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VISITA DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LA COMUNIDAD DE SANT’EGIDIO. EN OCASIÓN DEL 50 ANIVERSARIO DE LA FUNDACIÓN

DISCURSO […] El mundo de hoy a menudo está habitado por el miedo, incluso por la ira, dijo el profesor Riccardi, quien es hermana del miedo. Es una enfermedad antigua: en la Biblia a menudo hay una invitación a no tener miedo. Nuestro tiempo conoce grandes temores ante las vastas dimensiones de la globalización. Y los temores a menudo se centran en quién es un extraño, diferente de nosotros, pobre, como si fuera un enemigo. Los planes nacionales de desarrollo también se hacen bajo el liderazgo de la lucha contra estas personas. Y luego nos defendemos de estas personas, creyendo preservar lo que tenemos o lo que somos. La atmósfera de miedo también puede infectar a los cristianos que, como ese sirviente de la parábola, esconden el regalo que recibieron: no lo invierten en el futuro, no lo comparten con otros, sino que lo guardan para sí mismos: «Pertenezco a tal asociación …; Yo soy de esa comunidad … «; ellos «inventan» sus vidas con esto y no hacen florecer el talento. Si estamos solos, fácilmente nos atrapa el miedo. Pero su camino lo dirige a mirar juntos el futuro: no solo, no para uno mismo. Junto con la Iglesia. Usted se ha beneficiado del gran impulso a la vida comunitaria y al pueblo de Dios que vino del Concilio Vaticano II, que dice: «Sin embargo, a Dios le complació santificar y salvar a los hombres no individualmente y sin ninguna conexión entre ellos, pero él quería hacerles un Gente «(Constitución dogmática Lumen gentium, 9). Su comunidad, nacida a finales de los años sesenta, es hija del Consejo, de su mensaje y su espíritu. El futuro del mundo parece incierto, lo sabemos, lo escuchamos todos los días en las noticias. ¡Mira cuántas guerras abren! Sé que rezas y trabajas por la paz. Pensemos en las tristezas del pueblo sirio, el amado y atormentado pueblo sirio, cuyos refugiados han recibido en Europa a través de los «corredores humanitarios». ¿Cómo es posible que, después de las tragedias del siglo XX, uno todavía pueda volver a caer en la misma lógica absurda? Pero la Palabra del Señor es luz en la oscuridad y da esperanza para la paz; nos ayuda a no tener miedo incluso frente al poder del mal. Escribiste las palabras del Salmo: «Lámpara para tus pasos es tu palabra, luz en mi camino» (119,105). Hemos aceptado la Palabra de Dios entre nosotros en un espíritu festivo. Con este espíritu, han aceptado lo que quería proponer para cada comunidad al final del Jubileo de la Misericordia: que un domingo al año se dedique a la Palabra de Dios (cf. Lett. Ap. Misericordia et misera, 7). La Palabra de Dios te ha protegido en el pasado de las tentaciones de la ideología y hoy te libera del miedo intimidante. Por eso te insto a amar y frecuentar la Biblia más y más. Todos encontrarán en ella la fuente de misericordia hacia los pobres, los heridos de la vida y la guerra. La Palabra de Dios es la lámpara con la que mirar el futuro, incluso de esta Comunidad. A su luz, se pueden leer los signos de los tiempos. El beato Pablo VI dijo: «El descubrimiento de los» signos de los tiempos «[…] es el resultado de una comparación de la fe con la vida», de modo que «el mundo se convierte en un libro para nosotros» (Audiencia general, 16 de abril de 1969: Insegnamenti VII , 1969, 919). Un libro para leer con la mirada y el corazón de Dios. Esta es la espiritualidad que proviene del Concilio, que enseña una gran y atenta compasión por el mundo. Desde que nació su comunidad, el mundo se ha vuelto «global»: la economía y las comunicaciones tienen, por así decirlo, «unificadas». Pero para muchas personas, especialmente los pobres, se han levantado nuevos muros. La diversidad es una ocasión para la hostilidad y el conflicto; Una globalización de solidaridad y espíritu aún está por construirse. El futuro del mundo global es vivir juntos: este ideal requiere el compromiso de construir puentes, mantener abierto el diálogo, continuar reuniéndose. No es solo un hecho político u organizativo. Cada uno es llamado a cambiar su corazón al mirar misericordiosamente al otro, para convertirse en un artesano de la paz y un profeta de la misericordia. El samaritano de la parábola se hizo cargo del hombre medio muerto en el camino, porque «vio y tuvo compasión» (Lc 10, 33). El samaritano no tenía una responsabilidad específica hacia el hombre herido, y él era un extranjero. En cambio, se comportó como un hermano, porque tenía una mirada de misericordia. El cristiano, por su vocación, es el hermano de todo hombre, especialmente si es pobre, e incluso si es un enemigo. Nunca digas: «¿Qué me pasa?». Hermosa palabra para lavarte las manos! «¿Qué me pasa?». Una mirada misericordiosa nos compromete con la audacia creativa del amor, ¡hay tanta necesidad! Somos hermanos de todos y, por lo tanto, profetas de un mundo nuevo; y la Iglesia es un signo de unidad de la raza humana, entre los pueblos, las familias y las culturas. Me gustaría que este aniversario fuera un aniversario cristiano: no es un momento para medir resultados o dificultades; no el momento de los presupuestos, sino el momento en que la fe es llamada a convertirse en una nueva audacia para el Evangelio. La audacia no es el valor de un día, sino la paciencia de una misión diaria en la ciudad y en el mundo. Es la misión de retirar pacientemente el tejido humano de los suburbios, que la violencia y el empobrecimiento han lacerado; comunicar el evangelio a través de la amistad personal; para mostrar cómo una vida se vuelve verdaderamente humana cuando se vive junto a los más pobres; Para crear una sociedad en la que nadie sea más extranjero. Es la misión de cruzar los límites y las paredes para reunirse. Hoy, aún más, continúe audazmente en este camino. Continúe quedándose con los niños de los suburbios con las Escuelas de la Paz, que he visitado; Mantente de pie junto a los ancianos: a veces se descartan, pero para ti son amigos. Continuar abriendo corredores humanitarios para la guerra y los refugiados del hambre. ¡Los pobres son tu tesoro! El apóstol Pablo escribe: «Nadie pone su orgullo en los hombres, porque todo es tuyo […] pero tú eres de Cristo y Cristo es de Dios» (1 Cor 3,21.23). ¡Tú eres de Cristo! Es el significado profundo de su historia hasta hoy, pero es sobre todo la clave para enfrentar el futuro. Siempre sea de Cristo en la oración, al cuidado de sus hermanos menores, en la búsqueda de la paz, porque Él es nuestra paz. ¡Él caminará contigo, te protegerá y te guiará! Rezo por ti, y tú rezas por mí. Gracias.

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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS MIEMBROS DE LA COMISIÓN CATÓLICA INTERNACIONAL PARA LAS MIGRACIONES

Queridos hermanos y hermanas: Os doy la bienvenida con motivo del Consejo Plenario de la Comisión Católica Internacional para las migraciones. Agradezco cordialmente al presidente, el cardenal Njue —que tiene un gran sentido del humor— sus palabras de saludo y la breve síntesis de vuestros trabajos. Como ya hizo san Juan Pablo II, haciéndose eco de las palabras del beato Giovanni Battista Montini, quiero reiterar que la causa de este organismo al que pertenecéis es la causa de Cristo mismo (cf. Discurso a los miembros de la ICMC, 12 de noviembre 2001: Enseñanzas XXIV 2 [2001], 712). Esta realidad no ha cambiado con el tiempo, de hecho, el compromiso se ha reforzado en vista de las condiciones inhumanas en las que se encuentran millones de hermanos y hermanas migrantes y refugiados en diferentes partes del mundo. Como ocurrió en los tiempos del pueblo de Israel esclavo en Egipto, el Señor escucha su clamor y conoce sus sufrimientos (cf. Éxodo 3, 7). La liberación de los miserables, de los oprimidos y de los perseguidos es una parte integral, hoy como ayer, de la misión que Dios ha confiado a la Iglesia. Y el trabajo de vuestra Comisión es una expresión tangible de este compromiso misionero. Muchas cosas han cambiado desde 1951, fecha de su fundación: las necesidades son cada vez más complejas; las herramientas para responder a ellas se han vuelto más sofisticadas; el servicio se ha ido haciendo gradualmente más profesional. Ninguno de estos cambios, sin embargo, ha logrado —gracias a Dios— disminuir la fidelidad de la Comisión a su misión. Gracias. El Señor mandó a Moisés en medio de su pueblo oprimido para secar sus lágrimas y dar esperanza (cf. Éxodo 3, 16-17). En más de 65 años de actividad, la Comisión se ha distinguido en la realización, en nombre de la Iglesia, de una obra poliédrica de asistencia a los migrantes y refugiados en las más variadas situaciones de vulnerabilidad. Las múltiples iniciativas adoptadas en los cinco continentes son formas ejemplares de los 4 verbos —sostener, proteger, promover e integrar— con los que quise hacer explícita la respuesta pastoral de la Iglesia frente a las migraciones (cf. Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 2018, 15 de agosto, 2017). Espero que esta obra prosiga, animando a las Iglesias locales a afanarse por las personas que han sido forzadas a abandonar su patria y que se convierten, demasiado a menudo, en víctimas de engaños, violencia y abusos de todo tipo. Gracias a la experiencia inestimable, acumulada durante tantos años de trabajo, la Comisión podrá prestar una asistencia cualificada a las Conferencias Episcopales y a las diócesis que todavía están tratando de organizarse con el fin de responder mejor a este reto histórico. «Ahora, pues, ve; yo te envío a Faraón para que saques a mi pueblo, los israelitas, de Egipto» (Éxodo 3, 10). Así el Señor envió a Moisés a Faraón para convencerlo de que liberase a su pueblo. Para liberar a los oprimidos, a los descartados y a los esclavos de hoy, es esencial promover un diálogo abierto y sincero con los gobernantes, un diálogo que atesore la experiencia vivida, el sufrimiento y las aspiraciones de la gente, para llamar a cada una de sus responsabilidades. Los procesos iniciados por la comunidad internacional hacia un pacto global sobre los refugiados y otro para la migración segura, ordenada y regular representan una oportunidad ideal para lograr este diálogo. También en este sentido, la Comisión está a la vanguardia para ofrecer una contribución valiosa y competente con el fin de encontrar esas nuevas formas propuestas por la comunidad internacional para responder de forma acertada a estos fenómenos que caracterizan nuestra época. Y me alegro de que muchas de las Conferencias Episcopales aquí representadas estén caminando en esa dirección, en comunión de intenciones que da testimonio ante el mundo entero de la solicitud pastoral de la Iglesia hacia nuestros hermanos y hermanas migrantes y refugiados. El trabajo no está terminado. Juntos debemos alentar a los Estados a que concuerden las respuestas más adecuadas y eficaces a los desafíos de los fenómenos migratorios; y podemos hacerlo sobre la base de los principios fundamentales de la doctrina social de la Iglesia. También tenemos que esforzarnos por asegurar que a las palabras — codificadas en los dos Pactos mencionados— les sigan compromisos concretos en nombre de la responsabilidad global y compartida. Pero el compromiso de la Comisión va más allá. Pido al Espíritu Santo que continúe iluminando vuestra importante misión, manifestando el amor misericordioso de Dios a nuestros hermanos y hermanas migrantes y refugiados. Os aseguro mi cercanía y mi oración; y vosotros, os lo ruego, no os olvidéis de rezar por mí. Gracias.

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SALUDO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS MIEMBROS DE LA ASOCIACIÓN «PRO PETRI SEDE»

[…] Renuevo mi aprecio y mi aliento por tu misión, invitándote a llevarla a diario a la oración personal y comunitaria, recordando a las personas que apoyas. También encomendarlos al Señor es parte de tu misión, y así construyes la comunión eclesial, porque todos somos hijos del mismo Padre. Con la generosa ofrenda que le da al Sucesor de Pedro, contribuye a la misión de la Iglesia de apoyar a todas las personas, especialmente a los más pobres y que han perdido todo debido a la emigración forzada. Te agradezco en su nombre por tu ayuda y tu cercanía espiritual. […]

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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS MIEMBROS DEL SÍNODO GRECO-MELQUITA

Beatitud, queridos hermanos en el episcopado: Os doy las gracias por vuestra visita. La feliz ocasión viene dada por la manifestación pública de la comunión eclesiástica, que tendrá lugar mañana por la mañana durante la celebración eucarística y que ya he tenido forma de conceder a vuestra beatitud en la Carta del 22 de junio pasado, después de su elección como patriarca, Pater et Caput, por parte del Sínodo de los Obispos. Entonces, como hoy, querido hermano, le aseguro mi constante cercanía en la oración: que el Señor Resucitado esté cerca de usted y le acompañe en la misión encomendada. Es una oración que no puede ser separada de esa por la amada Siria y por todo Oriente Medio, región en la cual vuestra Iglesia está profundamente enraizada y desarrolla un precioso servicio por el bien del Pueblo de Dios. Una presencia, la vuestra, que no se limita a Oriente Medio, sino que se extiende, ya desde hace muchos años, a esos países en los cuales muchos fieles greco-melquitas se han trasladado buscando una vida mejor. También a estos fieles en diáspora y a sus pastores va mi oración y mi recuerdo afectuoso. […]

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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS PARTICIPANTES EN LA JORNADA MUNDIAL DE REFLEXIÓN Y ORACIÓN CONTRA LA TRATA DE PERSONAS

1. [Joy Monday, en inglés] En primer lugar deseamos darle las gracias por su incesante y benévola atención y preocupación por todos los migrantes y las víctimas de la trata. Nosotros hemos experimentado muchas dificultades y sufrimientos antes de llegar a Italia. Llegados a Italia nos cuesta integrarnos y encontrar un trabajo digno es casi imposible. Quisiera hacer una pregunta. ¿Usted cree que el sorprendente silencio sobre lo que sucede con la trata se deba a la ignorancia del fenómeno? Respuesta Seguramente sobre el tema de la trata hay mucha ignorancia. Pero a veces parece que haya también poca voluntad de comprender la dimensión del problema. ¿Por qué? Porque toca de cerca nuestras conciencias, porque es escabroso, porque nos avergüenza. Hay además quien, conociéndolo, no quiere hablar de ello porque se encuentra al final de la «cadena de consumo», como usuario de los «servicios» que son ofrecidos en la calle o en internet. Está, finalmente, quien no quiere que se hable, por estar implicado directamente en las organizaciones criminales que de la trata obtienen buenos beneficios. Sí, es necesaria valentía y honestidad, «cuando encontramos o tratamos en la vida cotidiana con víctimas de la trata de personas, o cuando tenemos que elegir productos que con probabilidad podrían haber sido realizados mediante la explotación de otras personas»[1]. El trabajo de sensibilización debe empezar en casa, por nosotros mismos, porque solo así seremos capaces después de concienciar a nuestras comunidades, estimulando a comprometerse para que ningún ser humano sea víctima de la trata. Para los jóvenes esto parece una tarea más fácil, dado que son menos estructurados en el pensamiento, menos ofuscados por los prejuicios, más libres de razonar con la propia cabeza. La voz de los jóvenes, más entusiasta y espontánea, puede romper el silencio para denunciar las injusticias de la trata y proponer soluciones concretas. Adultos que estén preparados para escuchar pueden ser de gran ayuda. Por mi parte, como habréis notado, no he perdido nunca ocasión para denunciar abiertamente la trata como un crimen contra la humanidad. Es «una verdadera forma de esclavitud, lamentablemente cada vez más difundida, que atañe a cada país, incluso a los más desarrollados, y que afecta a las personas más vulnerables de la sociedad: las mujeres y las muchachas, los niños y las niñas, los discapacitados, los más pobres, a quien proviene de situaciones de disgregación familiar y social»[2] También he dicho que «es necesaria una toma de responsabilidad común y una más firme voluntad política para lograr vencer en este frente. Responsabilidad hacia quienes cayeron víctimas de la trata, para tutelar sus derechos, para asegurar su incolumidad y la de sus familiares, para impedir que los corruptos y criminales se sustraigan a la justicia y tengan la última palabra sobre las personas»[3]. 2. [Silvia Migliorini. Liceo de Via Dalmazia, Roma] Muchos de nosotros jóvenes queremos comprender mejor la trata, las migraciones y sus causas. Sí, queremos comprometernos para hacer este mundo más justo. Nos gustaría afrontar temas como este con los jóvenes de nuestra sociedad, también utilizando las redes sociales, vista su notable potencialidad de comunicación. Querido Papa Francisco, en los grupos parroquiales, en los movimientos juveniles, en las instituciones educativas católicas a veces no hay espacios adecuados y suficientes para afrontar estos temas. Además, sería bonito que se organizaran actividades para promover la integración social y cultural con aquellos que son víctimas de la trata para que sea para ellos más sencillo superar su drama y reconstruirse una vida. ¿Qué podemos hacer nosotros los jóvenes? ¿Qué puede hacer la Iglesia? Respuesta Los jóvenes ocupan una posición privilegiada para encontrar a los supervivientes de la trata de seres humanos. Id a vuestras parroquias, a una asociación cerca de casa, encontrad a las personas, escuchadlas. Desde ahí, crecerá una respuesta y un compromiso concreto de vuestra parte. Veo de hecho el riesgo de que esto se convierta en un problema abstracto, pero no es abstracto. Hay signos que podéis aprender a «leer», que os dicen: aquí podría haber una víctima de trata, un esclavo. Necesitamos promover la cultura del encuentro que lleva en sí una riqueza inesperada y grandes sorpresas. San Pablo nos da un ejemplo: en Cristo, el esclavo Onésimo no es más un esclavo sino mucho más, es un hermano querido (cf. Filemón 1, 16). La esperanza, vosotros jóvenes, la podéis encontrar en Cristo, y a Él lo podéis encontrar también en las personas migrantes, que han huido de casa, y permanecen atrapadas en las redes. No tengáis miedo de encontrarles. Abrid vuestro corazón, hacedles entrar, estad preparados para cambiar. El encuentro con el otro lleva naturalmente a un cambio, pero no es necesario tener miedo de este cambio. Será siempre el mejor. Recordad las palabras del profeta Isaías: «ensancha el espacio de tu tienda» (cf. 54, 2). La Iglesia debe promover y crear espacios de encuentro, por este motivo he pedido abrir las parroquias a la acogida. Es necesario reconocer el gran compromiso en respuesta a mi llamamiento, ¡gracias! Os pido a vosotros aquí presentes hoy trabajar a favor de la apertura al otro, sobre todo cuando está herido en la propia dignidad. Haceos promotores de iniciativas que vuestras parroquias puedan acoger. Ayudad a la Iglesia a crear espacios de compartir experiencias e integración de fe y de vida. También las redes sociales representan, sobre todo para los jóvenes, una oportunidad de encuentro que puede parecer sin límite: internet puede ofrecer mayores posibilidades de encuentro y de solidaridad entre todos, y esto es algo bueno, es un don de Dios. Sin embargo para cada instrumento que se nos ofrece, es fundamental la elección que el hombre decide hacer. El ambiente comunicativo puede ayudarnos a crecer o, al contrario, a desorientarnos. No es necesario infravalorar los riesgos inherentes en algunos de estos espacios virtuales; a través de las redes muchos jóvenes son atraídos y arrastrados en una esclavitud de la cual después se convierte en más allá de las propias capacidades para liberarse. En este ámbito los adultos, padres y educadores —también los hermanos y primos un poco más grandes— están llamados a la tarea de vigilar y proteger a los jóvenes. Vosotros tenéis que hacer lo mismo con vuestros parientes y compañeros. Percibir y señalar vulnerabilidad particulares, casos sospechosos sobre los cuales sea necesario arrojar luz. Usad por tanto las redes para compartir una historia positiva de vuestras experiencias de encuentro con nuestros hermanos en el mundo, contad y compartid las buenas prácticas y desencadenad un círculo virtuoso. 3. [Faith Outuru, en inglés] Soy una de las muchas jóvenes procedentes de un país lejano, con cultura diferente, con condiciones de vida y experiencia de Iglesia diferentes. Ahora estoy aquí y deseo construir aquí mi futuro. Pero pienso en mi país, en muchos jóvenes que vienen ilusionados con falsas promesas, engañados, esclavizados, prostituidos. ¿Cómo podemos ayudar a estos jóvenes a no caer en la trampa de las ilusiones y en las manos de los traficantes? Respuesta Como tú has dicho, es necesario hacer que los jóvenes no caigan «en las manos de los traficantes». ¡Y qué horrible es darse cuenta de que muchas jóvenes víctimas han sido primero abandonadas por sus familias, consideradas como descarte de su sociedad! Muchos así han sido inducidos a la trata por sus propios parientes y por los llamados amigos. Ha sucedido también en la Biblia: ¡recordad que los hermanos mayores vendieron al joven José como esclavo, y así fue llevado esclavo a Egipto! También en condiciones de extremo malestar, la educación se revela importante. Esta es instrumento de protección contra la trata, de hecho ayuda a identificar los peligros y a evitar las ilusiones. Un sano ambiente escolar, como un sano ambiente parroquial, consiente a los jóvenes denunciar a los traficantes sin vergüenza y convertirse en portadores de mensajes adecuados para otros jóvenes, para que no terminen en la misma trampa. Todos aquellos que han sido víctimas de trata son fuente inagotable de apoyo para las nuevas víctimas e importantísimos recursos informativos para salvar a muchos otros jóvenes. Son a menudo falsas noticias, que llegan a través del pasapalabra o filtradas por las redes sociales, que atrapan a los inocentes. Los jóvenes que han encontrado la criminalidad organizada pueden jugar un rol clave en el describir los peligros. Los traficantes a menudo son personas sin escrúpulos, sin moral ni ética que viven de las desgracias de otros, aprovechado las emociones humanas y la desesperación de la gente para subyugarla a su voluntad, haciéndola esclava y sometido. Basta pensar en las mujeres africanas jovencísimas que llegan a nuestras costas esperando empezar una vida mejor, pensando en ganarse la vida honestamente, y sin embargo son esclavizadas, obligadas a prostituirse. Para los jóvenes es fundamental construir paso a paso la propia identidad y tener un punto de referencia, un faro-guía. La Iglesia desde siempre quiere estar al lado de las personas que sufren, en particular de los niños y de los jóvenes, protegiéndoles y promoviendo su desarrollo humano integral. Los menores son a menudo «invisibles», sujetos a peligros y amenazas, solos y manipulables; queremos, también en las realidades más precarias, ser vuestro faro de esperanzas y apoyo, porque Dios está siempre con vosotros. «La valentía y la esperanza son dotes de todos, pero en particular son propias de los jóvenes: valentía y esperanza. Ciertamente, el futuro está en las manos de Dios, las manos de un Padre providente. Esto no significa negar las dificultades y los problemas, sino verlos, eso sí, como pasajeros y superables. Las dificultades, las crisis, con la ayuda de Dios y la buena voluntad de todos, se pueden superar, vencer, transformar»[4]. 4. [Antonio Maria Rossi. Liceo de la Via Dalmazia, Roma] Nosotros los jóvenes italianos nos confrontamos con un contexto marcado cada día más por la pluralidad de culturas y religiones. Se trata de un desafío abierto. A menudo la falta de respeto por el diferente, la cultura del descarte y la corrupción, de las que se origina la trata, parecen normales. Papa Francisco, por favor, continúe alentando a nuestros gobernantes con el fin de que contrasten la corrupción, la venta de armas y la cultura del descarte; aliente también a todos los líderes religiosos para garantizar espacios donde las diferentes culturas y religiones puedan conocerse y valorarse mutuamente, de tal modo que todos compartan la misma espiritualidad de acogida. Quisiera preguntarle, ¿qué podemos hacer nosotros aquí, para que desaparezca definitivamente la plaga de la trata? Respuesta Cuando los países son víctimas de la pobreza extrema, la violencia y la corrupción, la economía, el marco normativo y la infraestructura básica son ineficientes y no son capaces de garantizar la seguridad, los bienes y los derechos esenciales. En tal contexto, los autores de estos crímenes actúan impunemente. La criminalidad organizada y el tráfico ilegal de drogras y de seres humanos eligen las presas entre las personas que hoy tienen escasos medios de subsistencia y aún menos esperanzas por el mañana. La respuestas es, por lo tanto, crear oportunidad para un desarrollo humano integral, iniciando con una instrucción de calidad desde la primera infancia, creando sucesivamente oportunidades de crecimiento a través de la ocupación. Estas dos modalidades de crecimiento, en las diversas fases de la vida, representan los antídotos a la vulnerabilidad y a la trata. La que he indicado más veces como «cultura del descarte» está en la base de comportamientos que, en el mercado y en el mundo globalizado, llevan a la explotación de los seres humanos, a todos los niveles. «La pobreza, las necesidades, los dramas de tantas personas terminan por entrar en la normalidad»[5]. Algunos estados promueven, dentro de la comunidad internacional, una política particularmente dura al querer derrotar a la trata de seres humanos; ese comportamiento es de por sí engañoso, porque, a causa de intereses económicos que están detrás, no se quieren afrontar las causas profundas. Además, no siempre la posición a nivel internacional es coherente con las políticas internas. Espero realmente que podáis enviar un mensaje a los líderes de cada nivel de gobierno, en el mundo de las relaciones y de la sociedad, pidiendo el acceso a una instrucción de calidad y por lo tanto, a una ocupación justa y sostenible. Una estrategia que comprenda un mayor conocimiento del tema de la trata, a partir de una terminología clara y de testimonios concretos de los protagonistas, puede ser ciertamente de ayuda. La conciencia real sobre el tema centra, sin embargo, la atención en la «demanda de trata» que se encuentra detrás de la oferta (cadena de consumo); todos estamos llamados a salir de la hipocresía y enfrentar la idea de ser parte del problema en lugar de mirar a otro lado proclamando nuestra inocencia. Dejadme que lo diga, si hay tantas chicas víctimas de la trata que terminan en las calles de nuestras ciudades es porque muchos hombres aquí —jóvenes, de mediana edad, ancianos— piden estos servicios y están dispuestos a pagar por su placer. Me pregunto entonces, ¿son realmente los traficantes la causa principal de la trata? Yo creo que la causa principal es el egoísmo sin escrúpulos de tantas personas hipócritas de nuestro mundo. Cierto, arrestar a los traficantes es un deber de justicia. Pero la verdadera solución es la conversión de los corazones, cortar la demanda para sanear el mercado. 5. [Maria Magdalene Savini] Papa Francisco, en un mensaje suyo dirigido a los alcaldes de las grandes ciudades reunidas en el Vaticano, decía que «para ser verdaderamente eficaz, el compromiso común para la construcción de una conciencia ecológica y la lucha contra la esclavitud moderna —la trata de seres humanos y de órganos, la prostitución, el trabajo negro— debe comenzar desde las periferias»[6]. También nosotros, los jóvenes, nos encontramos a menudo en la periferia y sufrimos la exclusión, la inseguridad por no tener trabajo y acceso a una educación de calidad, por vivir en situaciones de guerra, de violencia, por vernos obligados a dejar nuestras tierras, por pertenecer a minorías étnicas y religiosas. Sobre todo las mujeres somos penalizadas y las principales víctimas. ¿Qué espacio se dará en el Sínodo de los Jóvenes a las jóvenes y a los jóvenes que provienen de las periferias de la marginación causada por un modelo de desarrollo ya superado, que continúa produciendo degradación humana? ¿Cómo se puede hacer para que estas chicas y chicos sean los protagonistas del cambio en la sociedad y en la Iglesia? Respuesta Deseo, para los que son testigos reales de los riesgos de la trata en sus países de origen, que puedan encontrar en el Sínodo un lugar para expresarse, desde el cual llamar a la Iglesia a la acción. Por lo tanto, es mi gran deseo que los jóvenes representantes de las «periferias» sean los protagonistas de este Sínodo. Espero que puedan ver el Sínodo como un lugar para enviar un mensaje a los gobernantes de los países de origen y llegada para solicitar protección y apoyo. Espero que estos jóvenes lancen un mensaje global para una movilización juvenil mundial, para construir juntos una casa común inclusiva y acogedora. Espero que sean un ejemplo de esperanza para aquellos que atraviesan por el drama existencial del desaliento. La Iglesia católica tiene la intención de intervenir en todas las fases de la trata de seres humanos: quiere protegerlos del engaño y de la seducción; quiere encontrarlos y liberarlos cuando sean transportados y reducidos a la esclavitud; quiere asistirlos una vez que sean liberados. A menudo, las personas que han sido atrapadas y maltratadas pierden la capacidad de confiar en los demás, y la Iglesia es a menudo el último ancla de salvación. Es absolutamente importante responder de modo concreto a las vulnerabilidades de aquellos que están en riesgo, para después acompañar el proceso de liberación comenzando a poner a salvo sus vidas. Los grupos eclesiales pueden abrir espacios de seguridad allí donde sea necesario, en lugares de reclutamiento, en las rutas del tráfico en los países de llegada. Mi esperanza es que el Sínodo sea también una oportunidad para las Iglesias locales para aprender a trabajar juntos y convertirse en «una red de salvación». Quisiera finalmente concluir citando a santa Josefina Bakhita. Esta grande sudanesa «es un testigo ejemplar de esperanza para las numerosas víctimas de la esclavitud y un apoyo en los esfuerzos de todos aquellos que se dedican a luchar contra esta “llaga en el cuerpo de la humanidad contemporánea, una herida en la carne de Cristo”»[7]. Que pueda inspirarnos para realizar gestos de hermandad con aquellos que se encuentran en un estado de sumisión. A dejarnos interpelar, a dejarnos invitar al encuentro. Recemos: Santa Josefina Bakhita, de niña fuiste vendida como esclava y tuviste que enfrentar dificultades y sufrimientos indecibles. Una vez liberada de tu esclavitud física, encontraste la verdadera redención en el encuentro con Cristo y su Iglesia. Santa Josefina Bakhita, ayuda a todos aquellos que están atrapados en la esclavitud. En su nombre, intercede ante el Dios de la Misericordia, de modo que las cadenas de su cautiverio puedan romperse. Que Dios mismo pueda liberar a todos los que han sido amenazados, heridos o maltratados por la trata y el tráfico de seres humanos. Lleva consuelo a aquellos que sobreviven a esta esclavitud y enséñales a ver a Jesús como modelo de fe y esperanza, para que puedan sanar sus propias heridas. Te suplicamos que reces e intercedas por todos nosotros: para que no caigamos en la indiferencia, para que abramos los ojos y podamos mirarlas miserias y las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de su dignidad y de su libertad y escuchar su grito de ayuda. Amén.

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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS PARTICIPANTES EN EL CAPÍTULO GENERAL DE LA CONGREGACIÓN DE LOS SAGRADOS ESTIGMAS DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO (ESTIGMATINOS)

[…] Queridos misioneros estigmatinos, lleven este fuego a las comunidades cristianas, donde la fe de tantas personas necesita ser encendida de nuevo, encontrar fuerza para ser contagiosa. Al mismo tiempo, vayan, salgan a anunciar el Evangelio a los pobres, a esos que no se sienten amados por nadie, a quien vive en la tristeza y en la desesperación, a los presos, a los sin hogar y sin techo, a los inmigrantes, a quien huye de las guerras. San Gaspar Bertoni les ha transmitido el amor a los santos esposos, María y José. Tengan por tanto una atención particular hacia la familia; junto con los laicos, anunciad la alegría del amor. Lleven el fuego de Cristo a los jóvenes, que necesitan de alguien que les escuche y les ayude a encontrar el sentido de la vida. Si anuncian a Jesús, se sentirán atraídos; conducidles a Él con paciencia y perseverancia. Sed misioneros alegres y mansos, bien preparados para encontrar a cada persona. […]

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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS MIEMBROS DEL GRUPO SANTA MARTA

Queridos hermanos obispos, queridos amigos: Os doy la bienvenida, miembros del Grupo Santa Marta, al concluir vuestro congreso, dedicado este año a ofrecer una perspectiva mundial sobre la trata de seres humanos y sobre las formas modernas de esclavitud. En calidad de líderes de las fuerzas del orden, de la investigación, de las políticas públicas y la asistencia pastoral, ofrecéis una contribución esencial para abordar las causas y los efectos de este flagelo moderno, que sigue causando indescriptibles sufrimientos humanos. Mi esperanza es que estos días de reflexión e intercambio de experiencias hayan arrojado todavía más luz sobre la interacción de las problemáticas mundiales y locales de la trata de personas humanas. La experiencia demuestra que esas formas modernas de esclavitud están mucho más extendidas de lo que se podría imaginar, incluso —para nuestra vergüenza y escándalo— dentro de nuestras sociedades más prósperas. El grito de Dios a Caín, que se encuentra en las primeras páginas de la Biblia — «¿Dónde está tu hermano?»— nos empuja a examinar seriamente las diversas formas de complicidad con las que la sociedad tolera y alienta, particularmente con respecto a la trata con fines sexuales, la explotación de hombres, mujeres y niños vulnerables (cf. Exhortación apostólica Evangelii Gaudium, 211). Las iniciativas destinadas a combatir la trata de personas, en su objetivo concreto de desmantelar las redes criminales, deben tener cada vez más en cuenta los amplios sectores relacionados, como, por ejemplo, el uso responsable de las tecnologías y los medios de comunicación, sin mencionar el estudio de las implicaciones éticas de los modelos de crecimiento económico que dan la prioridad a los beneficios en lugar de a las personas. Confío en que vuestras discusiones de estos días también contribuyan a incrementar la toma de conciencia sobre la creciente necesidad de ayudar a las víctimas de estos crímenes, acompañándolas en un camino de reintegración en la sociedad y restableciendo su dignidad humana. La Iglesia está agradecida por todos los esfuerzos realizados para llevar el bálsamo de la misericordia divina a los que sufren, porque este es también un paso esencial para la rehabilitación y la renovación de la sociedad en su conjunto. Queridos amigos, con gratitud por vuestro compromiso y vuestra colaboración en este sector crucial, os expreso mis mejores deseos, acompañados por la oración, para la continuación de vuestro trabajo. Sobre vosotros, vuestras familias y todos aquellos a quienes servís, invoco la bendición del Señor que da sabiduría, fuerza y paz. Y os pido, por favor, que recéis por mí.

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PAPA FRANCISCO ÁNGELUS

Después del Ángelus: […] Os saludo a todos vosotros, fieles de Roma y peregrinos venidos de Italia de varios países. Saludo al grupo de la diócesis de Cádiz y Ceuta (España), los alumnos del colegio «Charles Péguy » de París, los fieles de Sestri Levante, Empoli, Milán y Palermo, y la representación de la Ciudad de Agrigento, a quienes expreso aprecio por el compromiso de acogida e integración de los migrantes. ¡Gracias! Gracias por lo que hacéis. Un saludo cordial dirijo a los voluntarios y a los colaboradores de la asociación «Fraterna Domus» que trabaja desde hace 50 años en Roma por la acogida y la solidaridad. […]

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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS MIEMBROS DE LA CRUZ ROJA ITALIANA

[…] Vuestra acción, además, merece todavía más la gratitud de todo ciudadano porque se realiza en las más diversas situaciones, teniendo que hacer frente a cansancios y peligros de distinto tipo. Es así en el caso de la asistencia prestada a las víctimas de los terremotos y de otros desastres naturales, que alivia la prueba de las poblaciones golpeadas, representando un signo de la cercanía de todo el pueblo italiano. De igual valor es el compromiso que ponéis en el socorro de los migrantes durante el arduo recorrido por el mar, y al recibir a los que desembarcan y esperan ser acogidos e integrados. La mano que les tendéis y que ellos aferran es un signo elevado, que se traduciría así: «No te ayudo solo en este instante, para sacarte del mar y ponerte a salvo, sino que te aseguro que estaré y me tomaré en serio tu futuro». Por eso, vuestra presencia junto a los inmigrantes representa un signo profético, tan necesario en nuestro tiempo. He dicho la palabra «signo profético»: el profeta —por decirlo en una lengua que todos entendamos— el profeta es el que «abofetea»; con su modo de vivir, con el servicio que hace y las palabras… «abofetea»: despierta, da verdaderas bofetadas al egoísmo social, al egoísmo de las sociedades. ¡Y hace despertar lo mejor que hay en el corazón! Pero da la bofetada con la palabra y con el testimonio, ¡no con la mano! […]

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CELEBRACIÓN DE LAS SEGUNDAS VESPERS EN LA SOLEMNIDAD DE LA CONVERSIÓN DEL APÓSTOL DE SAN PABLO HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO

[…] Después de la liberación, el pueblo elegido emprendió un largo y difícil viaje a través del desierto, a menudo vacilante, pero sacando fuerzas de la memoria de la obra salvadora de Dios y de su presencia siempre presente. Incluso los cristianos de hoy encuentran muchas dificultades en el viaje, rodeados por tantos desiertos espirituales, que hacen que la esperanza y la alegría se sequen. En el camino también hay peligros serios, que ponen en riesgo la vida: ¡cuántos hermanos hoy en día sufren persecución por el nombre de Jesús! Cuando se derrama su sangre, incluso si pertenecen a diferentes Confesiones, se convierten en testigos de la fe, mártires, unidos en el vínculo de la gracia bautismal. Aún así, junto con amigos de otras tradiciones religiosas, los cristianos de hoy enfrentan desafíos que disminuyen la dignidad humana: huyen de situaciones de conflicto y miseria; son víctimas de la trata de seres humanos y otros tipos de esclavitud moderna; sufren penurias y hambre, en un mundo cada vez más rico en recursos y pobre en amor, donde las desigualdades siguen aumentando. Pero, al igual que los israelitas de Éxodo, los cristianos están llamados a guardar juntos la memoria de lo que Dios ha logrado en ellos. Al revivir este recuerdo, podemos apoyarnos y enfrentarnos, armados solo con Jesús y el dulce poder de su Evangelio, cada desafío con coraje y esperanza. […]