17 noviembre 2016 | Discurso del Santo Padre, Discursos

DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS PARTICIPANTES EN UNA CONFERENCIA DE LA UNIÓN INTERNACIONAL DE EMPRESARIOS CATÓLICOS (UNIAPAC)

Sala Regia

Señor Cardenal,
Señor Presidente de UNIAPAC,
Queridos amigos:

[…] Hay un segundo riesgo que debe ser asumido por los empresarios. El riesgo de la honestidad. La corrupción es la peor plaga social. Es la mentira de buscar el provecho personal o del propio grupo bajo las apariencias de un servicio a la sociedad. Es la destrucción del tejido social bajo las apariencias del cumplimiento de la ley. Es la ley de la selva disfrazada de aparente racionalidad social. Es el engaño y la explotación de los más débiles o menos informados. Es el más craso egoísmo, oculto detrás de una aparente generosidad. La corrupción está generada por la adoración del dinero y vuelve al corrupto, prisionero de esa misma adoración. La corrupción es un fraude a la democracia, y abre las puertas a otros males terribles como la droga, la prostitución y la trata de personas, la esclavitud, el comercio de órganos, el tráfico de armas, etc. La corrupción es hacerse seguidor del diablo, padre de la mentira. […]

Sobre la fraternidad, no puedo dejar de compartir con ustedes el tema de las emigraciones y de los refugiados, que oprime nuestros corazones. Hoy, las emigraciones y los desplazamientos de una multitud de personas en busca de protección se han convertido en un dramático problema humano. La Santa Sede y las Iglesias locales están haciendo esfuerzos extraordinarios para afrontar eficazmente las causas de esta situación, buscando la pacificación de las regiones y países en guerra y promoviendo el espíritu de acogida; pero no siempre se consigue todo lo que se desea. Les pido ayuda también a ustedes. Por una parte, traten de convencer a los gobiernos para que renuncien a cualquier tipo de actividad bélica. Como se dice en los ambientes de negocios: un «mal» acuerdo es siempre mejor que una «buena» pelea. Colaboren en crear fuentes de trabajo digno, estables y abundantes, tanto en los lugares de origen como en los de llegada y, en estos, tanto para la población local como para los inmigrantes. Hay que hacer que la inmigración siga siendo un factor importante de desarrollo. […]