la ordenación —es decir la jurisdiccional pastoral— no se ve escrito que pueda ser una mujer, no sé si jefe de dicasterio, pero… Por ejemplo para los inmigrantes: en el dicasterio para lo inmigrantes una mujer podría ser. Y cuando hay necesidad de la jurisdicción —ahora que los inmigrantes entran en un dicasterio—, será el prefecto quien conceda este permiso. Pero en lo ordinario puede serlo, en la ejecución del proceso de toma de decisiones. Para mí es muy importante la elaboración de las decisiones: no sólo la ejecución, sino también la elaboración, es decir que las mujeres, tanto consagradas como laicas, entren en la reflexión del proceso y en el debate. Porque la mujer mira la vida con ojos propios y nosotros hombres no podemos mirarla así. Es el modo de ver un problema, de ver cualquier otra cosa, en una mujer es distinto en relación a lo que es para el hombre. Deben ser complementarios, y en las consultaciones es importante que haya mujeres. […]

La cuestión del dinero es un problema muy importante, tanto en la vida consagrada como en la Iglesia diocesana. No debemos olvidar nunca que el diablo entra «por los bolsillos»: tanto por los bolsillos del obispo como por los bolsillos de la Congregación. Esto toca el problema de la pobreza, hablaré luego de esto. Pero la avidez de dinero es el primer escalón para la corrupción de una parroquia, de una diócesis, de una congregación de vida consagrada, es el primer escalón. Creo que fuese con este fin: el pago por los sacramentos. Mirad, si alguien os pide esto, denunciad el hecho. La salvación es gratuita. Dios nos ha enviado gratuitamente; la salvación es como un «derroche de gratuidad». No hay salvación por la que se deba pagar, no hay sacramentos que se deban pagar. ¿Está claro esto? Yo conozco, he visto en mi vida corrupción en esto. Recuerdo un caso, apenas nombrado obispo, tenía la zona más pobre de Buenos Aires, que está dividida en cuatro vicarías. Allí había muchos inmigrantes de países americanos, y sucedía que cuando venían a casarse los párrocos decían: «Esta gente no tiene el certificado de bautismo». Y cuando lo pedían en su país les decían: «Sí, pero manda primero 100 dólares —recuerdo un caso— y luego te lo envío». […]
Sí. Todas las religiosas, todas las consagradas deben vivir místicamente, porque vuestra vida es un matrimonio; vuestra vocación es una vocación de maternidad, es una vocación de estar en el lugar de la Madre Iglesia y de la Madre María. Pero los que os dicen esto, piensan que ser místico es ser una momia, siempre rezando… No, no. Se debe rezar y trabajar según el propio carisma; y cuando el carisma te lleva a seguir adelante con los refugiados, con los pobres tú debes hacerlo, y te dirán «comunista»: es lo menos que te dirán. Pero debes hacerlo. Porque el carisma te lleva a eso. En Argentina, recuerdo a una religiosa: fue provincial de su congregación. Una buena mujer, y sigue trabajando… tiene casi mi edad, sí. Y trabaja contra los traficantes de jóvenes, de personas. Recuerdo, durante el gobierno militar en Argentina, querían mandarla a la cárcel, hacían presión sobre el arzobispo, hacían presión sobre la superiora provincial, antes de que ella sea provincial, «porque esta mujer es comunista». Y esta mujer ha salvado a muchas jóvenes, a muchas jóvenes. Y sí, es la cruz. De Jesús, ¿qué dijeron? Que era Beelzebul, que tenía el poder de Beelzebul. La calumnia, estad preparadas. Si hacéis el bien, con oración, ante Dios, asumiendo todas las consecuencia de vuestro carisma, seguid adelante, estad preparadas para la difamación y la calumnia, porque el Señor eligió este camino para Él mismo.

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PAPA FRANCISCO REGINA COELI

[…] Antes de separarse de sus amigos, Jesús, refiriéndose al evento de su muerte y resurrección, les había dicho: «Vosotros sois testigos de estas cosas» (v. 48). Es decir, los discípulos son testigos de la muerte y de la resurrección de Cristo, ese día, también de la Ascensión de Cristo. Y, en efecto, después de haber visto a su Señor subir al cielo, los discípulos regresaron a la ciudad como testigos que con gozo anuncian a todos la vida nueva que viene del Crucificado resucitado, en cuyo nombre «se predicarán a todos los pueblos la conversión y el perdón de los pecados» (v. 47). Este es el testimonio —hecho no sólo de palabras sino también con la vida cotidiana—, el testimonio que cada domingo debería salir de nuestras iglesias para entrar durante la semana en las casas, en las oficinas, en la escuela, en los lugares de encuentro y de diversión, en los hospitales, en las cárceles, en las casas para ancianos, en los lugares llenos de inmigrantes, en las periferias de la ciudad… Este testimonio nosotros debemos llevarlo cada semana: ¡Cristo está con nosotros; Jesús subió al cielo, está con nosotros; Cristo está vivo! […]

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ENTREGA DEL PREMIO CARLOMAGNO DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO

Ilustres señoras y señores:

[…]Capacidad de diálogo
Si hay una palabra que tenemos que repetir hasta cansarnos es esta: diálogo. Estamos invitados a promover una cultura del diálogo, tratando por todos los medios de crear instancias para que esto sea posible y nos permita reconstruir el tejido social. La cultura del diálogo implica un auténtico aprendizaje, una ascesis que nos permita reconocer al otro como un interlocutor válido; que nos permita mirar al extranjero, al emigrante, al que pertenece a otra cultura como sujeto digno de ser escuchado, considerado y apreciado. Para nosotros, hoy es urgente involucrar a todos los actores sociales en la promoción de «una cultura que privilegie el diálogo como forma de encuentro, la búsqueda de consensos y acuerdos, pero sin separarla de la preocupación por una sociedad justa, memoriosa y sin exclusiones» (Evangelii gaudium, 239). La paz será duradera en la medida en que armemos a nuestros hijos con las armas del diálogo, les enseñemos la buena batalla del encuentro y la negociación. De esta manera podremos dejarles en herencia una cultura que sepa delinear estrategias no de muerte, sino de vida, no de exclusión, sino de integración.[…]

[…]Con la mente y el corazón, con esperanza y sin vana nostalgia, como un hijo que encuentra en la madre Europa sus raíces de vida y fe, sueño un nuevo humanismo europeo, «un proceso constante de humanización», para el que hace falta «memoria, valor y una sana y humana utopía»[10]. Sueño una Europa joven, capaz de ser todavía madre: una madre que tenga vida, porque respeta la vida y ofrece esperanza de vida. Sueño una Europa que se hace cargo del niño, que como un hermano socorre al pobre y a los que vienen en busca de acogida, porque ya no tienen nada y piden refugio. Sueño una Europa que escucha y valora a los enfermos y a los ancianos, para que no sean reducidos a objetos improductivos de descarte. Sueño una Europa, donde ser emigrante no sea un delito, sino una invitación a un mayor compromiso con la dignidad de todo ser humano. Sueño una Europa donde los jóvenes respiren el aire limpio de la honestidad, amen la belleza de la cultura y de una vida sencilla, no contaminada por las infinitas necesidades del consumismo; donde casarse y tener hijos sea una responsabilidad y una gran alegría, y no un problema debido a la falta de un trabajo suficientemente estable. Sueño una Europa de las familias, con políticas realmente eficaces, centradas en los rostros más que en los números, en el nacimiento de hijos más que en el aumento de los bienes. Sueño una Europa que promueva y proteja los derechos de cada uno, sin olvidar los deberes para con todos. Sueño una Europa de la cual no se pueda decir que su compromiso por los derechos humanos ha sido su última utopía. Gracias.

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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS PARTICIPANTES EN EL CAPÍTULO GENERAL DE LA ORDEN DE NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED (MERCEDARIOS)

Queridos hermanos y hermanas:

[…] En el octavo Centenario de la Orden, no dejen de «proclamar el año de gracia del Señor» a todos aquellos a los que son enviados: a los perseguidos por causa de su fe y a los privados de libertad, a las víctimas de la trata y a los jóvenes de sus escuelas, a los que atienden en sus obras de misericordia y a los fieles de las parroquias y las misiones que les han sido encomendadas por la Iglesia. Para cada uno de ellos y para la entera familia mercedaria va mi bendición y también mi ruego de que no se olviden de rezar por mí.

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DIRECCIÓN DEL SANTO PADRE FRANCIS A LOS PARTICIPANTES EN EL CONGRESO DE LAS CARITAS DE LAS DIÓCESIS ITALIANAS

Queridos hermanos y hermanas:

[…] También me gustaría alentarlo a continuar su compromiso y proximidad con las personas inmigrantes. El fenómeno de la migración, que hoy presenta aspectos críticos que deben ser manejados con políticas orgánicas y de visión de futuro, sigue siendo una riqueza y un recurso, desde diferentes puntos de vista. Por lo tanto, su trabajo es precioso y, junto con el enfoque solidario, tiende a favorecer elecciones que favorecen cada vez más la integración entre las poblaciones extranjeras y los ciudadanos italianos, ofreciendo a los operadores básicos herramientas culturales y profesionales adaptadas a la complejidad del fenómeno y su peculiaridades. […]

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PAPA FRANCISCO REGINA COELI

Después del Regina Coeli
Queridos hermanos y hermanas:
Les doy las gracias a quienes han acompañado con la oración la visita que realicé ayer a la isla de Lesbos en Grecia. A los refugiados y al pueblo griego he llevado la solidaridad de la Iglesia. Estaban conmigo el patriarca ecuménico Bartolomé y el arzobispo Jerónimo de Atenas y de toda Grecia, para simbolizar la unidad en la caridad de todos los discípulos del Señor. Hemos visitado uno de los campos de refugiados: provenían de Irak, Afganistán, Siria, África y de muchos países… Hemos saludado a cerca de trescientos refugiados, uno por uno. Los tres: el patriarca Bartolomé, el arzobispo Jerónimo y yo. Muchos entre ellos eran niños; alguno de ellos —de estos niños— asistieron a la muerte de sus padres y de sus compañeros, algunos murieron ahogados en el mar. ¡He visto mucho dolor! Y quiero contar un caso particular, de un hombre joven, no tiene aún 40 años. Lo encontré ayer con sus dos hijos. Él es musulmán y me contó que estaba casado con una joven cristiana, se amaban y se respetaban mutuamente. Pero lamentablemente esta joven fue degollada por los terroristas, porque no quiso renegar a Cristo y abandonar su fe. ¡Es una mártir! Y ese hombre lloraba mucho… […]