26 noviembre 2022 | Discurso del Santo Padre

DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO A LOS MIEMBROS DE LA DIRECCIÓN CENTRAL ANTICRIMEN

SALA CLEMENTINA

[…] Queridos amigos, como os decía, os estoy agradecido porque vuestro
encuentro atrae la atención sobre el Día internacional de este año, que llama a
unirse para combatir juntos toda forma de violencia contra las mujeres. En efecto,
para vencer esta batalla no basta un cuerpo especializado, por eficiente que sea; no
bastan la obra de contraste y las necesarias acciones represivas. Es necesario
unirse, colaborar, hacer red: y no solo una red defensiva, ¡sino sobre todo una red
preventiva! Esto es siempre decisivo cuando se trata de eliminar una plaga social
que está unida también a actitudes culturales, a mentalidades y prejuicios
arraigados.
Por tanto, vosotros, con vuestra presencia, que se puede convertir a veces en
testimonio, actuáis también como estímulo en el cuerpo social: un estímulo a
reaccionar, a no resignarse, a actuar. Es una acción —decíamos— sobre todo de
prevención. Pensemos en las familias. Hemos visto que la pandemia, con el
aislamiento forzado, lamentablemente ha exasperado ciertas dinámicas dentro de
los muros domésticos. Las ha exasperado, no las ha creado: de hecho, se trata de
tensiones a menudo latentes, que se pueden resolver preventivamente a nivel
educativo. Esta, diría, es la palabra clave: educación. Y aquí la familia no puede ser
dejada sola. Si sobre las familias recaen en gran parte los efectos de la crisis
económica y social, y estas no son adecuadamente sostenidas, no podemos
maravillarnos que ahí, en el ambiente doméstico, cerrado, con tantos problemas,
exploten ciertas tensiones. Y sobre este punto hace falta prevención.
Otro aspecto decisivo: si en los medios de comunicación se proponen
continuamente mensajes que alimentan una cultura hedonista y consumista, donde
los modelos, tantos masculinos como femeninos, obedecen a los criterios del éxito,
de la autoafirmación, de la competición, del poder de atraer al otro y dominarlo,
también aquí, no podemos después, de forma hipócrita, rasgarnos las vestiduras
frente a ciertas noticias.
Este tipo de condicionamiento cultural se contrasta con una acción educativa que
ponga en el centro a la persona, con su dignidad. Me viene a la mente una santa de
nuestra época: santa Josefina Bakhita. Sabéis que la obra eclesial que trabaja junto

a las mujeres víctimas de trata lleva su nombre. Sor Josefina Bakhita sufrió en su
infancia y juventud violencias muy fuertes, se redimió plenamente acogiendo el
Evangelio del amor de Dios y se convirtió en testigo de su fuerza liberadora y
sanadora. Pero no es la única: hay muchas mujeres, algunas son “santas de la
puerta de al lado”, que han sido sanadas por la misericordia, la ternura de Cristo, y
con su vida testimonian que no es necesario resignarse, que el amor, la cercanía, la
solidaridad de las hermanas y de los hermanos puede salvar de la esclavitud. Por
eso digo: propongamos estos testimonios a las chicas y a los chicos de hoy. En las
escuelas, en los grupos deportivos, en los oratorios, en las asociaciones,
presentemos historias verdaderas de liberación y de sanación, historias de mujeres
que han salido del túnel de la violencia y pueden ayudar a abrir los ojos sobre las
insidias, las trampas, los peligros escondidos detrás de los falsos modelos de éxito.
Queridos amigos, mi doble “gracias” lo acompaño con la oración por vosotros y por
vuestro trabajo. Intercedan por vosotros la Virgen María y santa Bakhita. Os
bendigo de corazón a todos vosotros y a vuestras familias. Y os pido por favor que
recéis por mí. Gracias.