21 marzo 2022 | Mensaje

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO, FIRMADO POR EL CARDENAL SECRETARIO DE ESTADO PIETRO PAROLIN, CON MOTIVO DEL 9° FORO MUNDIAL DEL AGUA

En nombre del Papa Francisco, quisiera saludar cordialmente a todos los
participantes reunidos en el IX Foro Mundial del Agua, cuyo tema es La seguridad
del agua para la paz y el desarrollo. Es bueno subrayar la importancia de este tema,
dado que los desafíos actuales y futuros que le conciernen a nuestra humanidad
son numerosos.
Nuestro mundo está sediento de paz, de ese bien indivisible que requiere el
esfuerzo y la contribución constante de todos y que se basa sobre todo en la
satisfacción de las necesidades esenciales y vitales de cada ser humano.
Hoy en día, la seguridad del agua se ve amenazada por una serie de factores, como
la contaminación, los conflictos, el cambio climático y el mal uso de los recursos
naturales. El agua es, por tanto, un valioso activo para la paz. Por ello, no puede
considerarse simplemente como un bien privado, generador de beneficios
mercantiles y sujeto a las leyes del mercado.
Además, el derecho al agua potable y al saneamiento está estrechamente vinculado
al derecho a la vida, que está arraigado en la dignidad inalienable de la persona
humana y es una condición para el ejercicio de otros derechos humanos. El acceso
al agua y al saneamiento es de hecho un “derecho humano básico, fundamental y
universal, porque determina la sobrevivencia de las personas”. En consecuencia, el
mundo tiene “una grave deuda social con los pobres que no tienen acceso al agua
potable” (Francisco, Encíclica Laudato si’, n. 30), pero también con todos aquellos
para los que las fuentes tradicionales de agua potable han sido contaminadas hasta
el punto de hacerlas peligrosas, destruidas por las armas y convertidas en
inutilizables, o secadas como consecuencia de una mala gestión de los bosques.
En la actualidad, más de dos mil millones de personas carecen de acceso al agua
potable y/o al saneamiento. Piensen en todas las consecuencias prácticas que esto
puede tener, especialmente para los pacientes en los centros de salud, para las
mujeres que dan a luz, para los presos, los refugiados y los desplazados.
Hago un llamamiento a todos los dirigentes y gestores políticos y económicos, a las
distintas administraciones y a todos los que están en condiciones de dirigir la
investigación, la financiación, la educación y la explotación de los recursos naturales
y del agua en particular, para que se ocupen de servir dignamente al bien común,
con determinación, integridad y espíritu de cooperación (Cf. Discurso a los
participantes en el III Encuentro Mundial de Movimientos Populares, 5 de
noviembre de 2016).
También destacamos que “si se enfrenta la escasez de agua y se mejora su gestión,
especialmente por parte de las comunidades, se contribuirá a crear mayor cohesión
social y mayor solidaridad” (Aqua fons vitae, n. 26), a iniciar procesos (Cf.
Francisco, Exhortación apostólica Evangelii gaudium, n. 223) , a forjar vínculos. En
efecto, el agua es para nosotros un don de Dios y un patrimonio común cuyo
destino universal debe asegurarse para cada generación.
Además, es un hecho que “las aguas dulces, tanto superficiales como subterráneas,
son en gran medida transfronterizas […] Pensad por un momento si los países
colaboraran mayormente en el tema del agua en varias áreas del mundo respecto a
la situación actual, habría más paz […] En consecuencia, eficaces mecanismos de
cooperación transfronteriza del agua son una característica importante para la paz y
la prevención de conflictos armados” (Aqua fons vitae, n. 27). A este respecto,
¿cómo no pensar en el río Senegal, pero también en el Níger, el Nilo y otros grandes
ríos que atraviesan muchos países? En todas estas situaciones, el agua debe
convertirse en un símbolo de acogida y bendición, un motivo de encuentro y
colaboración que haga crecer la confianza mutua y la fraternidad.
Recordemos que “en el origen de lo que, en sentido cósmico, llamamos ‘naturaleza’,
hay ‘un designio de amor y de verdad’ [y que] el mundo no es producto de una
necesidad cualquiera, de un destino ciego o del azar” (Benedicto XVI, Mensaje para
la Jornada Mundial de la Paz 2010, n. 6). Gestionar el agua de forma sostenible y
con instituciones eficientes y solidarias es, por tanto, no sólo una contribución a la
paz; es también una forma de reconocer este don de la creación que se nos ha
confiado para que juntos lo cuidemos.
El Papa Francisco asegura que reza para que este Foro Mundial del Agua sea una
oportunidad para trabajar juntos por la realización del derecho al agua potable y al
saneamiento de todo ser humano, y que contribuya así a que el agua sea un
verdadero símbolo del diálogo compartido, constructivo y responsable a favor de
una paz duradera, que se construya sobre la confianza.
Cardenal Pietro Parolin
Secretario de Estado de Su Santidad