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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A UNA DELEGACIÓN DEL PROYECTO EUROPEO «SNAPSHOTS FROM THE BORDERS» ACOMPAÑADOS POR EL ALCALDE DE LAMPEDUSA Y LINOSA

Queridas hermanas y hermanos,
Doy la bienvenida a los que os habéis unido al proyecto “Snapshots from the
borders”. Agradezco al Sr. Salvatore Martello, alcalde de Lampedusa y Linosa, las
palabras que me ha dirigido en nombre de todos. Y os doy las gracias también
por esta bella cruz, tan significativa, que habéis traído. Gracias.
El vuestro es un proyecto con visión de futuro. Su objetivo es promover una
comprensión más profunda de la migración para permitir a las sociedades
europeas dar una respuesta más humana y coordinada a los retos de las
migraciones contemporáneas. La red de autoridades locales y organizaciones de
la sociedad civil que surgió de este proyecto aspira a contribuir positivamente al
desarrollo de políticas de migración que respondan a este propósito.
El escenario actual de la migración es complejo y a menudo tiene consecuencias
dramáticas. Es necesario estudiar y comprender mejor las interdependencias
mundiales que determinan las corrientes migratorias. Los retos son muchos e
interpelan a todos. Ninguno puede permanecer indiferente ante las tragedias
humanas que se consuman en las diferentes regiones del mundo. Entre ellas,
nos interpelan con frecuencia las que tienen como teatro al Mediterráneo, un
mar de frontera, pero también de encuentro de culturas.
En febrero pasado, durante el encuentro —muy positivo— con los obispos del
Mediterráneo, en Bari, recordé cómo «Entre los que más sufren en el área del
Mediterráneo, están los que huyen de la guerra o dejan su tierra en busca de
una vida humana digna. […] Somos conscientes de que en diferentes contextos
sociales existe un sentido de indiferencia e incluso de rechazo[…]. La comunidad
internacional se ha quedado en intervenciones militares, mientras que debería
construir instituciones que garanticen la igualdad de oportunidades y lugares
donde los ciudadanos tengan la posibilidad de asumir el bien común[…]. Al
mismo tiempo, no aceptemos nunca que quien busca la esperanza cruzando el
mar muera sin recibir ayuda […]. Por supuesto, la hospitalidad y la integración
digna son etapas de un proceso difícil; sin embargo, es impensable poder
enfrentarlo levantando muros» (Discurso, 23 de febrero de 2020).
Frente a estos desafíos, es evidente que la solidaridad concreta y la
responsabilidad compartida, tanto a nivel nacional como internacional, son
indispensables. «La pandemia actual ha puesto de relieve nuestra
interdependencia: todos estamos vinculados, los unos con los otros, tanto en el
bien como en el mal». (Audiencia General, 2 de septiembre de 2020). Debemos
actuar juntos, no solos.
También es fundamental cambiar la forma de ver y de contar la migración: se
trata de poner en el centro a las personas, los rostros y las historias. De ahí la
importancia de los proyectos como el vuestro, que tratan de proponer
planteamientos diversos inspirados en la cultura del encuentro que es el camino
hacia un nuevo humanismo. Y cuando digo “nuevo humanismo” no lo digo sólo
como una filosofía de vida, sino también como una espiritualidad, como un estilo
de comportamiento.
Los habitantes de las ciudades y de los territorios de frontera — las sociedades,
las comunidades, las Iglesias — están llamados a ser los primeros actores de
este cambio de rumbo, gracias a las continuas oportunidades de encuentro que
les ofrece la historia. Las fronteras, que siempre se han considerado como
barreras de división, pueden convertirse, en cambio, en “ventanas”, espacios de
conocimiento mutuo, de enriquecimiento recíproco, de comunión en la
diversidad; pueden convertirse en lugares en los que se experimentan modelos
para superar las dificultades que los nuevos arribos suponen para las
comunidades autóctonas.
Os animo a seguir trabajando juntos por la cultura del encuentro y la solidaridad.
Que el Señor bendiga vuestros esfuerzos y que la Virgen os proteja así como a
las personas para las que trabajáis. Rezo po vosotros, y vosotros, por favor, no
os olvidéis de rezar por mí. Que el Señor os bendiga a todos, a vuestro trabajo y
vuestros esfuerzos para ir adelante en este sentido. Gracias.

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PAPA FRANCISCO AUDIENCIA GENERAL

[…] La desigualdad social y el degrado ambiental van de la mano y tienen la
misma raíz (cfr. Enc. Laudato si’ , 101): la del pecado de querer poseer, de
querer dominar a los hermanos y las hermanas, de querer poseer y dominar la
naturaleza y al mismo Dios. Pero este no es el diseño de la creación. […]
[…] Cuando la obsesión por poseer y dominar excluye a millones de personas de
los bienes primarios; cuando la desigualdad económica y tecnológica es tal que
lacera el tejido social; y cuando la dependencia de un progreso material ilimitado
amenaza la casa común, entonces no podemos quedarnos mirando. No, esto es
desolador. ¡No podemos quedarnos mirando! Con la mirada fija en Jesús (cfr.
Heb 12, 2) y con la certeza de que su amor obra mediante la comunidad de sus
discípulos, debemos actuar todos juntos, en la esperanza de generar algo
diferente y mejor. La esperanza cristiana, enraizada en Dios, es nuestra ancla.
Ella sostiene la voluntad de compartir, reforzando nuestra misión como discípulos
de Cristo, que ha compartido todo con nosotros. […]
[…] Y para finalizar, pensemos en los niños. Leed las estadísticas: cuántos niños,
hoy, mueren de hambre por una no buena distribución de las riquezas, por un
sistema económico como he dicho antes; y cuántos niños, hoy, no tienen
derecho a la escuela, por el mismo motivo. Que esta imagen, de los niños
necesitados por hambre y por falta de educación, nos ayude a entender que
después de esta crisis debemos salir mejores. Gracias. […]

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PAPA FRANCISCO ÁNGELUS

Después del Ángelus:
Queridos hermanos y hermanas,
Mañana, 24 de agosto, se cumplen 10 años de la masacre de setenta y dos
migrantes en San Fernando, Tamaulipas, en México. Eran personas de diferentes
países que buscaban una vida mejor. Expreso mi solidaridad a las familias de las
víctimas que todavía hoy invocan justicia y verdad sobre lo sucedido. El Señor
nos pedirá cuentas de todos los migrantes caídos en los viajes de la esperanza.
Han sido víctimas de la cultura del descarte. […]

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SANTA MISA EN EL 7º ANIVERSARIO DE LA VISITA A LAMPEDUSA HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO

El salmo responsorial de hoy nos invita a una búsqueda constante del rostro del
Señor: «Buscad continuamente el rostro del Señor. Recurrid al Señor y a su
poder, buscad continuamente su rostro» (Sal 104). Esta búsqueda constituye
una actitud fundamental en la vida del creyente, que ha entendido que el
objetivo final de la existencia es el encuentro con Dios.
La búsqueda del rostro de Dios es una garantía del éxito de nuestro viaje en este
mundo, que es un éxodo hacia la verdadera Tierra prometida, la Patria celestial.
El rostro de Dios es nuestra meta y también es nuestra estrella polar, que nos
permite no perder el camino.
El pueblo de Israel, descrito por el profeta Oseas en la primera lectura (cf.
10,1-3.7-8.12), en ese momento era un pueblo extraviado, que había perdido de
vista la Tierra prometida y deambulaba por el desierto de la iniquidad. La
prosperidad y la riqueza abundante habían alejado del Señor el corazón de los
israelitas y lo habían llenado de falsedad e injusticia.
Es un pecado del cual nosotros, cristianos de hoy, tampoco estamos exentos.
«La cultura del bienestar, que nos lleva a pensar en nosotros mismos, nos hace
insensibles al grito de los otros, nos hace vivir en pompas de jabón, que son
bonitas, pero no son nada, son la ilusión, ilusión de lo fútil, de lo provisional, que
lleva a la indiferencia hacia los otros, o mejor, lleva a la globalización de la
indiferencia» (Homilía en Lampedusa, 8 julio 2013).
La exhortación de Oseas nos llega hoy como una invitación renovada a la
conversión, a volver nuestros ojos al Señor para ver su rostro. El profeta dice:
«Sembrad con justicia, recoged con amor. Poned al trabajo un terreno virgen. Es
tiempo de consultar al Señor, hasta que venga y haga llover sobre vosotros la
justicia» (10,12).
La búsqueda del rostro de Dios está motivada por el anhelo de un encuentro con
el Señor, encuentro personal, un encuentro con su inmenso amor, con su poder
que salva. Los doce apóstoles, de quienes nos habla el Evangelio de hoy (cf. Mt
10,1-7), tuvieron la gracia de encontrarlo físicamente en Jesucristo, Hijo de Dios
encarnado. Él los llamó por su nombre, uno a uno —lo hemos escuchado—,
mirándolos a los ojos; y ellos contemplaron su rostro, escucharon su voz, vieron
sus prodigios. El encuentro personal con el Señor, un tiempo de gracia y
salvación, lleva a la misión. Jesús les exhortó: «Id y proclamad que ha llegado el
reino de los cielos» (v. 7). Encuentro y misión no se separan.
Este encuentro personal con Jesucristo también es posible para nosotros, que
somos los discípulos del tercer milenio. Cuando buscamos el rostro del Señor,
podemos reconocerlo en el rostro de los pobres, de los enfermos, de los
abandonados y de los extranjeros que Dios pone en nuestro camino. Y este
encuentro también se convierte para nosotros en un tiempo de gracia y
salvación, confiriéndonos la misma misión encomendada a los apóstoles.
Hoy se cumplen siete años, el séptimo aniversario de mi visita a Lampedusa. A
la luz de la Palabra de Dios, quisiera reiterar lo que dije a los participantes en el
encuentro “Libres del miedo”, en febrero del año pasado: «El encuentro con el
otro es también un encuentro con Cristo. Nos lo dijo Él mismo. Es Él quien llama
a nuestra puerta hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo y
encarcelado, pidiendo que lo encontremos y ayudemos, pidiendo poder
desembarcar. Y si todavía tuviéramos alguna duda, esta es su clara palabra: “En
verdad os digo, que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más
pequeños, a mí me lo hicisteis” (Mt 25,40)».
«Cuanto hicisteis…», para bien o para mal. Esta advertencia es hoy de gran
actualidad. Todos deberíamos tenerlo como punto fundamental en nuestro
examen de conciencia, el que hacemos todos los días. Pienso en Libia, en los
campos de detención, en los abusos y en la violencia que sufren los migrantes,
en los viajes de esperanza, en los rescates y en los rechazos. «Cuanto
hicisteis…, a mí me lo hicisteis».
Recuerdo ese día, hace siete años, justo en el sur de Europa, en esa isla…
Algunos me contaron sus propias historias, cuánto habían sufrido para llegar allí.
Y había intérpretes. Uno contaba cosas terribles en su idioma, y el intérprete
parecía traducir bien; pero aquel habló mucho y la traducción fue breve. “Bueno
—pensé— ese idioma da más vueltas para poder expresarse”. Cuando llegué a
casa por la tarde en la recepción, había una señora —descanse en paz, ha
fallecido—, que era hija de etíopes. Ella entendía el idioma y había visto el
encuentro a través de la televisión. Y me dijo esto: “Perdone, lo que le dijo el
traductor etíope ni siquiera es la cuarta parte de la tortura, del sufrimiento que
han experimentado”. Me dieron la versión “destilada”. Esto sucede hoy con Libia:
nos dan una versión “destilada”. La guerra es mala, lo sabemos, pero no os
imagináis el infierno que se vive allí, en esos campos de detención. Y esas
personas sólo vinieron con la esperanza de cruzar el mar.
Que la Virgen María, Solacium migrantium (Ayuda de los migrantes), nos haga
descubrir el rostro de su Hijo en todos los hermanos y hermanas obligados a
huir de su tierra por tantas injusticias que aún afligen a nuestro mundo.

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MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LA CONFERENCIA DE MEDIOS CATÓLICOS PATROCINADA POR LA ASOCIACIÓN DE PRENSA CATÓLICA

[…] Queridos amigos, invoco cordialmente sobre ustedes y sobre los trabajos de
su Conferencia la efusión de los dones del Espíritu Santo de sabiduría,
entendimiento y consejo. Solamente la mirada del Espíritu nos permite no cerrar
los ojos ante los que sufren y buscar el verdadero bien para todos. Solamente
con esa mirada podemos trabajar eficazmente para superar las enfermedades
del racismo, la injusticia y la indiferencia, que desfiguran el rostro de nuestra
común familia. Que, través de su dedicación y su trabajo diario, puedan ustedes
ayudar a los demás a contemplar las situaciones y las personas con los ojos del
Espíritu. Que cuando nuestro mundo hable apresuradamente con adjetivos y
adverbios, los comunicadores cristianos hablen con sustantivos que reconozcan y
presenten la silenciosa reivindicación de la verdad y promuevan la dignidad
humana. Que donde el mundo ve conflictos y divisiones, puedan ustedes mirar a
los pobres y a quienes sufren, y dar voz a las súplicas de nuestros hermanos y
hermanas necesitados de misericordia y comprensión. […]

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PAPA FRANCISCO ÁNGELUS

Después del Ángelus:
Queridos hermanos y hermanas,
ayer celebraron las Naciones Unidas el Día Mundial de los Refugiados. La crisis
que ha provocado el coronavirus ha puesto en relieve la necesidad de asegurar
la protección necesaria también a las personas refugiadas, para así garantizar su
dignidad y seguridad. Os invito a uniros a mi oración por un empeño renovado y
eficaz de todos en favor de la protección efectiva de cada ser humano, en
particular los que se han visto obligados a huir debido a situaciones de grave
peligro para ellos o sus familias. […]

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PAPA FRANCISCO ÁNGELUS

Después del Ángelus:
Queridos hermanos y hermanas,
Sigo con gran preocupación y también con dolor la dramática situación de Libia.
Ha estado presente en mis oraciones estos últimos días. Por favor, exhorto a los
organismos internacionales y a quienes tienen responsabilidades políticas y
militares a que reanuden con convicción y decisión la búsqueda de un camino
para poner fin a la violencia, que conduzca a la paz, la estabilidad y la unidad del
país. También rezo por los miles de migrantes, refugiados, solicitantes de asilo y
desplazados internos en Libia. La situación sanitaria ha agravado sus ya
precarias condiciones, haciéndolos más vulnerables a las formas de explotación
y violencia. Hay crueldad. Invito a la comunidad internacional, por favor, a que a
que de gran importancia su difícil situación, identificando vías y proporcionando
medios para proporcionarles la protección que necesitan, una condición digna y
un futuro de esperanza. Hermanos y hermanas, todos tenemos responsabilidad
en esto, nadie puede sentirse dispensado. Recemos todos por Libia en silencio.

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CARTA DEL SANTO PADRE FRANCISCO AL PRESIDENTE DE COLOMBIA CON OCASIÓN DEL DÍA MUNDIAL DEL MEDIO AMBIENTE

[…] Por último, los animo en esta tarea que han emprendido, para que sus
deliberaciones y conclusiones sean siempre a favor de la construcción de un
mundo cada vez más habitable y de una sociedad más humana, en la que todos
tengamos cabida y en la que nadie sobre. […]

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PAPA FRANCISCO AUDIENCIA GENERAL

[…] Cuando se escribió el gran relato bíblico de la Creación, el pueblo de Israel
no estaba atravesando días felices. Una potencia enemiga había ocupado su
tierra; muchos habían sido deportados, y se encontraban ahora esclavizados en
Mesopotamia. No había patria, ni templo, ni vida social y religiosa, nada.
Y sin embargo, partiendo precisamente de la gran historia de la Creación,
alguien comenzó a encontrar motivos para dar gracias, para alabar a Dios por la
existencia. La oración es la primera fuerza de la esperanza. Tú rezas y la
esperanza crece, avanza. Yo diría que la oración abre la puerta a la esperanza.
La esperanza está ahí, pero con mi oración le abro la puerta. Porque los hombres
de oración custodian las verdades basilares; son los que repiten, primero a sí
mismos y luego a todos los demás, que esta vida, a pesar de todas sus fatigas y
pruebas, a pesar de sus días difíciles, está llena de una gracia por la que
maravillarse. Y como tal, siempre debe ser defendida y protegida. […]

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ENCUENTRO CON UNA DELEGACIÓN DE PARTICIPANTES EN EL MEETING INTERNACIONAL DE ATLETISMO “WE RUN TOGETHER – SIMUL CURREBANT”

Queridas amigas y amigos deportistas,
mañana, 21 de mayo, habría tenido que celebrarse en Castel Porziano el
encuentro internacional de atletismo We Run Together – Simul Currebant. Los
campeones olímpicos habrían corrido —por primera vez— con atletas
paralímpicos, atletas con discapacidades mentales, y con refugiados, migrantes
y presos, que habrían sido también jueces de la carrera. Todos juntos y con igual
dignidad. Un testimonio concreto de cómo debería ser el deporte: un “puente”
que une a mujeres y hombres de diferentes religiones y culturas, promoviendo la
inclusión, la amistad, la solidaridad, la educación. O sea un “puente” de paz. […]