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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS PARTICIPANTES EN LA CONFERENCIA INTERNACIONAL SOBRE LA TRATA DE PERSONAS, ORGANIZADA POR LA SECCIÓN MIGRANTES Y REFUGIADOS DEL DICASTERIO PARA EL SERVICIO DEL DESARROLLO HUMANO INTEGRAL

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! Gracias por haberme invitado al final de vuestro congreso dedicado a la actuación de las Orientaciones pastorales sobre la trata de personas, publicadas por la Sección de Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, por mí aprobadas. Doy las gracias al P. Michael Czerny por las palabras que me ha dirigido en nombre de todos los participantes. «Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia» (Jn 10,10). En esta frase del Evangelio de Juan se resume la misión de Jesucristo: ofrecer a todos los hombres y mujeres de todas las edades la vida en plenitud, de acuerdo con el plan del Padre. El Hijo de Dios se hizo hombre para indicar a todos los seres humanos el camino de la realización de su humanidad, de conformidad con el carácter único e irrepetible de cada uno. Desafortunadamente, el mundo actual se caracteriza tristemente por situaciones que dificultan el cumplimiento de esta misión. Como demuestran las Orientaciones pastorales sobre la trata de personas, «nuestra época ha sido testigo de un incremento del individualismo y el egocentrismo, actitudes que tienden a considerar a los demás desde una perspectiva puramente utilitaria, atribuyéndoles un valor que se determina según criterios de conveniencia y beneficio personal» (n. 17). Se trata esencialmente de esa tendencia a la mercantilización del otro, que he denunciado repetidamente[1]. (1) La trata de seres humanos es una de las manifestaciones más dramáticas de esta mercantilización. En sus múltiples formas, constituye una llaga «en el cuerpo de la humanidad contemporánea»[2], una llaga profunda en la humanidad de quienes la padecen y de quienes la llevan a cabo. La trata, en efecto, desfigura la humanidad de la víctima, ofendiendo su libertad y su dignidad. Pero, al mismo tiempo, deshumaniza a quienes la llevan a cabo, negándoles el acceso a la “vida en abundancia”. La trata, en fin, daña gravemente a la humanidad en su conjunto, destrozando a la familia humana y también el Cuerpo de Cristo. La trata, como decíamos, constituye una violación injustificable de la libertad y la dignidad de las víctimas, dimensiones constitutivas del ser humano deseado y creado por Dios, por lo que debe considerarse un crimen de lesa humanidad[3]. Y esto sin dudar. La misma gravedad, por analogía, debe atribuirse a todos los vilipendios de la libertad y la dignidad de todo ser humano, ya sea un compatriota o un extranjero. Los que se manchan de este crimen causan daños no solo a los demás, sino también a ellos mismos. Efectivamente, cada uno de nosotros está creado para amar y cuidar a los demás, y esto llega al culmen en el don de sí: «Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos» (Jn 15, 13). En la relación que establecemos con los demás, nos jugamos nuestra humanidad, acercándonos o alejándonos del modelo de ser humano deseado por Dios Padre y revelado en el Hijo encarnado. Por lo tanto, toda elección contraria a la realización del proyecto de Dios sobre nosotros es una traición a nuestra humanidad y una renuncia a la “vida en abundancia” ofrecida por Jesucristo. Es bajar los peldaños de la escalera, volverse animales. Todas las acciones que se proponen restaurar y promover nuestra humanidad y la de los demás están en línea con la misión de la Iglesia, como una continuación de la misión salvadora de Jesucristo. Y esta dimensión misionera es evidente en la lucha contra todas las formas de trata y en el compromiso encaminado a la redención de los sobrevivientes; una lucha y un compromiso que también tienen efectos beneficiosos en nuestra propia humanidad, abriendo el camino a la plenitud de la vida, el fin último de nuestra existencia. Vuestra presencia, queridos hermanos y hermanas, es un signo tangible del compromiso que muchas Iglesias locales han asumido generosamente en este campo pastoral. Son dignas de admiración las numerosas iniciativas que desempeñáis en la línea del frente para prevenir el tráfico, proteger a los sobrevivientes y perseguir a los culpables. Siento que debo expresar un agradecimiento especial a las numerosas congregaciones religiosas que obran y continúan obrando ―también en red, entre ellas― como “vanguardias” de la acción misionera de la Iglesia contra todas las formas de trata. Mucho se ha hecho y se está haciendo, pero queda mucho por hacer. Ante un fenómeno tan complejo como oscuro, como la trata de seres humanos, es esencial asegurar la coordinación de las diversas iniciativas pastorales, tanto a nivel local como internacional. Las estructuras de las Iglesias locales, las congregaciones religiosas y las organizaciones católicas están llamadas a compartir experiencias y conocimientos y a unir sus fuerzas en una acción sinérgica que concierna a los países de origen, tránsito y destino de las personas objeto de trata. Para que su acción sea más adecuada y eficaz la Iglesia debe saber cómo recurrir a la ayuda de otros actores políticos y sociales. La estipulación de colaboraciones estructuradas con instituciones y otras organizaciones de la sociedad civil garantizará resultados más incisivos y duraderos. Os agradezco de todo corazón lo que hacéis en nombre de muchos de nuestros hermanos y hermanas, víctimas inocentes de la mercantilización de la persona humana, digamos la palabra sin vergüenza, “mercantilización de la persona humana”. Tenemos que decirla y subrayarla porque es la verdad. Os animo a perseverar en esta misión, a menudo arriesgada y anónima. Arriesgada también para los laicos, mucho, pero también para los religiosos. ¡Es arriesgada dentro de la congregación porque te miran mal! Las monjas dicen que sí. Es arriesgada, pero hay que seguir adelante. Es anónima pero precisamente por eso, prueba irrefutable de vuestra gratuidad A través de la intercesión de Santa Josefina Bakhita, reducida a la esclavitud de niña, vendida y comprada, pero luego liberada y “florecida” en plenitud como hija de Dios, rezo por vosotros, invoco abundantes bendiciones para todos vosotros y para aquellos que están comprometidos en la lucha contra la trata. Os aseguro mi recuerdo en la oración. Rezo por vosotros Y por favor, vosotros, no os olvidéis de rezar por mí.

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RETIRO ESPIRITUAL DE LOS LÍDERES DE SUDÁN DEL SUR DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO

Mis pensamientos se dirigen principalmente a las personas que han perdido a sus seres queridos y sus hogares, a las familias que se han separado y nunca se han vuelto a encontrar, a todos los niños y ancianos, a las mujeres y a los hombres que sufren terriblemente por causa de los conflictos y de la violencia que ha sembrado la muerte, el hambre, el dolor y las lágrimas. Hemos escuchado con fuerza ese grito de los pobres y de los necesitados que penetra en los cielos hasta el corazón de Dios Padre, que quiere hacerles justicia y darles la paz. Pienso muy a menudo en estas almas que sufren e imploro que el fuego de la guerra se apague de una vez por todas, que puedan regresar a sus hogares y vivir con serenidad. Suplico a Dios todopoderoso que llegue la paz a vuestra tierra, y también me dirijo a los hombres de buena voluntad para que llegue la paz a vuestro pueblo.

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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS PROFESORES Y ESTUDIANTES DEL «COLLEGIO SAN CARLO» DE MILÁN

[Silvia Perucca, profesora] Buenos días, Santo Padre, mi nombre es Silvia y enseño en la escuela secundaria clásica del Colegio San Carlos desde hace 13 años. Nosotros, los maestros de todas las órdenes escolares, enfrentamos desafíos educativos cada vez mayores a diario. De hecho, vivimos en una sociedad multiétnica y multicultural, proyectada hacia el futuro y que ofrece constantemente oportunidades de encuentro y confrontación con diferentes personas, herramientas y métodos educativos, solo piense en la tecnología y las oportunidades que ofrece, pero también los riesgos inevitables que conlleva. Como educadores, queremos enseñar a nuestros estudiantes una forma de aprovechar al máximo estas oportunidades abriéndonos a los demás sin temer ningún contraste, gracias a la conciencia de que esto no significa perder la identidad, sino enriquecerla. Por lo tanto, hoy nos gustaría preguntarle cómo podemos transmitir mejor a nuestros estudiantes los valores arraigados en la cultura cristiana y, al mismo tiempo, cómo podemos reconciliarlos con la necesidad cada vez más ineludible de educar para la confrontación y el encuentro con otras culturas. Gracias. Respuesta Gracias a ti. Empiezo desde la última parte de la pregunta y luego vuelvo a subir: «¿Cómo podemos reconciliarlos con la necesidad cada vez más inevitable de educar para la confrontación y el encuentro» y «¿Cómo podemos transmitir mejor a nuestros estudiantes los valores enraizados en la cultura cristiana?» La palabra clave aquí es arraigada. Y para tener raíces, se necesitan dos cosas: la consistencia, que es la tierra, un árbol tiene raíces porque tiene tierra, y la memoria. Según los analistas, los académicos, siguiendo la escuela Bauman, el mal de hoy es la liquidez. El último libro de Bauman se llama Nacidos líquidos y dice que los jóvenes nacen líquidos, sin consistencia. Pero la traducción alemana, y esto es una curiosidad, en lugar de decir «nacido líquido» dice «desarraigado». La liquidez se produce cuando no uno no es capaz de encontrar su identidad, es decir, sus raíces, porque no puede ir más lejos con la memoria y confrontarse con su historia, con la historia de su gente, con la historia de la gente. La humanidad, con la historia del cristianismo: ¡esos son los valores! Esto no significa que tenga que cerrar el presente y cubrirme con el pasado y permanecer allí por miedo. No: esto es pusilanimidad… Pero tienes que ir a las raíces, tomar el jugo de las raíces y continuar con el crecimiento. La juventud no puede avanzar a menos que esté arraigada. Los valores son raíces, pero con esto debes crecer. Riega esas raíces con tu trabajo, con la confrontación con la realidad, pero crece con la memoria de las raíces. Por este motivo, aconsejo hablar con los ancianos: defiendo mi categoría, pero debemos hablar con los ancianos, porque ellos son la memoria de un pueblo, de la familia, de la historia. «Sí, pero hablo con papá y mamá». Esto es bueno, pero la generación intermedia no es tan capaz, hoy en día, de transmitir valores, raíces como los ancianos. Recuerdo en la otra diócesis, cuando a veces les decía a los niños: «¿Vamos a hacer algo? ¿Vamos a esta casa de retiro a tocar la guitarra para ayudar a los ancianos?» —«Padre, qué aburrimiento…» — «Vayamos un poco…» Los jóvenes fueron allí, comenzaron con la guitarra, y los ancianos que estaban dormidos comenzaron a despertarse, a hacer preguntas: los jóvenes a los viejos, los viejos a los jóvenes. Al final no querían irse. ¿Pero cuál era el encanto de los ancianos? ¡Las raíces! Porque los ancianos les hicieron vivir los valores de su historia, de su personalidad, valores que prometen seguir adelante. Esta es la razón por la que los valores arraigados son importantes: uso su palabra: es muy importante. Entonces, una segunda cosa es la propia identidad. No podemos hacer una cultura de diálogo si no tenemos identidad, porque el diálogo sería como el agua que desaparece. Yo con mi identidad dialogo contigo que tienes tu identidad, y ambos avanzamos. Pero es importante ser consciente de mi identidad y saber quién soy y que soy diferente de los demás. Hay personas que no saben cuál es su identidad y viven a la moda; no tienen luz interior: viven de fuegos artificiales que duran cinco minutos y luego terminan. Conoce tu identidad. Esto es muy importante. ¿Por qué tuviste esta reacción o la otra? «Por qué soy tan…»: conocer la identidad, tu historia, tu pertenencia a un pueblo. No somos hongos, nacidos solos: somos personas nacidas en la familia, en un pueblo y muchas veces esta cultura líquida nos hace olvidar la pertenencia a un pueblo. Una crítica que haría es la falta de patriotismo. El patriotismo no es solo cantar el himno nacional o rendir homenaje a la bandera: el patriotismo es la pertenencia a una tierra, a una historia, a una cultura… y esto es identidad. Identidad significa pertenencia. No puedes tener identidad sin pertenecer. Si quiero saber quién soy, me pregunto: «¿A quién pertenezco?» Y lo tercero: al principio hablaste de una sociedad multiétnica y multicultural. ¡Demos gracias a Dios por esto! Agradecemos a Dios, porque el diálogo entre culturas, entre personas, entre grupos étnicos es rico… Una vez escuché a un hombre, un hombre de familia, que estaba feliz cuando sus hijos jugaban con los niños de otras personas, con otra cultura… gente que quizás subestimamos e incluso despreciamos, pero ¿por qué? ¿Quizás tus hijos no crecerán puros en tu raza? «Padre, ¿qué hay más puro que el agua destilada?», me dijo un hombre una vez. «Pero para mí… no siento el sabor del agua destilada… no la necesito para calmar mi sed». El agua de la vida, de esta multiétnica, de este multiculturalismo. No tengáis miedo. Y aquí toco una llaga: no tengáis miedo de los migrantes. Los migrantes son quienes nos traen riquezas, siempre. ¡Europa también la han hecho los migrantes! Los bárbaros, los celtas… todos estos que vinieron del norte y trajeron culturas, Europa ha crecido así, con el contraste de culturas. Pero hoy, tened cuidado con esto: hoy existe la tentación de hacer una cultura de muros, de levantar muros, muros en el corazón, muros en la tierra para evitar este encuentro con otras culturas, con otras personas. Y cualquiera que levante un muro, quien construya un muro, terminará siendo un esclavo dentro de los muros que ha construido, sin horizontes. Porque le falta esta alteridad. «Pero, padre, ¿debemos acoger a todos los migrantes?» El corazón abierto para acoger, en primer lugar. Si tengo un corazón racista, necesito examinar por qué y convertirme. Segundo: los migrantes deben ser acogidos, acompañados, integrados; que tomen nuestros valores y nosotros los conozcamos, el intercambio de valores. Pero para integrar, los gobernantes deben hacer cálculos: «Pero mi país tiene la capacidad de integrar solo esto». Habla con otros países y busca soluciones juntos. Esta es la belleza de la generosidad humana: dar la bienvenida para enriquecerse. Más rico en cultura, más rico en crecimiento. Pero levantar muros es inútil. Hace poco mencioné esa hermosa frase de Ivo Andrić en la novela El puente sobre el río Drina, cuando habla de puentes y dice que los puentes son una cosa tan inefable y tan grande que son ángeles, no son cosas humanas. Así dice: «Dios hace los puentes con las alas de los ángeles para que los hombres puedan comunicarse». La grandeza de construir puentes con las personas es para la comunicación, y nosotros crecemos con la comunicación. Por el contrario, encerrarnos en nosotros nos lleva a no comunicarnos, a ser «agua destilada», sin fuerza. Por eso os digo: enseñad a los jóvenes, ayudad a los jóvenes a crecer en la cultura del encuentro, capaces de conocer a diferentes personas, las diferencias y a crecer con diferencias: así se crece, con confrontación, con una buena confrontación. Hay otra cosa, subyacente a lo que dices: hoy en nuestro mundo occidental ha crecido mucho otra cultura: la cultura de la indiferencia. El indiferentismo que viene de un relativismo: lo mío es mío, punto; y la abolición de toda certeza. La cultura de la indiferencia es una cultura no creativa que no te deja crecer; en cambio, la cultura siempre debe estar interesada en los valores, en las historias de otros. Y esta cultura de la indiferencia tiende a apagar a la persona como ser autónomo y pensante, a someterla y ahogarla. Tened cuidado con esta cultura de la indiferencia. De ahí derivan el fundamentalismo, los fundamentalismos y el espíritu sectario. Tenemos que pensar más o menos: una cultura abierta, que nos permita ver al extranjero, al migrante, a la pertenencia a otra cultura como un sujeto a escuchar, considerar y apreciar. Gracias.

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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS PARTICIPANTES EN UNA CONFERENCIA SOBRE EL TEMA «LAS RELIGIONES Y LOS OBJETIVOS DE DESARROLLO SOSTENIBLE»

[…] Os doy la bienvenida a todos vosotros aquí convocados para esta Conferencia Internacional sobre las religiones y los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Sostenibilidad e inclusión Cuando hablamos de sostenibilidad, no podemos pasar por alto la importancia de la inclusión y la de la escucha de todas las voces, especialmente de aquellas normalmente marginadas en este tipo de discusión, como las de los pobres, los migrantes, los indígenas y los jóvenes. Me alegra ver a una variedad de participantes en esta conferencia, portadores de una multiplicidad de voces, de opiniones y propuestas, que pueden contribuir a nuevos itinerarios de desarrollo constructivo. Es importante que la implementación de los objetivos de desarrollo sostenible siga su verdadera naturaleza original que es la de ser inclusiva y participativa. […]

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CELEBRACIÓN DE LA SANTA MISA PARA LOS PARTICIPANTES EN EL ENCUENTRO “LIBRES DEL MIEDO” HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO

[…]Ante la maldad y la fealdad de nuestro tiempo, nosotros también, como el pueblo de Israel, tenemos la tentación de abandonar nuestro sueño de libertad. Sentimos miedo legítimo ante situaciones que nos parecen sin salida. Y las palabras humanas de un condottiere o profeta no son suficientes para tranquilizarnos, cuando dejamos de sentir la presencia de Dios y no podemos abandonarnos a su providencia. Así, nos cerramos en nosotros mismos, en nuestras frágiles certezas humanas, en el círculo de seres queridos, en nuestra rutina tranquilizadora. Y al final renunciamos al viaje a la tierra prometida para regresar a la esclavitud de Egipto. Esto se enciende a sí mismo, un signo de derrota, aumenta nuestro temor a los «otros», lo desconocido, los marginados, los extranjeros, que también son los privilegiados del Señor, como leemos en Mateo 25. Y esto es particularmente notable hoy en día. frente a la llegada de migrantes y refugiados que llaman a nuestra puerta en busca de protección, seguridad y un futuro mejor. Es cierto que el miedo es legítimo, también porque falta la preparación para esta reunión. Lo dije el año pasado, con motivo del Día Mundial de los Migrantes y Refugiados: «No es fácil entrar en la cultura de los demás, ponerse en la piel de personas tan diferentes a nosotros, entender sus pensamientos y experiencias. Y así, a menudo, renunciamos al encuentro con el otro y levantamos barreras para defendernos ». Renunciar a una reunión no es humano. En cambio, estamos llamados a superar el miedo a abrirnos a la reunión. Y para hacer esto, las justificaciones racionales y los cálculos estadísticos no son suficientes. Moisés le dice a la gente frente al Mar Rojo, con un enemigo feroz que lo presiona sobre su espalda: «No tengas miedo», porque el Señor no abandona a su gente, sino que actúa misteriosamente en la historia para realizar su plan de salvación. Moisés habla tan simplemente porque confía en Dios. El encuentro con el otro, entonces, es también un encuentro con Cristo. Él mismo nos lo dijo. Él es quien llama a nuestra puerta, hambriento, sediento, desconocido, desnudo, enfermo, en la cárcel, pidiendo ser recibido y asistido. Y si todavía tenemos algunas dudas, he aquí su clara palabra: «De cierto os digo, todo lo que le habéis hecho a uno de estos mis hermanitos, a mí me lo hicieron» (Mt 25,40). El aliento del Maestro a sus discípulos también se puede entender en este sentido: «Valor, soy yo, no tengas miedo» (Mt 14, 27). Realmente es Él, incluso si a nuestros ojos les resulta difícil reconocerlo: con la ropa rota, con los pies sucios, la cara deformada, el cuerpo herido, incapaz de hablar nuestro idioma … También nosotros, como Pedro, podemos sentirnos tentados a hacerlo. Pon a prueba a Jesús y pídele una señal. Y tal vez, después de unos pocos pasos vacilantes hacia Él, seguir siendo víctimas de nuestros temores nuevamente. ¡Pero el Señor no nos abandona! Incluso si somos hombres y mujeres «de poca fe», Cristo continúa extendiendo su mano para salvarnos y permitir el encuentro con él, un encuentro que nos salva y nos devuelve la alegría de ser sus discípulos. Si esta es una clave válida para comprender nuestra historia hoy, entonces deberíamos comenzar a agradecer a quienes nos brindan la oportunidad de esta reunión, es decir, a los «otros» que llaman a nuestras puertas, ofreciéndonos la oportunidad de superar nuestros temores para enfrentarnos. , da la bienvenida y ayuda a Jesús en persona. Y aquellos que han tenido la fuerza de liberarse del miedo, los que han experimentado la alegría de esta reunión están llamados hoy a anunciarlo en los techos, abiertamente, para ayudar a otros a hacer lo mismo, preparándose para encontrar a Cristo y su salvación. Hermanos y hermanas, esta es una gracia que conlleva una misión, el fruto de la completa entrega al Señor, que es para nosotros la única certeza verdadera. Por esta razón, como individuos y como comunidad, estamos llamados a hacer nuestra la oración de los redimidos: «Mi fortaleza y mi canto es el Señor, él fue mi salvación» (Ex 15: 2).[…]

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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS MISIONEROS DE ÁFRICA (PADRES BLANCOS) Y A LAS MISIONERAS DE NUESTRA SEÑORA DE ÁFRICA (HERMANAS BLANCAS)

[…] El Espíritu Santo os hace puentes constructores entre los hombres. Donde el Señor lo ha enviado, usted puede ayudar a desarrollar una cultura de encuentro, estar al servicio de un diálogo que, al mismo tiempo que respeta las diferencias, sabe cómo extraer riqueza de la diversidad de los demás. Y le agradezco en particular por el trabajo que ya ha hecho a favor del diálogo con el Islam, con los hermanos y hermanas musulmanes. Con el estilo y la simplicidad de su estilo de vida, también manifiesta la necesidad de cuidar nuestra casa común, la tierra. Finalmente, a raíz del cardenal Lavigerie, están llamados a sembrar la esperanza, luchando contra todas las formas de esclavitud actuales; Haciéndoles vecinos de los pequeños y de los pobres, de quienes esperan, en las periferias de nuestras sociedades, para ser reconocidos en su dignidad, para ser bienvenidos, protegidos, criados, acompañados, promovidos e integrados. […]

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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS MIEMBROS DE LA FUNDACIÓN GALILEO

[…] Queridos amigos: Un cordial saludo a vosotros, fideicomisarios y benefactores de la Galileo Foundation y con mucho gusto aprovecho esta oportunidad para expresar mi agradecimiento por vuestro generoso compromiso con la misión pastoral de la Iglesia. Vuestro patrocinio de una amplia variedad de proyectos muestra de alguna manera la universalidad de la Iglesia misma. Como fieles laicos, según las formas de secuela del Señor propias de las vocaciones y responsabilidades específicas de cada uno, desempeñáis un papel valioso dando a conocer el mensaje salvífico del Evangelio a las personas de nuestro tiempo, especialmente a nuestros hermanos y hermanas más vulnerables. Os animo a proseguir ofreciendo con generosidad un testimonio tan importante. Quisiera subrayar especialmente vuestra contribución a la sensibilización sobre la situación de las personas que sufren pobreza y explotación, especialmente de los que son presa de la trata de seres humanos. Es una tarea urgente y esencial para los cristianos de hoy. Y ciertamente no es una coincidencia que nos encontremos en la fiesta de Santa Josefina Bakhita, patrona de las víctimas de la trata de seres humanos. Ella conoció por su dolorosa experiencia personal la realidad de la esclavitud y sus consecuencias violentas y humillantes. Y sin embargo, por la gracia de Dios, llegó a conocer la verdadera libertad y la verdadera alegría. Su santidad de vida es un llamado no solo a enfrentar con mayor determinación las formas modernas de esclavitud, que son una herida abierta en el cuerpo de la sociedad, una llaga en la carne de Cristo y un crimen contra la humanidad (cf. Discurso a los participantes en la Conferencia internacional sobre la trata de personas, 10 de abril de 2014), sino también aprender de su gran ejemplo. ¿Qué nos dice? Ella nos enseña cómo dedicarnos a los pobres con ternura, delicadeza y compasión. Queridos amigos, en los proyectos y actividades que estáis preparando, os sostenga un arraigo cada vez más profundo en la oración, la intercesión de Santa Josefina Bakhita y la fuerza que solo el Espíritu Santo puede dar. Y mientras servía al Señor, invoco de Él sobre vosotros y vuestras familias bendiciones de gozo y paz. Os agradezco vuestras oraciones y os pido, por favor, que sigáis rezando por mí. Gracias. […]

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PAPA FRANCISCO AUDIENCIA GENERAL

APELACIÓN El sábado pasado, cerca del archipiélago de las Bahamas, se hundió un barco que transportaba a decenas de migrantes de Haití y en busca de esperanza y un futuro pacífico. Mis pensamientos afectuosos se dirigen a las familias que intentan con el dolor, así como a los haitianos afectados por esta nueva tragedia. Los invito a unirse a mi oración por aquellos que han desaparecido dramáticamente y por los heridos.

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VIAJE APOSTÓLICO DE SU SANTIDAD FRANCISCO A LOS EMIRATOS ÁRABES UNIDOS (3-5 DE FEBRERO DE 2019) ENCUENTRO INTERRELIGIOSO DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO

[…] El punto de partida es reconocer que Dios está en el origen de la familia humana. Él, que es el Creador de todo y de todos, quiere que vivamos como hermanos y hermanas, habitando en la casa común de la creación que él nos ha dado. Aquí, en las raíces de nuestra humanidad común, se fundamenta la fraternidad como una «vocación contenida en el plan creador de Dios»[1]. Nos dice que todos tenemos la misma dignidad y que nadie puede ser amo o esclavo de los demás. No se puede honrar al Creador sin preservar el carácter sagrado de toda persona y de cada vida humana: todos son igualmente valiosos a los ojos de Dios. Porque él no mira a la familia humana con una mirada de preferencia que excluye, sino con una mirada benevolente que incluye. Por lo tanto, reconocer los mismos derechos a todo ser humano es glorificar el nombre de Dios en la tierra. Por lo tanto, en el nombre de Dios Creador, hay que condenar sin vacilación toda forma de violencia, porque usar el nombre de Dios para justificar el odio y la violencia contra el hermano es una grave profanación. No hay violencia que encuentre justificación en la religión. El enemigo de la fraternidad es el individualismo, que se traduce en la voluntad de afirmarse a sí mismo y al propio grupo por encima de los demás. Es una insidia que amenaza a todos los aspectos de la vida, incluso la prerrogativa más alta e innata del hombre, es decir, la apertura a la trascendencia y a la religiosidad. La verdadera religiosidad consiste en amar a Dios con todo nuestro corazón y al prójimo como a nosotros mismos. Por lo tanto, la conducta religiosa debe ser purificada continuamente de la tentación recurrente de juzgar a los demás como enemigos y adversarios. Todo credo está llamado a superar la brecha entre amigos y enemigos, para asumir la perspectiva del Cielo, que abraza a los hombres sin privilegios ni discriminaciones. Por eso, quisiera expresar mi aprecio por el compromiso con que este país tolera y garantiza la libertad de culto, oponiéndose al extremismo y al odio. De esta manera, al mismo tiempo que se promueve la libertad fundamental de profesar la propia fe, que es una exigencia intrínseca para la realización del hombre, también se vigila para que la religión no sea instrumentalizada y corra el peligro, al admitir la violencia y el terrorismo, de negarse a sí misma. […]

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PAPA FRANCISCO AUDIENCIA GENERAL

[…] En el Vía Crucis se aprende el amor naciente, silencioso y concreto. En Panamá los jóvenes han llevado con Jesús y María el peso de la condición de tantos hermanos y hermanas sufrientes en América Central y en el mundo entero. Entre estos están tantos jóvenes víctimas de diversas formas de esclavitud y pobreza. […]