30 octubre 2015 | Mensaje

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LA TERCERA CONFERENCIA INTERNACIONAL DEL GRUPO SANTA MARTA [SAN LORENZO DE EL ESCORIAL, 30-31 OCTUBRE 2015]

[…] Por la otra, quiero mencionar también la reciente aprobación de la Agenda 2030, con los nuevos objetivos del desarrollo sostenible de la Organización de las Naciones Unidas, cuyo objetivo 8.7 recita: «Adoptar medidas inmediatas y eficaces para erradicar el trabajo forzoso, poner fin a las formas modernas de esclavitud y la trata de seres humanos y asegurar la prohibición y eliminación de las peores formas de trabajo infantil, incluidos el reclutamiento y la utilización de niños soldados, y, a más tardar en 2025, poner fin al trabajo infantil en todas sus formas».
Como he tenido oportunidad de afirmar justo antes de la unánime aprobación de dicha Agenda en mi discurso a la Organización de las Naciones Unidas en New York el 25 de septiembre del corriente: «El mundo reclama de todos los gobernantes una voluntad efectiva, práctica, constante, de pasos concretos y medidas inmediatas, para preservar y mejorar el ambiente natural y vencer cuanto antes el fenómeno de la exclusión social y económica, con sus tristes consecuencias de trata de seres humanos, comercio de órganos y tejidos humanos, explotación sexual de niños y niñas, trabajo esclavo, incluyendo la prostitución, tráfico de drogas y de armas, terrorismo y crimen internacional organizado. Es tal la magnitud de estas situaciones y el grado de vidas inocentes que va cobrando, que hemos de evitar toda tentación de caer en un nominalismo declaracionista con efecto tranquilizador en las conciencias. Debemos cuidar que nuestras instituciones sean realmente efectivas en la lucha contra todos estos flagelos».

Hoy los 193 estados que adhieren a la ONU tienen un nuevo imperativo moral para combatir la trata de personas, verdadero crimen contra la humanidad. La colaboración entre los Obispos y las autoridades civiles, cada uno según su propia misión y naturaleza con el fin de ir descubriendo las mejores prácticas para la realización de esta delicada tarea, es un paso decisivos para asegurarse que la voluntad de los gobiernos llegue a las víctimas de un modo directo e inmediato, constante, eficaz y concreto. Ustedes, autoridades eclesiásticas y civiles, están llamados a estar cerca de las víctimas y a acompañarlas en su camino de dignidad y libertad. Así lo deben sentir los muchos hermanos y hermanas que sufren de la trata humana. Hoy, queridos miembros del grupo Santa Marta, no están solos en esta delicada empresa, pueden contar con el sostén de los más iluminados Alcaldes y el de toda la comunidad internacional, dado el respectivo compromiso que ellos han contraído y firmado. Demos gracias a Dios.
Por mi parte, pido a Dios Todopoderoso que les dé la gracia de llevar adelante esta misión, tan delicada, tan humanitaria y tan cristiana, de curar las llagas abiertas y dolientes de la humanidad, que son también las llagas de Cristo. Les aseguro todo mi apoyo y mi oración, y el apoyo y las oraciones de los fieles de la Iglesia Católica. Con la ayuda de Dios y la colaboración de Ustedes este indispensable servicio del grupo de Santa Marta podrá liberar las víctimas de las nuevas esclavitudes, rehabilitar las y los cautivos y excluidos, desenmascarar a los traficantes y a los creadores del mercado, y rendir una asistencia eficaz a las ciudades y naciones; un servicio para el bien común y la promoción de la dignidad humana, que sepa actuar lo mejor de cada persona y de cada ciudadano. Que Dios los bendiga a todos.