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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A UNA REPRESENTACIÓN DE LA COMUNIDAD YAZIDÍ EN ALEMANIA

[…] También pienso en los miembros de vuestra comunidad que todavía están en manos de terroristas: espero vivamente que se haga todo lo posible para salvarlos; así como para encontrar a los desaparecidos y para dar identidad y digna sepultura a los que han sido asesinados. La comunidad internacional no puede ser una espectadora muda e inerte frente a vuestro drama. Aliento, por lo tanto, a las instituciones y a las personas de buena voluntad pertenecientes a otras comunidades a contribuir a la reconstrucción de vuestros hogares y lugares de culto. ¡Que no falten esfuerzos concretos para crear las condiciones adecuadas para el retorno de los refugiados a sus hogares y para preservar la identidad de la comunidad yazidí. Que Dios nos ayude a construir juntos un mundo donde se pueda vivir en paz y fraternidad […]

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MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO AL PRESIDENTE EJECUTIVO DEL FORO ECONÓMICO MUNDIAL

[…] Las inestabilidades financieras recurrentes han comportado nuevos problemas y graves desafíos que los gobiernos deben enfrentar, tales como el crecimiento del desempleo, el aumento de las diversas formas de pobreza, el aumento de la brecha socioeconómica y las nuevas formas de esclavitud, a menudo enraizadas en situaciones de conflicto, migraciones y diversos problemas sociales. «A eso se asocian algunos estilos de vida un tanto egoístas, caracterizados por una opulencia insostenible y a menudo indiferente respecto al mundo circunstante, y sobre todo a los más pobres. Se constata amargamente el predominio de las cuestiones técnicas y económicas en el centro del debate político, en detrimento de una orientación antropológica auténtica. El ser humano corre el riesgo de ser reducido a un mero engranaje de un mecanismo que lo trata como un simple bien de consumo para ser utilizado, de modo que —lamentablemente lo percibimos a menudo—, cuando la vida ya no sirve a dicho mecanismo se la descarta sin tantos reparos. (Discurso al Parlamento Europeo, Estrasburgo, 25 de noviembre de 2014). […]

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VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD FRANCISCO A CHILE Y PERÚ (15-22 DE ENERO DE 2018) REZO DE LA HORA TERCIA CON RELIGIOSAS CONTEMPLATIVAS HOMILÍA DEL SANTO PADRE

[…] ¡Ser el amor! Es saber estar al lado del sufrimiento de tantos hermanos y decir con el salmista: «En el peligro grité al Señor, y me escuchó, poniéndome a salvo» (Sal 117,5). Así vuestra vida en clausura logra tener un alcance misionero y universal y «un papel fundamental en la vida de la Iglesia. Rezan e interceden por muchos hermanos y hermanas presos, emigrantes, refugiados y perseguidos; por tantas familias heridas, por las personas en paro, por los pobres, por los enfermos, por las víctimas de dependencias, por no citar más que algunas situaciones que son cada día más urgentes. Ustedes son como aquellos amigos que llevaron al paralítico ante el Señor, para que lo sanara (cf. Mc 2,1-12). No tenían vergüenza, eran “sin vergüenza”, pero bien dicho. No tuvieron vergüenza de hacer un agujero en el techo y bajar al paralítico. Sean “sin vergüenza”, no tengan vergüenza de hacer con la oración que la miseria de los hombres se acerque al poder de Dios. Esa es la oración vuestra. Por la oración, día y noche, acercan al Señor la vida de muchos hermanos y hermanas que por diversas situaciones no pueden alcanzarlo para experimentar su misericordia sanadora, mientras que Él los espera para llenarlos de gracias. Por vuestra oración ustedes curan las llagas de tantos hermanos»[2]. […]

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VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD FRANCISCO A CHILE Y PERÚ (15-22 DE ENERO DE 2018) ENCUENTRO CON LAS AUTORIDADES, LA SOCIEDAD CIVIL Y EL CUERPO DIPLOMÁTICO DISCURSO DEL SANTO PADRE

[…] A modo de ejemplo, la minería informal se ha vuelto un peligro que destruye la vida de personas; los bosques y ríos son devastados con toda la riqueza que ellos poseen. Este proceso de degradación conlleva y promueve organizaciones por fuera de las estructuras legales que degradan a tantos hermanos nuestros sometiéndolos a la trata —nueva forma de esclavitud—, al trabajo informal, a la delincuencia… y a otros males que afectan gravemente su dignidad y, a la vez, la dignidad de esta nación.[…]

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VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD FRANCISCO A CHILE Y PERÚ (15-22 DE ENERO DE 2018) ENCUENTRO CON LA POBLACIÓN SALUDO DEL SANTO PADRE

[…] Pensando en estas cosas permítanme detenerme en un tema doloroso. Nos acostumbramos a utilizar el término «trata de personas». Al llegar a Puerto Maldonado, en el aeropuerto vi un cartel que me llamó la atención gratamente: “Está atento contra la trata”. Se ve que están tomando conciencia. Pero en realidad deberíamos hablar de esclavitud: esclavitud para el trabajo, esclavitud sexual, esclavitud para el lucro. Duele constatar cómo en esta tierra, que está bajo el amparo de la Madre de Dios, tantas mujeres son tan desvaloradas, menospreciadas y expuestas a un sinfín de violencias. No podemos «naturalizar» la violencia, tomarla como algo natural. No, no se naturaliza la violencia hacia las mujeres, sosteniendo una cultura machista que no asume el rol protagónico de la mujer dentro de nuestras comunidades. No nos es lícito mirar para otro lado, hermanos, y dejar que tantas mujeres, especialmente adolescentes sean «pisoteadas» en su dignidad. Varias personas han emigrado hacia la Amazonia buscando techo, tierra y trabajo. Vinieron buscando un futuro mejor para sí mismas y para sus familias. Abandonaron sus vidas humildes, pobres pero dignas. Muchas de ellas, por la promesa de que determinados trabajos pondrían fin a situaciones precarias, se basaron en el brillo prometedor de la extracción del oro. Pero no olvidemos que el oro se puede convertir en un falso dios que exige sacrificios humanos. […]

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VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD FRANCISCO A CHILE Y PERÚ (15-22 DE ENERO DE 2018) ENCUENTRO CON LOS PUEBLOS DE LA AMAZONIA DISCURSO DEL SANTO PADRE

[…] Probablemente los pueblos originarios amazónicos nunca hayan estado tan amenazados en sus territorios como lo están ahora. La Amazonia es tierra disputada desde varios frentes: por una parte, el neo-extractivismo y la fuerte presión por grandes intereses económicos que apuntan su avidez sobre petróleo, gas, madera, oro, monocultivos agroindustriales. Por otra parte, la amenaza contra sus territorios también viene por la perversión de ciertas políticas que promueven la «conservación» de la naturaleza sin tener en cuenta al ser humano y, en concreto, a ustedes hermanos amazónicos que habitan en ellas. Sabemos de movimientos que, en nombre de la conservación de la selva, acaparan grandes extensiones de bosques y negocian con ellas generando situaciones de opresión a los pueblos originarios para quienes, de este modo, el territorio y los recursos naturales que hay en ellos se vuelven inaccesibles. Esta problemática provoca asfixia a sus pueblos y migración de las nuevas generaciones ante la falta de alternativas locales. Hemos de romper con el paradigma histórico que considera la Amazonia como una despensa inagotable de los Estados sin tener en cuenta a sus habitantes. Considero imprescindible realizar esfuerzos para generar espacios institucionales de respeto, reconocimiento y diálogo con los pueblos nativos; asumiendo y rescatando la cultura, lengua, tradiciones, derechos y espiritualidad que les son propias. Un diálogo intercultural en el cual ustedes sean los «principales interlocutores, sobre todo a la hora de avanzar en grandes proyectos que afecten a sus espacios»[1]. El reconocimiento y el diálogo será el mejor camino para transformar las históricas relaciones marcadas por la exclusión y la discriminación. Como contraparte, es justo reconocer que existen iniciativas esperanzadoras que surgen de vuestras bases mismas y de vuestras organizaciones, y propician que sean los propios pueblos originarios y comunidades los guardianes de los bosques, y que los recursos que genera la conservación de los mismos revierta en beneficio de sus familias, en la mejora de sus condiciones de vida, en la salud y educación de sus comunidades. Este «buen hacer» va en sintonía con las prácticas del «buen vivir» que descubrimos en la sabiduría de nuestros pueblos. Y permítanme decirles que si, para algunos, ustedes son considerados un obstáculo o un «estorbo», en verdad, ustedes con su vida son un grito a la conciencia de un estilo de vida que no logra dimensionar los costes del mismo. Ustedes son memoria viva de la misión que Dios nos ha encomendado a todos: cuidar la Casa Común. La defensa de la tierra no tiene otra finalidad que no sea la defensa de la vida. Sabemos del sufrimiento que algunos de ustedes padecen por los derrames de hidrocarburos que amenazan seriamente la vida de sus familias y contaminan su medio natural. Paralelamente, existe otra devastación de la vida que viene acarreada con esta contaminación ambiental propiciada por la minería ilegal. Me refiero a la trata de personas: la mano de obra esclava o el abuso sexual. La violencia contra las adolescentes y contra las mujeres es un clamor que llega al cielo. «Siempre me angustió la situación de los que son objeto de las diversas formas de trata de personas. Quisiera que se escuchara el grito de Dios preguntándonos a todos: “¿Dónde está tu hermano?” (Gn 4,9). ¿Dónde está tu hermano esclavo? […] No nos hagamos los distraídos ni miremos para otra parte. Hay mucha complicidad. ¡La pregunta es para todos!»[2]. […]

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VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD FRANCISCO A CHILE Y PERÚ (15-22 DE ENERO DE 2018) SANTA MISA DE LA VIRGEN DEL CARMEN Y ORACIÓN POR CHILE

[…] Hermanos, Iquique es tierra de sueños —eso significa el nombre en aymara—; tierra que ha sabido albergar a gente de distintos pueblos y culturas. Gente que han tenido que dejar a los suyos, marcharse. Una marcha siempre basada en la esperanza por obtener una vida mejor, pero sabemos que va siempre acompañada de mochilas cargadas con miedo e incertidumbre por lo que vendrá. Iquique es una zona de inmigrantes que nos recuerda la grandeza de hombres y mujeres; de familias enteras que, ante la adversidad, no se dan por vencidas y se abren paso buscando vida. Ellos —especialmente los que tienen que dejar su tierra porque no encuentran lo mínimo necesario para vivir— son imagen de la Sagrada Familia que tuvo que atravesar desiertos para poder seguir con vida. Esta tierra es tierra de sueños, pero busquemos que siga siendo también tierra de hospitalidad. Hospitalidad festiva, porque sabemos bien que no hay alegría cristiana cuando se cierran puertas; no hay alegría cristiana cuando se les hace sentir a los demás que sobran o que entre nosotros no tienen lugar (cf. Lc 16,19-31). Como María en Caná, busquemos aprender a estar atentos en nuestras plazas y poblados, y reconocer a aquellos que tienen la vida «aguada»; que han perdido —o les han robado— las razones para celebrar; Los tristes de corazón. Y no tengamos miedo de alzar nuestras voces para decir: «no tienen vino». El clamor del pueblo de Dios, el clamor del pobre, que tiene forma de oración y ensancha el corazón y nos enseña a estar atentos. Estemos atentos a todas las situaciones de injusticia y a las nuevas formas de explotación que exponen a tantos hermanos a perder la alegría de la fiesta. Estemos atentos frente a la precarización del trabajo que destruye vidas y hogares. Estemos atentos a los que se aprovechan de la irregularidad de muchos migrantes porque no conocen el idioma o no tienen los papeles en «regla». Estemos atentos a la falta de techo, tierra y trabajo de tantas familias. Y como María digamos: no tienen vino, Señor. Como los servidores de la fiesta aportemos lo que tengamos, por poco que parezca. Al igual que ellos, no tengamos miedo a «dar una mano», y que nuestra solidaridad y nuestro compromiso con la justicia sean parte del baile o la canción que podamos entonarle a nuestro Señor. Aprovechemos también a aprender y a dejarnos impregnar por los valores, la sabiduría y la fe que los inmigrantes traen consigo. Sin cerrarnos a esas «tinajas» llenas de sabiduría e historia que traen quienes siguen arribando a estas tierras. No nos privemos de todo lo bueno que tienen para aportar. […]

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VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD FRANCISCO A CHILE Y PERÚ (15-22 DE ENERO DE 2018) ENCUENTRO CON LAS AUTORIDADES, LA SOCIEDAD CIVIL Y EL CUERPO DIPLOMÁTICO DISCURSO DEL SANTO PADRE

[…] Tal capacidad de escucha adquiere gran valor en esta nación donde su pluralidad étnica, cultural e histórica exige ser custodiada de todo intento de parcialización o supremacía y que pone en juego la capacidad que tengamos para deponer dogmatismos exclusivistas en una sana apertura al bien común —que si no tiene un carácter comunitario nunca será un bien—. Es preciso escuchar: escuchar a los parados, que no pueden sustentar el presente y menos el futuro de sus familias; a los pueblos originarios, frecuentemente olvidados y cuyos derechos necesitan ser atendidos y su cultura cuidada, para que no se pierda parte de la identidad y riqueza de esta nación. Escuchar a los migrantes, que llaman a las puertas de este país en busca de mejora y, a su vez, con la fuerza y la esperanza de querer construir un futuro mejor para todos. Escuchar a los jóvenes, en su afán de tener más oportunidades, especialmente en el plano educativo y, así, sentirse protagonistas del Chile que sueñan, protegiéndolos activamente del flagelo de la droga que les cobra lo mejor de sus vidas. Escuchar a los ancianos, con su sabiduría tan necesaria y su fragilidad a cuestas. No los podemos abandonar. Escuchar a los niños, que se asoman al mundo con sus ojos llenos de asombro e inocencia y esperan de nosotros respuestas reales para un futuro de dignidad. Y aquí no puedo dejar de manifestar el dolor y la vergüenza, vergüenza que siento ante el daño irreparable causado a niños por parte de ministros de la Iglesia. Me quiero unir a mis hermanos en el episcopado, ya que es justo pedir perdón y apoyar con todas las fuerzas a las víctimas, al mismo tiempo que hemos de empeñarnos para que no se vuelva a repetir. […]

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PAPA FRANCISCO ÁNGELUS

Después del Ángelus Queridos hermanos y hermanas: Hoy es la Jornada Mundial del Emigrante y el Refugiado. Esta mañana he celebrado misa con un buen grupo de inmigrantes y refugiados residentes en la diócesis de Roma. En mi mensaje para este Día, hice hincapié en que la migración hoy es un signo de los tiempos. «Cada forastero que llama a nuestra puerta es una ocasión de encuentro con Jesucristo, que se identifica con el extranjero acogido o rechazado en cualquier época de la historia (Mt 25, 35.43). […] A este respecto, deseo reafirmar que «nuestra respuesta común se podría articular entorno a cuatro verbos: acoger, proteger, promover e integrar»». A partir de ahora, por razones pastorales, la Jornada Mundial del Emigrante y el Refugiado se celebrará el segundo domingo de septiembre. La próxima , que es la 105 será el domingo 8 de septiembre de 2019. […]

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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS MIEMBROS DEL CUERPO DIPLOMÁTICO ACREDITADO ANTE LA SANTA SEDE CON MOTIVO DE LAS FELICITACIONES DE AÑO NUEVO

[…] Es igualmente importante que puedan regresar a su patria los numerosos refugiados que han encontrado acogida y protección en las naciones vecinas, especialmente en Jordania, Líbano y Turquía. El compromiso y el esfuerzo realizado por estos países en esta difícil circunstancia merece el reconocimiento y el apoyo de toda la comunidad internacional, la cual al mismo tiempo está llamada a trabajar para que se creen las condiciones que permitan el regreso de los refugiados procedentes de Siria. Es un compromiso que esta debe asumir concretamente, y empezando por el Líbano, para que ese amado país siga siendo un «mensaje» de respeto y convivencia, y un modelo a imitar para toda la región y para el mundo entero. […] […] Esto ha sido lo que he querido reafirmar con el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, celebrada el pasado 1 de enero, dedicado a: «Migrantes y refugiados: hombres y mujeres que buscan la paz». Aun reconociendo que no todos están siempre animados por buenas intenciones, no se puede olvidar que la mayor parte de los emigrantes preferiría estar en su propia tierra, mientras que se encuentran obligados a dejarla «a causa de la discriminación, la persecución, la pobreza y la degradación ambiental. […] Acoger al otro exige un compromiso concreto, una cadena de ayuda y de generosidad, una atención vigilante y comprensiva, la gestión responsable de nuevas y complejas situaciones que, en ocasiones, se añaden a los numerosos problemas ya existentes, así como a unos recursos que siempre son limitados. El ejercicio de la virtud de la prudencia es necesaria para que los gobernantes sepan acoger, promover, proteger e integrar, estableciendo medidas prácticas que, “respetando el recto orden de los valores, ofrezcan al ciudadano la prosperidad material y al mismo tiempo los bienes del espíritu” (Pacem in terris, 57). Tienen una responsabilidad concreta con respecto a sus comunidades, a las que deben garantizar los derechos que les corresponden en justicia y un desarrollo armónico, para no ser como el constructor necio que hizo mal sus cálculos y no consiguió terminar la torre que había comenzado a construir (cf. Lc 14, 28-30)»[18]. Deseo una vez más agradecer a las autoridades de aquellos Estados que se han prodigado en estos años en ofrecer ayuda a los numerosos emigrantes llegados a sus fronteras. Pienso sobre todo en el esfuerzo de no pocos países en Asia, África y en América, que acogen y ayudan a numerosas personas. Conservo todavía vivo en el corazón el recuerdo del encuentro que tuve en Dacca con algunos miembros del pueblo Rohingya y deseo renovar mis sentimientos de gratitud a las autoridades de Bangladesh por la ayuda que les dan en su propio territorio. Deseo además dar las gracias de modo especial a Italia que en estos años ha mostrado un corazón abierto y generoso, y ha sabido ofrecer también ejemplos positivos de integración. Espero que las dificultades que el país ha atravesado en estos años, y cuyas consecuencias todavía perduran, no conduzcan a clausuras y preclusiones, sino más bien a descubrir de nuevo esas raíces y tradiciones que han alimentado la rica historia de la nación y que constituyen un tesoro inestimable para ofrecer a todo el mundo. Igualmente, expreso mi aprecio por los esfuerzos realizados por otros Estados europeos, especialmente Grecia y Alemania. No hay que olvidar que muchos refugiados y emigrantes buscan alcanzar Europa porque saben que allí pueden encontrar paz y seguridad, las cuales son por otra parte fruto de un largo camino alumbrado por los ideales de los Padres fundadores del proyecto europeo después de la Segunda Guerra Mundial. Europa debe sentirse orgullosa de este patrimonio, basado en principios firmes y en una visión del hombre que ahonda sus raíces en su historia milenaria, inspirada en la concepción cristiana de la persona humana. La llegada de los inmigrantes debe estimularla a redescubrir su propio patrimonio cultural y religioso, de tal manera que, adquiriendo nueva conciencia de los valores sobre los que está edificada, pueda mantener viva al mismo tiempo su propia tradición y seguir siendo un lugar de acogida, heraldo de paz y desarrollo. Durante el año pasado, los gobiernos, las organizaciones internacionales y la sociedad civil se han planteado recíprocamente los principios básicos, las prioridades y el modo más conveniente de responder al movimiento migratorio y a las situaciones que todavía afectan a los refugiados. Las Naciones Unidas, después de la Declaración de Nueva York para los Refugiados y los Migrantes de 2016, ha puesto en marcha importantes procesos de preparación en vistas a la adopción de dos Pactos Mundiales (Global Compacts), sobre los refugiados y por una migración segura, ordenada y regulada, respectivamente. La Santa Sede espera que estos esfuerzos, con las negociaciones que pronto comenzarán, darán unos resultados que sean dignos de una comunidad mundial cada vez más interdependiente, fundada en los principios de la solidaridad y la ayuda mutua. En el actual contexto internacional no faltan las posibilidades y los medios para que se aseguren unas condiciones de vida digna del ser humano a cada hombre y mujer que viven en la tierra. En el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de este año, sugerí cuatro «piedras angulares» para la acción: acoger, proteger, promover e integrar[19]. Me gustaría centrarme en particular en esta última, sobre la que existen posiciones contrapuestas en virtud de diferentes evaluaciones, experiencias, preocupaciones y convicciones. La integración es «un proceso bidireccional», con derechos y deberes recíprocos. De hecho, quien acoge está llamado a promover el desarrollo humano integral, mientras que al que es acogido se le pide la conformación indispensable a las normas del país que lo recibe, así como el respeto a los principios de identidad del mismo. Todo proceso de integración debe mantener siempre, como aspecto central de la regulación de los diversos aspectos de la vida política y social, la protección y la promoción de las personas, especialmente de aquellas que se encuentran en situación de vulnerabilidad. La Santa Sede no tiene la intención de interferir en las decisiones que corresponden a los Estados, que a la luz de sus respectivas situaciones políticas, sociales y económicas, así como de sus propias capacidades y posibilidades de recepción e integración, tienen la responsabilidad principal de la acogida. Sin embargo, cree que debe desempeñar un papel de «llamada» del principio de humanidad y de fraternidad, que son fundamento de toda sociedad cohesionada y armónica. En esta perspectiva, es importante no olvidar la interacción con las comunidades religiosas, tanto a nivel institucional como asociativo, que pueden desempeñar un papel valioso reforzando la asistencia y la protección, la mediación social y cultural, la pacificación y la integración. […]