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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS MIEMBROS DE LA COMISIÓN PARLAMENTARIA ANTIMAFIA

[…] El segundo nivel de compromiso es el económico, a través de la corrección o supresión de aquellos mecanismos que generan en todas partes la desigualdad y la pobreza. Hoy ya no podemos hablar de lucha contra las mafias sin plantear el enorme problema de una finanza ya soberana sobre las reglas democráticas a través de la cual las organizaciones criminales invierten y multiplican los ya ingentes beneficios obtenidos con sus tráficos: drogas, armas, trata de personas, eliminación de residuos tóxicos, condicionamiento de las contratas para las grandes obras, juego de azar y criminalidad organizada.

Este doble nivel, político y económico, presupone otro no menos esencial, que es la construcción de una nueva conciencia civil, la única que puede conducir a una verdadera liberación de las mafias. Realmente es necesario educar y educarse en una vigilancia constante sobre uno mismo y el contexto en que se vive, mejorando la percepción más precisa de los fenómenos de corrupción y trabajando por un nuevo modo de ser ciudadanos, que comprenda el cuidado y la responsabilidad de los demás y del bien común.[…]

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VIAJE APOSTÓLICO DEL PAPA FRANCISCO A COLOMBIA (6-11 DE SEPTIEMBRE DE 2017) SANTA MISA HOMILÍA DEL SANTO PADRE

[…] También Jesús en el Evangelio nos señala la posibilidad de que el otro se cierre, se niegue a cambiar, persista en su mal. No podemos negar que hay personas que persisten en pecados que hieren la convivencia y la comunidad: «Pienso en el drama lacerante de la droga, con la que algunos lucran despreciando las leyes morales y civiles». Este mal atenta directamente contra la dignidad de la persona humana y va rompiendo progresivamente la imagen que el Creador ha plasmado en nosotros. Condeno con firmeza esta lacra que ha puesto fin a tantas vidas y que es mantenida y sostenida por hombres sin escrúpulos. No se puede jugar con la vida de nuestro hermano ni manipular su dignidad. Hago un llamado para que se busquen los modos para terminar con el narcotráfico que lo único que hace es sembrar muerte por doquier truncando tantas esperanzas y destruyendo tantas familias. Pienso también en otros dramas: «en la devastación de los recursos naturales y en la contaminación; en la tragedia de la explotación laboral; pienso en el blanqueo ilícito de dinero así como en la especulación financiera, que a menudo asume rasgos perjudiciales y demoledores para enteros sistemas económicos y sociales, exponiendo a la pobreza a millones de hombres y mujeres; pienso en la prostitución que cada día cosecha víctimas inocentes, sobre todo entre los más jóvenes, robándoles el futuro; pienso en la abominable trata de seres humanos, en los delitos y abusos contra los menores, en la esclavitud que todavía difunde su horror en muchas partes del mundo, en la tragedia frecuentemente desatendida de los emigrantes con los que se especula indignamente en la ilegalidad» (Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2014, 8); e incluso, también se especula en una «aséptica legalidad» pacifista que no tiene en cuenta la carne del hermano, la carne de Cristo. También para esto debemos estar preparados, y sólidamente asentados en principios de justicia que en nada disminuyen la caridad. No es posible convivir en paz sin hacer nada con aquello que corrompe la vida y atenta contra ella. A este respecto, recordamos a todos aquellos que, con valentía y de forma incansable, han trabajado y hasta han perdido la vida en la defensa y protección de los derechos de la persona humana y su dignidad. Como a ellos, la historia nos pide asumir un compromiso definitivo en defensa de los derechos humanos, aquí, en Cartagena de Indias, lugar que ustedes han elegido como sede nacional de su tutela.[…]

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VIAJE APOSTÓLICO DEL PAPA FRANCISCO A COLOMBIA (6-11 DE SEPTIEMBRE DE 2017) PAPA FRANCISCO ÁNGELUS

Queridos hermanos y hermanas:

[…]María de Chiquinquirá y Pedro Claver nos invitan a trabajar por la dignidad de todos nuestros hermanos, en especial por los pobres y descartados de la sociedad, por aquellos que son abandonados, por los emigrantes, por los que sufren la violencia y la trata. Todos ellos tienen su dignidad y son imagen viva de Dios. Todos hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, y a todos nosotros, la Virgen nos sostiene en sus brazos como a hijos queridos. […]

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CARTA DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LAS MISIONERAS DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS (CABRINIANAS) EN EL CENTENARIO DE LA MUERTE DE SANTA FRANCISCA JAVIER CABRINI PATRONA DE LOS MIGRANTES

[…] El carisma de Santa Francisca Javier Cabrini anima una dedicación total e inteligente hacia los emigrantes, que desde Italia iban al Nuevo Mundo. Esta elección es el resultado de su sincera y amorosa obediencia al Santo Padre, el Papa León XIII, y no excluye la atención a otras áreas de acción misionera. En nuestros días los movimientos de poblaciones, con las tensiones que inevitablemente surgen, hacen de la Madre Cabrini una figura singularmente actual. En particular, la Santa une la atención a las situaciones de mayor pobreza y fragilidad, como los huérfanos y los mineros, a una sensibilidad cultural lúcida, que, en un diálogo continuo con las jerarquías locales, se esfuerza por conservar y reavivar en los emigrantes la tradición cristiana recibida en sus países de origen, una religiosidad a veces superficial, pero a menudo impregnada de auténtica mística popular, brindando, por otra parte, los caminos para integrarse plenamente en la cultura de los países de destino, de modo que los emigrantes italianos estuvieran acompañados por las Madres Misioneras para ser plenamente italianos y plenamente americanos. La vitalidad humana y cristiana de los emigrantes se convierte así en un don para las iglesias y los pueblos que la reciben. Las grandes migraciones actuales requieren un acompañamiento lleno de amor e inteligencia como el que caracteriza el carisma Cabriniano, de cara a un encuentro de los pueblos que enriquezca a todos y genere unión y diálogo, y no separación y hostilidad. Sin olvidar que Santa Francisca Javier Cabrini conserva una sensibilidad misionera no sectorial sino universal, que es la vocación de todo cristiano y de cada comunidad de discípulos de Jesús.
Este centenario invita a tomar nuevamente conciencia de todo esto, con gratitud íntima y alegre a Dios. Y esto constituye un gran don, en primer lugar para vosotras, las hijas espirituales de la Madre Cabrini. ¡Ojalá todo vuestro Instituto, cada comunidad, cada religiosa reciban una abundante efusión del Espíritu Santo, que reavive la fe y la secuela de Cristo según el carisma misionero de la Fundadora!; y que empuje también a muchos fieles laicos a compartir y sostener vuestra acción evangélica en el contexto social actual. Por mi parte, con gran afecto os aseguro el recuerdo y la oración, sea porque la figura de la Madre Cabrini siempre me es familiar, sea por la solicitud especial que dedico a la causa de los inmigrantes. Mientras os pido que recéis por mí y por mi ministerio, envío de todo corazón una bendición apostólica especial a la Congregación y a toda la familia Cabriniana.

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PAPA FRANCISCO AUDIENCIA GENERAL

[…] Intentad meditar sobre este pasaje de la Sagrada Escritura no de manera abstracta, sino después de haber leído una noticia de nuestros días, después de haber visto el telediario o la portada de los periódicos, donde hay muchas tragedias, donde se encuentran noticias tristes ante las cuales todos corremos el riesgo de acostumbrarnos. Y he saludado algunos de Barcelona: ¡cuántas noticias tristes de allí! ¡Y cuántas otras! He saludado algunos del Congo, y ¡cuántas noticias tristes de allí! ¡Y cuántas otras! Por nombrar solo dos países vuestros de los que estáis aquí… Intentad pensar en los rostros de los niños aterrorizados por la guerra, en el llanto de las madres, en los sueños infringidos de muchos jóvenes, en los refugiados que afrontan viajes terribles, y son explotados tantas veces… La vida desgraciadamente también es esto. Algunas veces diríamos que es sobre todo esto.
Puede ser. Pero hay un Padre que llora con nosotros; hay un Padre que llora lágrimas de infinita piedad por sus hijos. Nosotros tenemos un Padre que sabe llorar, que llora con nosotros. Un Padre que nos espera para consolarnos, porque conoce nuestros sufrimientos y ha preparado para nosotros un futuro diverso. Esta es la gran visión de la esperanza cristiana, que se dilata todos los días de nuestra existencia, y nos quiere levantar. Dios no ha querido nuestras vidas por equivocación, obligándose a sí mismo y a nosotros a duras noches de angustia. Nos ha creado, en cambio, porque nos quiere felices. Es nuestro Padre, y si nosotros aquí, ahora, experimentamos una vida que no es la que Él ha querido para nosotros, Jesús nos garantiza que Dios mismo está obrando su rescate. Él trabaja para rescatarnos. […]

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MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LA JORNADA MUNDIAL DEL MIGRANTE Y DEL REFUGIADO 2018

Queridos hermanos y hermanas:
«El emigrante que reside entre vosotros será para vosotros como el indígena: lo amarás como a ti mismo, porque emigrantes fuisteis en Egipto. Yo soy el Señor vuestro Dios» (Lv 19,34).
Durante mis primeros años de pontificado he manifestado en repetidas ocasiones cuánto me preocupa la triste situación de tantos emigrantes y refugiados que huyen de las guerras, de las persecuciones, de los desastres naturales y de la pobreza. Se trata indudablemente de un «signo de los tiempos» que, desde mi visita a Lampedusa el 8 de julio de 2013, he intentado leer invocando la luz del Espíritu Santo. Cuando instituí el nuevo Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, quise que una sección especial —dirigida temporalmente por mí— fuera como una expresión de la solicitud de la Iglesia hacia los emigrantes, los desplazados, los refugiados y las víctimas de la trata.
Cada forastero que llama a nuestra puerta es una ocasión de encuentro con Jesucristo, que se identifica con el extranjero acogido o rechazado en cualquier época de la historia (cf. Mt 25,35.43). A cada ser humano que se ve obligado a dejar su patria en busca de un futuro mejor, el Señor lo confía al amor maternal de la Iglesia.[1] Esta solicitud ha de concretarse en cada etapa de la experiencia migratoria: desde la salida y a lo largo del viaje, desde la llegada hasta el regreso. Es una gran responsabilidad que la Iglesia quiere compartir con todos los creyentes y con todos los hombres y mujeres de buena voluntad, que están llamados a responder con generosidad, diligencia, sabiduría y amplitud de miras —cada uno según sus posibilidades— a los numerosos desafíos planteados por las migraciones contemporáneas.
A este respecto, deseo reafirmar que «nuestra respuesta común se podría articular entorno a cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar».[2]
Considerando el escenario actual, acoger significa, ante todo, ampliar las posibilidades para que los emigrantes y refugiados puedan entrar de modo seguro y legal en los países de destino. En ese sentido, sería deseable un compromiso concreto para incrementar y simplificar la concesión de visados por motivos humanitarios y por reunificación familiar. Al mismo tiempo, espero que un mayor número de países adopten programas de patrocinio privado y comunitario, y abran corredores humanitarios para los refugiados más vulnerables. Sería conveniente, además, prever visados temporales especiales para las personas que huyen de los conflictos hacia los países vecinos. Las expulsiones colectivas y arbitrarias de emigrantes y refugiados no son una solución idónea, sobre todo cuando se realizan hacia países que no pueden garantizar el respeto a la dignidad ni a los derechos fundamentales.[3] Vuelvo a subrayar la importancia de ofrecer a los emigrantes y refugiados un alojamiento adecuado y decoroso. «Los programas de acogida extendida, ya iniciados en diferentes lugares, parecen sin embargo facilitar el encuentro personal, permitir una mejor calidad de los servicios y ofrecer mayores garantías de éxito».[4] El principio de la centralidad de la persona humana, expresado con firmeza por mi amado predecesor Benedicto XVI,[5] nos obliga a anteponer siempre la seguridad personal a la nacional. Por tanto, es necesario formar adecuadamente al personal encargado de los controles de las fronteras. Las condiciones de los emigrantes, los solicitantes de asilo y los refugiados, requieren que se les garantice la seguridad personal y el acceso a los servicios básicos. En nombre de la dignidad fundamental de cada persona, es necesario esforzarse para preferir soluciones que sean alternativas a la detención de los que entran en el territorio nacional sin estar autorizados.[6]
El segundo verbo, proteger, se conjuga en toda una serie de acciones en defensa de los derechos y de la dignidad de los emigrantes y refugiados, independientemente de su estatus migratorio.[7] Esta protección comienza en su patria y consiste en dar informaciones veraces y ciertas antes de dejar el país, así como en la defensa ante las prácticas de reclutamiento ilegal.[8] En la medida de lo posible, debería continuar en el país de inmigración, asegurando a los emigrantes una adecuada asistencia consular, el derecho a tener siempre consigo los documentos personales de identidad, un acceso equitativo a la justicia, la posibilidad de abrir cuentas bancarias y la garantía de lo básico para la subsistencia vital. Si las capacidades y competencias de los emigrantes, los solicitantes de asilo y los refugiados son reconocidas y valoradas oportunamente, constituirán un verdadero recurso para las comunidades que los acogen.[9] Por tanto, espero que, en el respeto a su dignidad, les sea concedida la libertad de movimiento en los países de acogida, la posibilidad de trabajar y el acceso a los medios de telecomunicación. Para quienes deciden regresar a su patria, subrayo la conveniencia de desarrollar programas de reinserción laboral y social. La Convención internacional sobre los derechos del niño ofrece una base jurídica universal para la protección de los emigrantes menores de edad. Es preciso evitarles cualquier forma de detención en razón de su estatus migratorio y asegurarles el acceso regular a la educación primaria y secundaria. Igualmente es necesario garantizarles la permanencia regular al cumplir la mayoría de edad y la posibilidad de continuar sus estudios. En el caso de los menores no acompañados o separados de su familia es importante prever programas de custodia temporal o de acogida.[10] De acuerdo con el derecho universal a una nacionalidad, todos los niños y niñas la han de tener reconocida y certificada adecuadamente desde el momento del nacimiento. La apatridia en la que se encuentran a veces los emigrantes y refugiados puede evitarse fácilmente por medio de «leyes relativas a la nacionalidad conformes con los principios fundamentales del derecho internacional».[11] El estatus migratorio no debería limitar el acceso a la asistencia sanitaria nacional ni a los sistemas de pensiones, como tampoco a la transferencia de sus contribuciones en el caso de repatriación.
Promover quiere decir esencialmente trabajar con el fin de que a todos los emigrantes y refugiados, así como a las comunidades que los acogen, se les dé la posibilidad de realizarse como personas en todas las dimensiones que componen la humanidad querida por el Creador.[12] Entre estas, la dimensión religiosa ha de ser reconocida en su justo valor, garantizando a todos los extranjeros presentes en el territorio la libertad de profesar y practicar la propia fe. Muchos emigrantes y refugiados tienen cualificaciones que hay que certificar y valorar convenientemente. Así como «el trabajo humano está destinado por su naturaleza a unir a los pueblos»,[13] animo a esforzarse en la promoción de la inserción socio-laboral de los emigrantes y refugiados, garantizando a todos —incluidos los que solicitan asilo— la posibilidad de trabajar, cursos formativos lingüísticos y de ciudadanía activa, como también una información adecuada en sus propias lenguas. En el caso de los emigrantes menores de edad, su participación en actividades laborales ha de ser regulada de manera que se prevengan abusos y riesgos para su crecimiento normal. En el año 2006, Benedicto XVI subrayaba cómo la familia es, en el contexto migratorio, «lugar y recurso de la cultura de la vida y principio de integración de valores».[14] Hay que promover siempre su integridad, favoreciendo la reagrupación familiar —incluyendo los abuelos, hermanos y nietos—, sin someterla jamás a requisitos económicos. Respecto a emigrantes, solicitantes de asilo y refugiados con discapacidad hay que asegurarles mayores atenciones y ayudas. Considero digno de elogio los esfuerzos desplegados hasta ahora por muchos países en términos de cooperación internacional y de asistencia humanitaria. Con todo, espero que en la distribución de esas ayudas se tengan en cuenta las necesidades —por ejemplo: asistencia médica y social, como también educación— de los países en vías de desarrollo, que reciben importantes flujos de refugiados y emigrantes, y se incluyan de igual modo entre los beneficiarios de las mismas comunidades locales que sufren carestía material y vulnerabilidad.[15]
El último verbo, integrar, se pone en el plano de las oportunidades de enriquecimiento intercultural generadas por la presencia de los emigrantes y refugiados. La integración no es «una asimilación, que induce a suprimir o a olvidar la propia identidad cultural. El contacto con el otro lleva, más bien, a descubrir su “secreto”, a abrirse a él para aceptar sus aspectos válidos y contribuir así a un conocimiento mayor de cada uno. Es un proceso largo, encaminado a formar sociedades y culturas, haciendo que sean cada vez más reflejo de los multiformes dones de Dios a los hombres».[16] Este proceso puede acelerarse mediante el ofrecimiento de la ciudadanía, desligada de los requisitos económicos y lingüísticos, y de vías de regularización extraordinaria, a los emigrantes que puedan demostrar una larga permanencia en el país. Insisto una vez más en la necesidad de favorecer, en cualquier caso, la cultura del encuentro, multiplicando las oportunidades de intercambio cultural, demostrando y difundiendo las «buenas prácticas» de integración, y desarrollando programas que preparen a las comunidades locales para los procesos integrativos. Debo destacar el caso especial de los extranjeros obligados a abandonar el país de inmigración a causa de crisis humanitarias. Estas personas necesitan que se les garantice una asistencia adecuada para la repatriación y programas de reinserción laboral en su patria.
De acuerdo con su tradición pastoral, la Iglesia está dispuesta a comprometerse en primera persona para que se lleven a cabo todas las iniciativas que se han propuesto más arriba. Sin embargo, para obtener los resultados esperados es imprescindible la contribución de la comunidad política y de la sociedad civil —cada una según sus propias responsabilidades—.
Durante la Cumbre de las Naciones Unidas, celebrada en Nueva York el 19 de septiembre de 2016, los líderes mundiales han expresado claramente su voluntad de trabajar a favor de los emigrantes y refugiados para salvar sus vidas y proteger sus derechos, compartiendo esta responsabilidad a nivel global. A tal fin, los Estados se comprometieron a elaborar y aprobar antes de finales de 2018 dos pactos globales (Global Compacts), uno dedicado a los refugiados y otro a los emigrantes.
Queridos hermanos y hermanas, a la luz de estos procesos iniciados, los próximos meses representan una oportunidad privilegiada para presentar y apoyar las acciones específicas, que he querido concretar en estos cuatro verbos. Los invito, pues, a aprovechar cualquier oportunidad para compartir este mensaje con todos los agentes políticos y sociales que están implicados —o interesados en participar— en el proceso que conducirá a la aprobación de los dos pactos globales.
Hoy, 15 de agosto, celebramos la solemnidad de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María al Cielo. La Madre de Dios experimentó en sí la dureza del exilio (cf. Mt 2,13-15), acompañó amorosamente al Hijo en su camino hasta el Calvario y ahora comparte eternamente su gloria. A su materna intercesión confiamos las esperanzas de todos los emigrantes y refugiados del mundo y los anhelos de las comunidades que los acogen, para que, de acuerdo con el supremo mandamiento divino, aprendamos todos a amar al otro, al extranjero, como a nosotros mismos.

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PAPA FRANCISCO ÁNGELUS

Después del Ángelus:
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy se celebra la Jornada Mundial contra la trata de personas, promovida por las Naciones Unidas. Cada año miles de hombres, mujeres y niños son víctimas inocentes de la explotación laboral y sexual y del tráfico de órganos, y parece que nos hemos acostumbrado a esto, hasta considerarlo una cosa normal. ¡Esto es feo, es cruel, es criminal!
Deseo llamar de nuevo al compromiso de todos para que esta plaga aberrante, forma de esclavitud moderna, reciba una respuesta adecuada. Rezamos junto a la Virgen María para que sostenga a las víctimas de la trata y convierta los corazones de los traficantes. Rezamos juntos a la Virgen.
Dios te salve María… […]

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MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS PARTICIPANTES EN LA 40 CONFERENCIA DE LA ORGANIZACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS PARA LA ALIMENTACIÓN Y LA AGRICULTURA (FAO)

[…] 2. Una mirada a la situación actual del mundo no nos ofrece imágenes consoladoras. No podemos, sin embargo, permanecer únicamente preocupados o acaso solo resignados. Este momento de evidente dificultad debe hacernos también más conscientes de que el hambre y la malnutrición no son solamente fenómenos naturales o estructurales de determinadas áreas geográficas, sino que son el resultado de una más compleja condición de subdesarrollo, causada por la inercia de muchos o por el egoísmo de unos pocos. Las guerras, el terrorismo, los desplazamientos forzados de personas que cada vez más impiden o, al menos, condicionan fuertemente incluso las actividades de cooperación, no son fruto de la fatalidad, sino más bien consecuencia de decisiones concretas. Se trata de un mecanismo complejo que fustiga ante todo a las categorías más vulnerables, excluidas no solo de los procesos productivos, sino también obligadas a menudo a dejar sus tierras en busca de refugio y esperanza de vida. Como también están determinados por decisiones tomadas en plena libertad y conciencia los datos relativos a las ayudas a los Países pobres, que siguen mermando cada día, no obstante los reiterados llamamientos ante las situaciones de crisis cada vez más destructoras que se manifiestan en diferentes áreas del planeta. […]

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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS MIEMBROS DE LA ORGANIZACIÓN INTERNACIONAL ITALO-LATINOAMERICANA

[…] Si el primer punto era individuar las potencialidades, el segundo es coordinar esfuerzos para dar respuestas concretas y hacer frente a los ruegos y necesidades de los hijos e hijas de nuestros Países. Coordinar no es dejar hacer al otro, y al final dar el visto bueno; sino que conlleva mucho tiempo y esfuerzo; es un trabajo escondido poco valorado, pero necesario. Ante un mundo globalizado y cada vez más complejo, América Latina debe aunar esfuerzos para hacer frente al fenómeno de la emigración; y gran parte de sus causas se podían haber ya afrontado desde hace tiempo, pero nunca es tarde (cf. Discurso al Cuerpo Diplomático ante la Santa Sede, 11 enero 2016). La emigración ha existido siempre, pero en los últimos años se ha incrementado de una manera nunca antes vista. Nuestra gente, impulsada por la necesidad, va en busca de «nuevos oasis», donde puedan encontrar mayor estabilidad y un trabajado que dé mayor dignidad a sus vidas. Pero en esa búsqueda, muchas personas sufren la violación de sus derechos; muchos niños y jóvenes son víctimas de la trata y son explotados, o caen en las redes de la criminalidad y la violencia organizada. La emigración es un drama de división: se dividen las familias, los hijos se separan de sus padres, se alejan de su tierra de origen, hasta los mismos gobiernos y los países se dividen ante esta realidad. Se necesita fomentar una política conjunta de cooperación para abordar este tema. No se trata de buscar culpables y de eludir la responsabilidad, sino que todos estamos llamados a trabajar de manera coordinada y conjunta. […]

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CARTA DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LA SEÑORA ANGELA MERKEL, CANCILLER DE LA REPÚBLICA FEDERAL DE ALEMANIA, CON OCASIÓN DE LA CUMBRE DEL G20 EN HAMBURGO

[…] En primer lugar quisiera manifestarle a usted y a los líderes que se reunirán en Hamburgo mi aprecio por los esfuerzos realizados para garantizar la gobernabilidad y la estabilidad de la economía mundial, con especial atención a los mercados financieros, el comercio, los problemas fiscales y, más en general, a un crecimiento económico mundial que sea incluyente y sostenible (cf.Comunicado G20 Hangzhou, 5 de septiembre de 2016). Estos esfuerzos, como prevé el programa de trabajo de la Cumbre, son inseparables de la atención prestada a los conflictos en curso y al problema mundial de las migraciones. […]

El tiempo es superior al espacio. La gravedad, la complejidad y la interconexión de los problemas del mundo son tales que no hay soluciones inmediatas y completamente satisfactorias. Por desgracia, el drama de las migraciones, inseparable de la pobreza y exacerbado por las guerras, es una prueba. Es posible, en cambio, poner en marcha procesos capaces de ofrecer soluciones progresivas y no traumáticas y llegar, en relativamente poco tiempo a una libre circulación y a la estabilidad de las personas que sean beneficiosas para todos. Sin embargo, esta tensión entre el espacio y el tiempo, entre el límite y la plenitud, requiere un movimiento exactamente opuesto en la conciencia de los gobernantes y de los poderosos. Una solución eficaz, extendida necesariamente en el tiempo, sólo será posible si el objetivo final del proceso está claramente presente en su planificación. En los corazones y las mentes de los gobernantes y en cada una de las fases de aplicación de las medidas políticas es necesario dar prioridad absoluta a los pobres, los refugiados, los que sufren, los desplazados y excluidos, sin distinción de nación, raza, religión o cultura, y rechazar los conflictos armados. […]