Queridos hermanos obispos:
[…] Esa diaconía de la fraternidad, por una parte, pide la custodia y el refuerzo de las tradiciones culturales y de las raíces cristianas de la sociedad helénica y, por otra, pide apertura hacia los valores culturales y espirituales de los que son portadores los numerosos inmigrantes, con espíritu de sincera acogida hacia estos hermanos y hermanas, sin distinción de raza, lengua o credo religioso. Vuestras comunidades cristianas, mostrándose verdaderamente unidas entre sí y al mismo tiempo abiertas al encuentro y a la acogida, especialmente hacia los más desfavorecidos, pueden contribuir realmente a transformar la sociedad, con el fin de hacerla más conforme al ideal evangélico. Me alegra saber que estáis comprometidos en esta acción pastoral y caritativa, sobre todo en favor de los inmigrantes, incluso irregulares, muchos de los cuales son católicos. Os aliento de todo corazón a continuar con un renovado impulso evangelizador, implicando en esta obra especialmente a los jóvenes, ellos son el futuro de la nación.[…]