[…] No podemos negar que demasiados intereses impiden las soluciones de los conflictos de hoy, y que las estrategias militares, económicas y geopolíticas cambian a las personas y los pueblos e imponen al dios dinero, el dios del poder. Al mismo tiempo, los esfuerzos humanitarios a menudo están condicionados por imposiciones comerciales e ideológicas.
Por esta razón, lo que se necesita hoy es un compromiso renovado para proteger a cada persona en su vida diaria y salvaguardar su dignidad y sus derechos humanos, su seguridad y sus necesidades integrales. Al mismo tiempo, es necesario preservar la libertad y la identidad cultural y social de los pueblos; sin que esto conduzca al cierre, sino que fomente la cooperación, el diálogo y, especialmente, la paz.
«No deje a nadie atrás» y «haga lo mejor» pídanos que no nos resignamos, que asumamos la responsabilidad de las decisiones y acciones que enfrentan las mismas víctimas. Primero, personalmente, luego juntos, coordinando las fuerzas y la acción en el respeto mutuo de las diferentes habilidades y áreas de competencia, no discriminando, sino aceptando. En otras palabras: no debe haber familia sin hogar, ningún refugiado sin hospitalidad, ninguna persona sin dignidad, ningún herido sin cuidado, ningún niño sin infancia, ningún joven, niño o niña, sin futuro, sin ancianos sin una vejez decente.
Que esta sea también una oportunidad para reconocer el trabajo de aquellos que sirven a otros y ayuda a aliviar el sufrimiento de las víctimas de la guerra y el desastre, de refugiados y refugiados, y cuida de la sociedad, especialmente a través de valientes decisiones de paz, respeto, rehabilitación y perdón. De esta forma, las vidas de las personas se salvan. […]