Eminencia,
excelencia,
queridos hermanos y hermanas:
[…] Hace un año nos reunimos para reafirmar el compromiso de la Iglesia en esta crisis y para hacer juntos un llamamiento por la paz en Siria. Ahora nos encontramos de nuevo, para hacer un balance del trabajo realizado hasta la fecha y para renovar la voluntad de proseguir por este camino, con una colaboración aún más estrecha. Pero debemos reconocer, con gran dolor, que la crisis siria no se ha resuelto sino que, por el contrario, va adelante, y existe el riesgo de habituarse a ella: de olvidar a las víctimas diarias, los sufrimientos indecibles y los miles de refugiados, entre los cuales ancianos y niños que padecen, y a veces mueren, por el hambre y las enfermedades causadas por la guerra. Esta indiferencia hace mal. Una vez más debemos repetir el nombre de la enfermedad que nos hace tanto mal hoy en el mundo: la globalización de la indiferencia.[…]