14 noviembre 2015 | Discurso del Santo Padre, Discursos

DIRECCIÓN DEL SANTO PADRE FRANCIS A LOS MIEMBROS DEL «SERVICIO JESUITA DE REFUGIADOS»

Sala Clementina

Queridos hermanos y hermanas:

Les doy la bienvenida con motivo del 35º aniversario de la fundación del Servicio Jesuita a Refugiados, encargado por el P. Pedro Arrupe, entonces Superior General de la Compañía de Jesús. La impresión y la angustia que sufrió al enfrentar las condiciones de los balseros del sur Los vietnamitas, expuestos a ataques de piratas y tormentas en el Mar del Sur de China, lo llevaron a tomar esta iniciativa.

P. Arrupe, que había experimentado la explosión de la bomba atómica en Hiroshima, se dio cuenta de las dimensiones de ese trágico éxodo de refugiados. Reconoció un desafío que los jesuitas no podían ignorar si querían permanecer fieles a su vocación. Quería que el Servicio Jesuita a Refugiados satisfaga las necesidades humanas y espirituales de los refugiados, no solo sus necesidades inmediatas de comida y asilo, sino también la necesidad de respetar su dignidad humana lastimada y de ser escuchado y consolado. .

El fenómeno de la migración forzada se ha incrementado dramáticamente. Multitudes de refugiados salen de diferentes países del Medio Oriente, África y Asia, buscando refugio en Europa. El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados ha estimado que hay casi 60 millones de refugiados en todo el mundo, la cifra más alta desde la Segunda Guerra Mundial. Detrás de estas estadísticas hay personas, cada una con un nombre, una cara, una historia y su dignidad inalienable como un hijo de Dios.

Actualmente opera en diez regiones diferentes, con proyectos en 45 países, que acompañan a refugiados y poblaciones en migración interna. Un buen grupo de jesuitas y religiosos trabajan junto con muchos colaboradores laicos y muchos refugiados. Con el tiempo, siempre has permanecido fiel al ideal del Padre Arrupe y a los tres puntos fundamentales de tu misión: acompañar, servir y defender los derechos de los refugiados.

La elección de estar presente en los lugares donde hay una mayor necesidad, en áreas de conflicto y posconflicto, le ha hecho internacionalmente conocido por estar cerca de la gente, capaz de aprender cómo servir. Pienso especialmente en sus grupos en Siria, Afganistán, la República Centroafricana y en la parte oriental de la República Democrática del Congo, donde personas de diferentes religiones son bienvenidas que comparten su misión.

El Servicio Jesuita a Refugiados trabaja para ofrecer esperanza y futuro a los refugiados, sobre todo a través del servicio de educación, que llega a un gran número de personas y es de especial importancia. Ofrecer educación es mucho más que nociones dispensadoras. Es una intervención que ofrece a los refugiados algo para ir más allá de la supervivencia, mantener viva la esperanza, creer en el futuro y hacer planes. Darle a los niños un pupitre escolar es el regalo más hermoso que puedes hacer. Todos sus programas tienen el objetivo final: ayudar a los refugiados a crecer en confianza en sí mismos, a desarrollar todo su potencial y a permitirles defender sus derechos como individuos y como comunidad. […]

[….] La educación ofrece a los refugiados una forma de descubrir su verdadera vocación, desarrollando su potencial. Sin embargo, demasiados niños y jóvenes refugiados no reciben educación de calidad. El acceso a la educación es limitado, especialmente para las niñas y para la escuela secundaria. Por esta razón, durante el próximo Jubileo de la Misericordia, se ha fijado el objetivo de ayudar a otros 100,000 jóvenes refugiados a ir a la escuela. Su iniciativa de «Educación global», con el lema «Pongamos en marcha la misericordia», le permitirá llegar a muchos otros estudiantes que necesitan urgentemente una educación que los proteja del peligro. Estoy agradecido por esto al grupo de partidarios y benefactores y al grupo de desarrollo internacional del Servicio Jesuita a Refugiados, que hoy se ha unido a nosotros. Gracias a su energía y su apoyo, la misericordia del Señor llegará a muchos niños y familias en los próximos años.

Mientras continúas en el trabajo de educación de los refugiados, piensa en la Sagrada Familia, Nuestra Señora, San José y el niño Jesús, huyeron a Egipto para escapar de la violencia y buscar refugio de los extranjeros; y recuerda las palabras de Jesús: «Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos encontrarán misericordia» (Mt 5, 7). Siempre traiga estas palabras dentro de usted, hay estímulos y consuelo. Por mi parte, te aseguro mi oración. Y a ti también, por favor no te olvides de rezar por mí. [….]