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VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD FRANCISCO A PANAMÁ CON OCASIÓN DE LA XXXIV JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD (23-28 DE ENERO DE 2019) VÍA CRUCIS CON LOS JÓVENES ORACIÓN DEL SANTO PADRE

[…] Padre, hoy se prolonga el Camino de la Cruz de tu Hijo: se prolonga en el grito ahogado de los niños a los que se les impide nacer y por tantos otros a quienes se les niega el derecho a tener una infancia, una familia, una educación; en niños que no pueden jugar, cantar, soñar …; se prolonga en mujeres abusadas, explotadas y abandonadas, despojadas e ignoradas en su dignidad; y en los ojos tristes de los jóvenes que ven sus esperanzas futuras desgarradas por la falta de educación y trabajo digno; Se prolonga en la angustia de los rostros jóvenes, nuestros amigos, que caen en las redes de personas inescrupulosas. Entre ellos también hay personas que dicen que te sirven, Señor, redes de explotación, crimen y abuso que comen en la vida. de los jóvenes. El Camino de la Cruz de su Hijo se prolonga en muchos jóvenes y familias que, absortos en una espiral de muerte debido a las drogas, el alcohol, la prostitución y el tráfico, se encuentran privados no solo del futuro sino del presente. Y así como tu ropa fue compartida, Señor, su dignidad es dividida y abusada. […]

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VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD FRANCISCO A PANAMÁ CON OCASIÓN DE LA XXXIV JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD (23-28 DE ENERO DE 2019) ENCUENTRO CON LOS OBISPOS CENTROAMERICANOS (SEDAC) DISCURSO DEL SANTO PADRE

Despues del angelus […] Hay muchos jóvenes que lamentablemente han sido seducidos por respuestas inmediatas que hipotecan la vida. Y muchos otros a quienes se les ha dado una ilusión de respiración corta en algunos movimientos, y que luego los hacen pelagianos o convencidos de que son suficientes para ellos mismos, y luego los abandonan a la mitad. Los Padres sinodales nos dijeron: a través de la restricción o la falta de alternativas, los jóvenes se encuentran inmersos en situaciones altamente conflictivas y sin una solución rápida: violencia doméstica, feminicidio, ¡qué plaga está experimentando nuestro continente en esto! – pandillas armadas y criminales, tráfico de drogas, explotación sexual de menores y ya no menores, etc. y duele ver que, en la base de muchas de estas situaciones, hay experiencias de orfandad, el fruto de una cultura y una sociedad que se ha «vuelto loca» [si fue «desmadrando»] – sin una madre, las ha dejado huérfanas. Las familias muy a menudo desgastadas por un sistema económico que no pone en primer lugar a las personas y al bien común, y que han hecho de la especulación su «paraíso», en el que seguir aumentando de peso no importa a costa de quién. Y así, nuestros jóvenes sin el calor de un hogar, sin familia, sin comunidad, sin pertenencia, quedan a merced del primer estafador. […] […] Muchos de los migrantes tienen rostros jóvenes, buscan algo mejor para sus familias, no tienen miedo de arriesgarse y dejan todo para ofrecer las condiciones mínimas que garantizan un futuro mejor. No solo la queja es suficiente sobre esto, sino que también debemos anunciar concretamente una «buena noticia». La Iglesia, gracias a su universalidad, puede ofrecer esa hospitalidad fraterna y acogedora para que las comunidades de origen y las de la llegada dialoguen y contribuyan a superar miedos y desconfianzas y a reforzar los vínculos que la migración, en la imaginación colectiva, amenaza con romper. «Acoger, proteger, promover e integrar» a la gente puede ser los cuatro verbos con los que la Iglesia, en esta situación migratoria, combina su maternidad en la historia de hoy (ver Sínodo sobre la juventud, Documento final, 147). El vicario general de París, mons. Benoist de Sinety, acaba de publicar un libro con el subtítulo: «Acogiendo con beneplácito a los migrantes, un llamado a la valentía» (ver Il faut que des voix s’élèvent. Accueil des migrants, appel au courage, París 2018). Este libro es una alegría. Él está aquí en el día. Todos los esfuerzos que pueden hacer al construir puentes entre las comunidades eclesiales, parroquiales y diocesanas, así como a través de las Conferencias de los Obispos, serán un gesto profético de la Iglesia que en Cristo es «un signo e instrumento de la unión íntima con Dios y la unidad de todo el género. humano «(Constitución dogmática Lumen gentium, 1). Y así, la tentación de limitarse a una mera denuncia se desvanece y se produce el anuncio de la nueva Vida que el Señor nos da. […]

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JORNADA MUNDIAL DEL MIGRANTE Y DEL REFUGIADO CONCELEBRACIÓN EUCARÍSTICA HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO

Este año he querido celebrar la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado con una Misa a la que estáis invitados especialmente vosotros, migrantes, refugiados y solicitantes de asilo. Algunos acabáis de llegar a Italia, otros lleváis muchos años viviendo y trabajando aquí, y otros constituís las llamadas “segundas generaciones”. Para todos ha resonado en esta asamblea la Palabra de Dios, que nos invita hoy a profundizar la especial llamada que el Señor dirige a cada uno de nosotros. Él, como hizo con Samuel (cf. 1 S 3,3b-10.19) nos llama por nuestro nombre —a cada uno— y nos pide que honremos el hecho de que hemos sido creados como seres únicos e irrepetibles, diferentes los unos de los otros y con un papel singular en la historia del mundo. En el Evangelio (Jn 1,35-42) los dos discípulos de Juan preguntaron a Jesús: «¿Dónde vives?» (v. 38), lo que sugiere que de la respuesta a esta pregunta dependerá su juicio sobre el maestro de Nazaret. La respuesta de Jesús es clara: «Venid y veréis» (v. 39), y abre un encuentro personal, que encierra un tiempo adecuado para acoger, conocer y reconocer al otro. En el Mensaje para la Jornada de hoy escribí: «Cada forastero que llama a nuestra puerta es una ocasión de encuentro con Jesucristo, que se identifica con el extranjero acogido o rechazado en cualquier época de la historia (cf. Mt 25,35.43)». Y para el forastero, el migrante, el refugiado, el prófugo y el solicitante de asilo, todas las puertas de la nueva tierra son también una oportunidad de encuentro con Jesús. Su invitación «Venid y veréis» se dirige hoy a todos nosotros, a las comunidades locales y a quienes acaban de llegar. Es una invitación a superar nuestros miedos para poder salir al encuentro del otro, para acogerlo, conocerlo y reconocerlo. Es una invitación que brinda la oportunidad de estar cerca del otro, para ver dónde y cómo vive. En el mundo actual, para quienes acaban de llegar, acoger, conocer y reconocer significa conocer y respetar las leyes, la cultura y las tradiciones de los países que los han acogido. También significa comprender sus miedos y sus preocupaciones de cara al futuro. Y para las comunidades locales, acoger, conocer y reconocer significa abrirse a la riqueza de la diversidad sin ideas preconcebidas, comprender los potenciales y las esperanzas de los recién llegados, así como su vulnerabilidad y sus temores. El verdadero encuentro con el otro no se limita a la acogida sino que nos involucra a todos en las otras tres acciones que resalté en el Mensaje para esta Jornada: proteger, promover e integrar. Y en el verdadero encuentro con el prójimo, ¿sabremos reconocer a Jesucristo que pide ser acogido, protegido, promovido e integrado? Como nos enseña la parábola evangélica del juicio final: el Señor tenía hambre, sed, estaba desnudo, enfermo, era extranjero y estaba en la cárcel, y fue asistido por algunos, mientras que otros pasaron de largo (cf. Mt 25,31-46). Este verdadero encuentro con Cristo es fuente de salvación, una salvación que debe ser anunciada y llevada a todos, como nos muestra el apóstol Andrés. Después de haber revelado a su hermano Simón: «Hemos encontrado al Mesías» (Jn 1,41), Andrés lo llevó a Jesús para que pudiera vivir la misma experiencia del encuentro. No es fácil entrar en la cultura que nos es ajena, ponernos en el lugar de personas tan diferentes a nosotros, comprender sus pensamientos y sus experiencias. Y así, a menudo, renunciamos al encuentro con el otro y levantamos barreras para defendernos. Las comunidades locales, a veces, temen que los recién llegados perturben el orden establecido, “roben” algo que se ha construido con tanto esfuerzo. Incluso los recién llegados tienen miedos: temen la confrontación, el juicio, la discriminación, el fracaso. Estos miedos son legítimos, están basados en dudas que son totalmente comprensibles desde un punto de vista humano. Tener dudas y temores no es un pecado. El pecado es dejar que estos miedos determinen nuestras respuestas, condicionen nuestras elecciones, comprometan el respeto y la generosidad, alimenten el odio y el rechazo. El pecado es renunciar al encuentro con el otro, al encuentro con aquel que es diferente, al encuentro con el prójimo, que en realidad es una oportunidad privilegiada de encontrarse con el Señor. De este encuentro con Jesús presente en el pobre, en quien es rechazado, en el refugiado, en el solicitante de asilo, nace la oración de hoy. Es una oración recíproca: migrantes y refugiados rezan por las comunidades locales, y las comunidades locales rezan por los que acaban de llegar y por los migrantes que llevan más tiempo residiendo en el país. Encomendamos a la maternal intercesión de la Santísima Virgen María las esperanzas de todos los migrantes y refugiados del mundo, y las aspiraciones de las comunidades que los acogen, para que, conforme con el supremo mandamiento divino de la caridad y el amor al prójimo, todos podamos aprender a amar al otro, al extranjero, como nos amamos a nosotros mismos.

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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS MIEMBROS DEL CUERPO DIPLOMÁTICO ACREDITADO ANTE LA SANTA SEDE CON MOTIVO DE LAS FELICITACIONES DE AÑO NUEVO

[…] Por su parte, también la comunidad internacional con sus organizaciones está llamada a dar voz a quienes no tienen voz. Y entre los que no tienen voz en nuestros días, me gustaría recordar a las víctimas de las otras guerras en curso, especialmente la de Siria, con el gran número de muertos que ha causado. Una vez más, hago un llamamiento a la comunidad internacional para que promueva una solución política a un conflicto que al final no tendrá más que vencidos. Sobre todo, es fundamental que cesen las violaciones de los derechos humanos, que causan sufrimientos inenarrables a la población civil, especialmente a mujeres y niños, y afectan a estructuras esenciales como hospitales, escuelas y campos de refugiados, así como a edificios religiosos. No podemos olvidar a los numerosos refugiados que ha provocado el conflicto, sometiendo a los países vecinos a una dura prueba. Una vez más, quiero expresar mi gratitud a Jordania y al Líbano, que con espíritu fraterno y con mucho sacrificio, han acogido a numerosos grupos de personas, manifestando al mismo tiempo el deseo de que los refugiados puedan regresar a la patria, con condiciones de vida y de seguridad adecuadas. Pienso también en los diferentes países europeos que generosamente han ofrecido hospitalidad a aquellos que se encuentran en dificultades y en peligro. Entre los que se han visto afectados por la inestabilidad en la que desde hace años está inmerso Oriente Medio están especialmente los cristianos, que viven en esas tierras desde el tiempo de los apóstoles y que han ayudado a edificarlas y forjarlas a lo largo de los siglos. Es muy importante que los cristianos tengan un lugar en el futuro de la región y, por lo tanto, aliento a los que han buscado refugio en otras partes a hacer lo posible para regresar a sus casas y mantener y fortalecer los lazos con sus comunidades de origen. Al mismo tiempo, espero que las autoridades políticas no dejen de garantizarles la seguridad necesaria y todos aquellos requisitos que les permitan seguir viviendo en los países de los que son plenamente ciudadanos y contribuir a su construcción. A lo largo de estos años, Siria, y en general todo Oriente Medio, han sido desafortunadamente escenario de choque de múltiples intereses opuestos. Además de los de carácter preeminentemente político y militar, tampoco se debe descuidar el intento de crear enemistad entre musulmanes y cristianos. Aunque «en el transcurso de los siglos surgieron no pocas desavenencias y enemistades entre cristianos y musulmanes»[7], en diferentes partes de Oriente Medio han podido vivir en paz durante mucho tiempo. Dentro de poco tendré la oportunidad de ir a dos países de mayoría musulmana, Marruecos y los Emiratos Árabes Unidos. Serán dos importantes ocasiones para acrecentar aún más el diálogo interreligioso y el entendimiento mutuo entre los fieles de ambas religiones, en el octavo centenario del histórico encuentro entre san Francisco de Asís y el sultán al-Malik al-Kāmil. Entre los débiles de nuestro tiempo que la comunidad internacional está llamada a defender están también los migrantes y los refugiados. Una vez más, deseo llamar la atención de los gobiernos para que se ayude a quienes han emigrado a causa del flagelo de la pobreza, de todo tipo de violencia y persecución, así como de los desastres naturales y el cambio climático, y para que se tomen las medidas que permitan su integración social en los países de acogida. Es necesario asegurar que las personas no se vean obligadas a dejar sus familias y naciones, o que puedan regresar de manera segura, siendo respetada su dignidad y derechos humanos. Todo ser humano anhela una vida mejor y más feliz, y no se puede resolver el desafío de la migración con la lógica de la violencia y del descarte, ni con soluciones parciales. No puedo dejar de agradecer los esfuerzos de muchos gobiernos e instituciones que, impulsados por un espíritu generoso de solidaridad y caridad cristiana, colaboran fraternamente en favor de los migrantes. Entre estos, me gustaría mencionar a Colombia, que, junto a otros países del continente, en los últimos meses ha recibido a un gran número de personas de Venezuela. Al mismo tiempo, soy consciente de que las olas migratorias de estos años han causado desconfianza y preocupación entre la población de muchos países, especialmente en Europa y América del Norte, y esto ha llevado a varios gobiernos a limitar en gran medida los flujos entrantes, incluso los de tránsito. Sin embargo, creo que no es posible dar soluciones parciales a una cuestión tan universal. Las emergencias recientes han demostrado que se necesita una respuesta común, coordinada por todos los países, sin prevenciones y respetando todas las instancias legítimas, tanto de los Estados como de los migrantes y refugiados. Teniendo esto en cuenta, la Santa Sede ha participado activamente en las negociaciones y en la adopción de los dos Pactos Mundiales sobre los Refugiados y sobre una Migración segura, ordenada y regular. En particular, el Pacto sobre migración representa un importante paso adelante para la comunidad internacional que, por primera vez a nivel multilateral y en el ámbito de las Naciones Unidas, aborda el tema en un documento relevante. A pesar de la naturaleza no vinculante de estos documentos y la ausencia de varios gobiernos en la reciente Conferencia de las Naciones Unidas en Marrakech, los dos Pactos serán importantes puntos de referencia para el compromiso político y para la acción concreta de organizaciones internacionales, legisladores y políticos, así como para los que están comprometidos a favor de una gestión más responsable, coordinada y segura de las diferentes situaciones que afectan a los refugiados y migrantes. De ambos Pactos, la Santa Sede aprecia la intención y el carácter que facilita su puesta en práctica, a pesar de haber expresado sus reservas sobre los documentos, mencionados en el Pacto relativo a la Migración, que contienen terminologías y directrices que no corresponden a sus principios sobre la vida y los derechos de las personas.

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SOLEMNIDAD DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR PAPA FRANCISCO ÁNGELUS

Después del Ángelus Queridos hermanos y hermanas: Desde hace varios días, cuarenta y nueve personas rescatadas en el mar Mediterráneo están a bordo de dos barcos de ONG que buscan un lugar seguro donde desembarcar. Hago un llamamiento sincero a los líderes europeos para que demuestren su solidaridad con estas personas. […]

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MENSAJE URBI ET ORBI DEL SANTO PADRE FRANCISCO NAVIDAD 2018

[…] Que el Niño Jesús permita a la amada y martirizada Siria que vuelva a encontrar la fraternidad después de largos años de guerra. Que la Comunidad internacional se esfuerce firmemente por hallar una solución política que deje de lado las divisiones y los intereses creados para que el pueblo sirio, especialmente quienes tuvieron que dejar las propias tierras y buscar refugio en otro lugar, pueda volver a vivir en paz en su patria. Pienso en Yemen, con la esperanza de que la tregua alcanzada por mediación de la Comunidad internacional pueda aliviar finalmente a tantos niños y a las poblaciones, exhaustos por la guerra y el hambre. Pienso también en África, donde millones de personas están refugiadas o desplazadas y necesitan asistencia humanitaria y seguridad alimentaria. Que el divino Niño, Rey de la paz, acalle las armas y haga surgir un nuevo amanecer de fraternidad en todo el continente, y bendiga los esfuerzos de quienes se comprometen por promover caminos de reconciliación a nivel político y social. […]

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PAPA FRANCISCO ÁNGELUS

Después del Ángelus Queridos hermanos y hermanas: Mis pensamientos se dirigen ahora mismo a las poblaciones de Indonesia, afectadas por desastres naturales violentos, que han causado graves pérdidas en vidas humanas, numerosas personas desaparecidas y sin hogar y un gran daño material. Invito a todos a unirse a mí en oración por las víctimas y sus seres queridos. Estoy espiritualmente cerca de los desplazados y de todas las personas afectadas, implorando a Dios que los alivie en su sufrimiento. Solicito a nuestros hermanos y hermanas que no falten nuestra solidaridad y el apoyo de la comunidad internacional. Recemos juntos… Ave, María … Os saludo a todos vosotros, fieles de Roma y peregrinos de Italia y de diversos países. Pasado mañana será Navidad y mis pensamientos se dirigirán especialmente a las familias que se reúnen en estos días: aquellos que viven lejos de sus padres se van y regresan a sus hogares; los hermanos tratan de encontrarse… En Navidad es hermoso e importante estar juntos en la familia. Pero muchas personas no tienen esta posibilidad, por diferentes motivos; y hoy me gustaría dirigirme de manera especial a todos aquellos que están lejos de su familia y de su tierra. Queridos hermanos y hermanas, nuestro Padre celestial no os olvida y no os abandona. Si sois cristianos, deseo que encontréis en la Iglesia una verdadera familia, donde podáis experimentar la calidez del amor fraternal. Y a todos, lejos de su familia, cristianos y no cristianos, digo: las puertas de la comunidad cristiana están abiertas, Jesús nace para todos y les da a todos el amor de Dios. Os deseo un buen domingo. No os olvidéis de rezar por mí. Buen almuerzo y hasta pronto.

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FELICITACIONES NAVIDEÑAS DE LA CURIA ROMANA DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCESCO

[…] Las aflicciones Son muchas las aflicciones: cuántos inmigrantes —obligados a abandonar sus países de origen y arriesgar sus vidas— hallan la muerte, o sobreviven pero se encuentran con las puertas cerradas y sus hermanos de humanidad entregados a las conquistas políticas y de poder. Cuánto miedo y prejuicio. Cuántas personas y cuántos niños mueren cada día por la falta de agua, alimentos y medicinas. Cuánta pobreza y miseria. Cuánta violencia contra los débiles y contra las mujeres. Cuántos escenarios de guerras, declaradas y no declaradas. Cuánta sangre inocente se derrama cada día. Cuánta inhumanidad y brutalidad nos rodean por todas partes. Cuántas personas son sistemáticamente torturadas todavía hoy en las comisarías de policía, en las cárceles y en los campos de refugiados en diferentes lugares del mundo. […]

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PAPA FRANCISCO ÁNGELUS

Queridos hermanos y hermanas: La semana pasada fue a aprobado en Marrakech, en Marruecos, el Pacto mundial para una migración segura, ordenada y regular, que intenta ser un marco de referencia para toda la comunidad internacional. Deseo, por tanto, que esta, gracias a este instrumento, pueda actuar con responsabilidad, solidaridad y compasión ante aquellos que, por diversos motivos, han dejado el propio país, y confío esta intención a vuestras oraciones. […]

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SALUDO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS ARTISTAS DEL «CONCIERTO DE NAVIDAD» EN EL VATICANO

Queridos amigos, Nos estamos preparando para la celebración de la navidad. El acontecimiento del nacimiento de Jesús, hace dos mil años, tuvo lugar en un contexto cultural preciso. Hoy, la Navidad se celebra en todas partes del mundo y se manifiesta de acuerdo con las costumbres y tradiciones más diversas, generando representaciones múltiples, a las que también contribuye con sus talentos y su pasión. La Navidad es siempre nueva porque nos invita a renacer en la fe, a abrirnos a la esperanza, a reavivar la caridad. Este año, en particular, nos llama a reflexionar sobre la situación de muchos hombres, mujeres y niños de nuestro tiempo, migrantes, refugiados y refugiados, que marchan para escapar de las guerras, las miserias causadas por la injusticia social y el cambio climático. Para dejarlo todo, hogar, parientes, patria, y enfrentar lo desconocido, ¡debemos haber sufrido una situación muy grave! Jesús también vino «de otro lugar». Él habitó en Dios el Padre, con el Espíritu Santo, en una comunión de sabiduría, luz y amor, que Él quería llevarnos con su venida al mundo. Él vino a morar entre nosotros, en medio de nuestros límites y nuestros pecados, para darnos el amor de la Santísima Trinidad. Y como hombre nos mostró el «camino» del amor, es decir, el servicio, hecho con humildad, para dar vida. Cuando la violenta ira de Herodes golpeó el territorio de Belén, la Sagrada Familia de Nazaret experimentó la angustia de la persecución y, guiada por Dios, se refugió en Egipto. El pequeño Jesús nos recuerda que la mitad de los refugiados de hoy en el mundo son niños, víctimas inocentes de la injusticia humana. La Iglesia responde a estos dramas con muchas iniciativas de solidaridad y asistencia, hospitalidad y hospitalidad. Siempre hay mucho por hacer, hay tanto sufrimiento que calmar y problemas por resolver. Necesitamos una mayor coordinación, acciones más organizadas, capaces de abarcar a cada persona, grupo y comunidad, de acuerdo con el diseño de la fraternidad que nos une a todos. Es por eso que necesitas una red. Trabajar en red con la educación, en primer lugar, para educar a los pequeños entre los migrantes, es decir, aquellos que, en lugar de sentarse entre los escritorios escolares, como muchos compañeros, pasan sus días haciendo largas marchas a pie o en vehículos improvisados. y peligroso. Ellos también necesitan capacitación para poder trabajar mañana y participar como ciudadanos conscientes del bien común. Y, al mismo tiempo, se trata de educarnos a todos para dar la bienvenida y la solidaridad, para evitar que los migrantes y los refugiados encuentren indiferencia o, peor aún, impaciencia en su camino. Trabajar en red con la educación significa permitir que las personas se pongan de pie, puedan volver a ponerse en pie con toda dignidad, con la fuerza y el coraje para enfrentar la vida, mejorar sus talentos y su arduo trabajo. La creación de redes con la educación es una solución válida para abrir las puertas de los campamentos de refugiados, para permitir a los jóvenes migrantes ingresar a nuevas sociedades, encontrar solidaridad, generosidad y promoverlos a su vez. Agradezco el proyecto de Missioni Don Bosco en Uganda y el de Scholas Occurrentes en Irak, porque han reunido este llamado a «trabajar en red con la educación», cooperando en la transmisión del mensaje de esperanza para la Navidad. La misión de la Iglesia siempre se ha manifestado a través de la creatividad y el genio de los artistas, porque ellos, con sus obras, pueden alcanzar los aspectos más íntimos de la conciencia de hombres y mujeres de todas las edades. Para esto, aquí presentes, mis gracias y mi aliento avanzan en su trabajo, para iluminar en cada corazón la calidez y la ternura de la Navidad. ¡Gracias y buen concierto!