[…] El segundo nivel de compromiso es el económico, a través de la corrección o supresión de aquellos mecanismos que generan en todas partes la desigualdad y la pobreza. Hoy ya no podemos hablar de lucha contra las mafias sin plantear el enorme problema de una finanza ya soberana sobre las reglas democráticas a través de la cual las organizaciones criminales invierten y multiplican los ya ingentes beneficios obtenidos con sus tráficos: drogas, armas, trata de personas, eliminación de residuos tóxicos, condicionamiento de las contratas para las grandes obras, juego de azar y criminalidad organizada.
Este doble nivel, político y económico, presupone otro no menos esencial, que es la construcción de una nueva conciencia civil, la única que puede conducir a una verdadera liberación de las mafias. Realmente es necesario educar y educarse en una vigilancia constante sobre uno mismo y el contexto en que se vive, mejorando la percepción más precisa de los fenómenos de corrupción y trabajando por un nuevo modo de ser ciudadanos, que comprenda el cuidado y la responsabilidad de los demás y del bien común.[…]